Herbert Mujica Rojas
¿Se ha convertido en un lujo inalcanzable, en cualquier parte del Perú, vivir sin miedo a que le asalten, roben, agredan, insulten o que lo maten a balazos? Un código no escrito hacía que el caco no impusiera su acción feroz contra niños o mujeres. Hoy todo eso es letra muerta.
Día que pasa, mala noticia que informa, amén de la muerte, también la barbarie perpetrada en las víctimas y menudean los ajustes de cuenta con que arreglan sus pendientes los malhechores.
La Constitución o Carta Política, en su contenido literario, garantiza múltiples derechos y establece obligaciones del Estado imprescriptibles, obligatorias, su razón de ser y sucesivos gobiernos. En Perú llueve para arriba y casi nada se cumple.
En la larga relación de frustraciones, la seguridad ciudadana ocupa hoy un puesto sensible. ¿Quién debiera custodiarla? Inequívocamente, la Policía Nacional del Perú.
Cuando se escuchan las pésimas nuevas y se anuncia a los presuntos autores como militantes de bandas internacionales, especializados en el manejo de armas, estrategias motorizadas y letalidad para sus crímenes, hay legítimo cuestionamiento de saber ¿qué está pasando?
Si en lugar de disminuir, la cifra macabra de asaltos y asesinatos, aumenta, ¿enfrenta la sociedad peruana el riesgo que su policía nacional esté demostrando, en la práctica, que no puede contra la delincuencia organizada?, ¿qué estamos perdiendo la batalla?
El país vive inmerso en una crisis institucional desde hace decenios. Todas y cada una de las partes integrantes del conglomerado Perú, padecen ese caos. Consecuentemente la PNP, también se ve golpeada.
Mal de muchos, consuelo de tontos.
Que se sepa, los recortes presupuestales a la Policía no debieran significar la degradación de la lucha por la seguridad ciudadana y contra el crimen organizado.
Alcancé a conocer al policía cuya presencia inspiraba respeto y voz cantante en las calles y participación activa en las pesquisas y capturas. Con la incorporación de damas, la policía reclutó a un filón estricto que refrescó la imagen institucional.
Cuando los días del terrorismo demencial, muchas veces el primer parapeto de defensa del Estado lo fue la policía y no pocos de sus integrantes fueron asesinados.
Si el cuerpo tiene problemas internos, debiera merecer una reingeniería que lo ponga a la altura de los requerimientos contemporáneos.
Y es importante señalar que la lucha por la seguridad ciudadana y contra el crimen organizado, no es un tema ideológico o de algún sesgo doctrinario, es privativo de una acción común de la sociedad y la policía al alimón.
Quien pretenda ver a los cacos porque son de izquierda, centro o derecha, pierde la noción esencial que tiene en la sociedad su foco y fundamental propósito a reivindicar y para vivir en paz, sin reyertas o ajustes de cuentas.
No ha mucho que se incurrió en la reforma del código penal y ahora se castiga con decenios de años de carcelería, el robo de celulares, de los cuales casi 5 mil son hurtados a diario.
¿Con cuántos años se castiga a los vendepatria que obsequian el Perú en contratos con dedicatoria, millones en coimas, con bonos que pagarán hasta dentro de 100 años, las próximas generaciones?
La exacción es la misma, unos y otros le enajenan al ciudadano y a la sociedad, su derecho a no ser privados de sus riquezas naturales y no renovables o de sus instrumentos de trabajo, como son los celulares. El desequilibrio de penas es ostensible.
¿Cómo se castiga a quiénes, blindados por muy dudosos caparazones, mandaron meter bala a partir del 7-12-2022, provocando la muerte de casi 70 peruanos que sólo protestaban en las calles?
¿Algunos de los compatriotas caídos, tenía armas o explosivos o estuvo coreando lemas altisonantes invocando anacrónicas luchas armadas? Ninguno. Todos los informes internacionales han concluido que se hizo uso de violencia letal.
La PNP requiere (así parece sugerirlo el complicado rompecabezas de asaltos, crímenes y violaciones de toda índole) de una reorganización radical.
Lo que no puede aceptar la sociedad es que su cuerpo emblemático, la PNP, no esté a la altura del desafío. Con presupuesto y recursos, la institución tiene como deber mostrar eficiencia, limpieza e inequívoca convicción para sanear las calles y avenidas de rateros y criminales.
Un cuerpo policial entrenado, firme, respaldado por una sociedad democrática, no puede dudar en proclamar su superioridad en número y armas contra facinerosos que hoy acampan en cualquier parte y que están decididos a matar por encargo miserable.
El inalienable derecho a la seguridad, pasa por el refuerzo de la PNP. ¡Y esto es política de Estado!
28.10.2023
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