Herbert Mujica Rojas
¿Quién puede negar el profundo divorcio, ruptura, falta de comunicación entre los así llamados partidos políticos y sus pretendidas colectividades? Las referencias al pueblo de que dicen ser dueños, son convocatorias huecas, lóbregas.
El pueblo, a pesar del Estado y diversos gobiernos, traza su camino, erige desde la base popular sus aspiraciones y no pocas veces, en desorden absoluto —hasta caótico—, consigue barruntos de satisfacción.
¿Se pretende que Perú siga al borde de la cornisa, en la orilla de hacer las cosas a medias, al filo del despeñadero por irresponsabilidad? Con más bajas que altas, estamos así casi 200 años. La ineptitud para entender que la República exhibe más faltas vergonzosas que lauros es un reto a vencer.
¿A qué se debe o cómo se originaría esta desconexión? Por simple o trillado que parezca a muy pocas razones. Una fundamental es que las masas vieron claudicar a los que alguna vez fungieron de líderes.
Hablaron en nombre del pueblo pero cada vez sus signos exteriores de riqueza planteaban muros infranqueables de separación con el hombre y la mujer humildes. Los grandes capitostes olvidaron saludar y también prefirieron otros cenáculos más “exclusivos” a los que sólo podíase ingresar con altísimas cuotas de afiliación.
Es decir, el decantamiento oprobioso de los “líderes” borró cualquier aspiración o esperanza porque se comprobaba el alejamiento de ideas, doctrina, ideología o ¡peor aún! quiebre absoluto con todo principio moral.
No obstante la distancia radical, los privilegiados se quedaron con el goce y dominio absoluto de los mejores puestos en las listas, de los cargos burocráticos y las conexiones en el interior del Estado desde donde ejercieron el fluido tráfico de influencias. En buena cuenta y en criollo ¡con la sartén por el mango!
Hoy cuando esa triste realidad aqueja a todos los clubes electorales, hay oscura orfandad de iniciativas o emprendimientos. A lo más, los esfuerzos sólo están dirigidos a la obtención de algún puesto rentado.
He allí una clave que deniegan los fracasados de mil y un batallas.
Cada pueblo, villorrio, comarca, desde el distrito a la provincia de este nuestro enorme país, sabe perfectamente de sus necesidades en todas las disciplinas: agricultura y alimentación; infraestructura, redes y caminos; energía, modernidad y participación en el mundo.
La pregunta debe ir dirigida al ciudadano que sienta y tenga cómo aportar. No basta con tener la idea, hay que ponerla en práctica y atizar el fuego cooperativo que postula que la unión hace la fuerza.
La consonancia que hay entre esas necesidades desde el nivel micro hasta el ámbito departamental, es un asunto indispensable y que puede, con alguna imaginación de ganadores, enhebrarse a nivel nacional.
La ruindad predice que hay que pulverizar lo que anteriores gestiones hicieron, lo cual es un gesto de pobreza espiritual terrible. ¿Acaso no fueron fondos públicos los empleados en tales obras?
Echar a andar una máquina sincronizada que abarque todas las áreas de desarrollo en el Perú y con aprovechamiento razonable de las energías, puede constituir el gran salto del cual nadie debe estar excluido.
Requisito indispensable es que un diseño de esa estirpe ecuménica debe durar por 100 años con prescindencia radical de banderías políticas.
Perú exige de peruanos dispuestos a construir una Nación con un destino ganador y una esperanza para las nuevas generaciones.
¿Ha oído esto que es tan simple en los clubes electorales?
Arrancharse los fondos que mal da el Jurado Nacional de Elecciones a los clubes sí es un vicio para contentar a las cúpulas que hacen y deshacen con ese dinero. ¿Estaría demás subrayar que el 95% de las veces se emplea mal y con algún tufo malversador?
Una tarima o atalaya única en la que todos los grupos concierten un plan nacional equivale al grito de ¡Atrévanse a pensar!
Nos faltan carreteras y hoteles, guías y traductores. Por otro lado, hay que vigilar el desarrollo minero que elude cuidados para evitar costos. El peor costo posible es la contaminación que envenena el poblador lugareño.
¿Qué hay de nuestros cielos? ¿Y qué nos dicen del Mar de Grau con sociedades privadas que impulsan la depredación de las especies para que ellos vendan más?
Privatizar los pozos de petróleo o el servicio de agua, es majadería de los vendepatria a quienes no conmueve obsequiar lo que es de otros. ¡Para eso les pagan, por un mensaje desnacionalizante y melindroso!
Reorganizar radicalmente la Educación, botando a la basura papelería inútil en la que se ha gastado dinero por gusto; crear desde la niñez a hombres y mujeres sabedores de la importancia de la tributación y el respeto a las reglas de tránsito, augura un comportamiento civilizado.
¡Atrévanse a pensar!
24.10.2023
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