Con las características indispensables de lo que antaño, un par de décadas atrás, se llamaba psicosocial, el distractivo de anciano muy enfermo que protagoniza Alberto Kenya Fujimori, recibe difusión urbi et orbi.
Para algunos dinosaurios, el Perú de los 90, con sus impunidades y actos miserables, puédese repetir hoy de manera escandalosa.
Fujimori goza de una libertad que ha sido duramente criticada porque todo indica que se pactó dicha salida de la cárcel dorada que le costaba al contribuyente decenas de miles de soles mensuales.
El ex dictador paseándose por las calles y emitiendo sus “inocentes” expresiones en pro de la vigencia del régimen de Dina Boluarte hasta el 2026. ¡Cómo si más de una cincuentena de acribillados a balazos fueran sucesos simples y “olvidables”!
¿Son gratuitas las sentencias del protector del Grupo Colina, Kenya Fujimori?
Do ut des. Doy para que me den. El famoso toma y daca. Doña Dina Boluarte debe estar muy agradecida a Fujimori. El despliegue no puede haber sido más amplio.
Si alguien cree que todo esto es pura casualidad, se equivoca muy mucho. De una sola excursión callejera Fujimori respaldó a Boluarte y además, con el atrabiliario cinismo que le retrata desde siempre, dijo que su socio y carnal, el ex capitán expulso, Vladimiro Montesinos, había tenido sus “errores”.
Con maña manifiesta, Fujimori pretende distanciarse de quien fuera su mano derecha e inseparable cómplice en un largo gobierno que conoció de ventas amañadas de empresas del Estado, de crímenes de lesa humanidad, de dolo y actividad delictiva de gavillas burocráticas, de una profunda y letal erosión del Perú telúrico.
La única diferencia es que Fujimori está libre y Montesinos espera el 2026. Cuando la dupla inmoral manejó el país, auténticos delincuentes ocuparon puestos en la burocracia estatal y a todo nivel.
Demos tan solo un mal ejemplo: Refinería La Pampilla fue rematada por US$ 185 millones de dólares a ¡nada menos! que la ibérica Repsol esa que contamina de petróleo el mar peruano y sobre el que no dice nada el actual gobierno.
Por aquellos años, Refinería Esmeralda en Ecuador, muy similar a La Pampilla, cotizaba su valor de venta en no menos de US$ 1000 millones. Los fujimoristas remataron Pampilla y hoy bandadas de privatistas, vendepatrias natos, quieren hacer lo mismo con Petroperú y Refinería Talara.
Cuando el estrambótico jefe criminal de Sendero Luminoso Abimael Guzmán fue capturado, Kenya Fujimori practicaba pesca en la Selva. A posteriori se ha tratado de modificar la realidad para incorporarlo en méritos que sí tuvo gente valiente y profesional.
¿Cómo entonces esa corriente y turbamulta que es el fujimorismo, logró captar gruesos sectores ciudadanos que les otorgaron su voto en varios procesos electorales? Una buena pregunta que aún no obtiene respuesta cabal.
El régimen de Kenya Fujimori fue asistencialista, obsequiaba y gratificaba, hizo muchas obras y construcciones, en ruinas hoy, que revelan el oportunismo y material barato empleado. Aunque es imposible descartar que las licitaciones fueran nidos de trampas al por mayor.
Con “líderes” sumamente opacos, con excepciones una que otra, el fujimorismo desplazó a otras colectividades. Y sí fue notorio y pendiente de una exégesis minuciosa, el pacto que hizo con el alanismo desde hace más de dos decenios.
Recuérdese, los alanistas se “olvidan” con frecuencia que Alan García Pérez destruyó la campaña presidencial de Luis Alva en los años 90, para favorecer la de Fujimori. Aún así el pueblo aprista votó por arriba del 22% por Alva.
Por aquellos años aún concitaba el Partido Aprista voto propio y duro.
Alan fugó del país y estuvo en Colombia y largos años en Europa. La vinculación de estos grupos políticos devino en una tragedia insólita: el fujimorismo engulló al alanismo y lo hizo su furgón de cola.
El psicosocial de Fujimori paseándose sin arrepentimiento ni contrición, es otro plan más distractivo y que la prensa concentrada apaña y difunde. Bien reza el dicho: ¡Dios los cría y ellos se juntan!
Provoca náuseas ver a figuras y figurones enfrascados en persecuciones judiciales y con el avieso afán que no los investiguen como organizaciones criminales que sí son y por eso tanta majadería pública.
Bien haría la prensa en mostrar algún recato e imparcialidad y no insistir en la transformación de Alberto Kenya Fujimori, el destructor de la nacionalidad, en un viejito bonachón y sonriente, pontificando —como quién no quiere la cosa— sobre política.
¡Democracia: cuántos crímenes se cometen en tu nombre!
21.02.2024
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