La poderosa cofradía de las empresas cuyo mandato es casi ley en Perú, otorgó su “voto de confianza” al nuevo ministro de Energía y Minas, Rómulo Mucho. O sea que dejó entrever, en boca de su presidente, Alfonso Bustamante: es de los nuestros.
¿Qué acaba de expresar el ministro Mucho? Nada más ni nada menos que Petroperú es una empresa quebrada y sobre la cual se tomará una decisión muy pronto. Demás está decir que el ambiente lúgubre con que lo afirma, anticipa de qué pata cojea este caballero.
Cada día pareciera más que vivimos el festival de privatizaciones y remates de la época de Kenya Fujimori quien hoy es vocero ambulante y solícito del gobierno de Dina Boluarte, sobre quien dijo el señor de marras, que deberá quedarse hasta el 2026.
Decenios atrás, la complicidad, vista gorda y respaldo de toda índole que otorgó Confiep a la sucia dictadura de Kenya Fujimori, fue un asunto sobre el que nadie duda. Las declaraciones de sus presidentes, en particular, Roque Benavides Ganoza, son una enciclopedia de elogios hacia la dictadura y a su titular.
Mientras tanto, en esos años, Fujimori y Montesinos, dupla indivisible, uno libre y el otro aún preso, obsequiaban los bienes del país a las empresas voraces que impusieron sus códigos, necesidades y urgencias. La parte más dañada, fue el Perú exaccionado por delincuentes de todo tipo.
¿A quién o a quiénes importa el voto de confianza de Confiep hacia un ministro en singular? Reiterar que esta sociedad defiende el lucro y la explotación, es innecesario. En su lista de prioridades, Perú figura en los últimos escalones.
Que se sepa, en un régimen llamado democrático, el voto de confianza, acto político, correspondería al Congreso sobre uno o totalidad del gabinete de ministros. Y luego de alguna interpelación.
¿Se creerá la Confiep un minicongreso, shadow cabinet (gabinete a la sombra) o think tank (usina de pensamiento) como para anunciar vía su titular tan honorífica distinción al ministro Rómulo Mucho?
Los vendepatria, esos a quienes interesa, a como dé lugar, el remate a precio vil de Petroperú, lo dicho por Bustamante Confiep, debe haberles caído como bálsamo. Total, para ellos y sus empleadores, los grandes interesados en infraestructuras modernizadas como Refinería Talara, eso suena dulce, muy dulce.
Los mercenarios pueden disfrazarse de analistas, expertos y demás rimbombancias. Lo único que no hacen cuando son llamados a dar sus “consejos” es advertir que son parte de la planilla de esas firmas.
Si fueran patriotas o amantes del Perú, no deberían desprestigiar más a una entidad como Petroperú que pertenece a los peruanos que con sus impuestos han logrado los recursos para su modernización.
He allí la diferencia: el bien nacido, pugna por el bien y la cosa pública. El malhechor quiere vender porque allí está la “coimisión” (comisión + coima) que cobrará el agente mercenario de producirse la transacción. ¿Y el Perú?: ¡qué importa dice el asalariado!
Como en el tema de la notoria influencia china en inversiones desde el 2017, 3.9 mil millones de dólares, no existe en la sociedad civil ni la comprensión de qué significa esta larga influencia desde el Asia ni tampoco que no se puede regalar de a pocos al país.
Los clubes electorales, alias partidos políticos, están ocupados en sus groseras cuitas judiciales y acusaciones, con el propósito avieso de zafarse del juicio en que están incursos por formar parte de una organización criminal receptora de US$ 200 mil dólares de Odebrecht.
Ese asunto es el formal. ¿Cuánto dinero negro, no bancarizado, en forma de bienes o negocios informales, son parte de un festín ya bebido y bailado? ¿De dónde salen esos poderíos económicos que permiten a los forajidos dedicarse las 24 horas de días a sus desmanes?
Mientras que el imperio dinerario de entidades como Confiep persista, sin frenos cívicos que los reten a un debate político y técnico y con las cosas claras y el chocolate espeso, seguiremos viendo el espectáculo del renacer del fujimorismo, 24 años después de haber sido barridos a escobazo limpio del poder.
¿Necesita más datos? ¿Quiénes pretenden desde la política reciente la presidencia del país? ¿No son los mismos capituleros que hace 24 años se ufanaban de habernos “salvado del terrorismo”?
¿No fue terrorismo moral y depredador de la institucionalidad peruana, la impulsada por el fujimorismo apátrida y delictivo? Se llamaban pragmáticos, una forma comedida de disimular su desvinculación con el Perú en pos de una nación justa, digna, culta, libre.
Una tarea fundamental es persuadirse que está ocurriendo el fenómeno del reingreso venenoso de viejas y claudicantes taras porque de otro modo, cuando la sociedad se dé cuenta, ya tendrá dueños extraños y de ultramar.
21.02.2024
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