Juan Huaylupo
El futbol es el deporte de multitudes al que se irán agregando otros por su creciente aceptación, su origen popular se desconoce, no ha sido explorado o se ha ocultado, pero no fue gestado por un solo pueblo, aunque si fue formalizado oficialmente por los ingleses en 1848 y desde entonces, regulado por las organizaciones que se centralizan en la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), sin perder su carácter popular por su histórica práctica y raigambre que aun nutren, con extraordinarios jugadores, al futbol profesional.
En el pasado y también en el presente, el futbol solo se requiere del entusiasmo para divertirse y fraternizar, sea con una pelota de trapo, un recipiente u otros objetos, es suficiente para iniciar un juego en la pobreza de sus espacios sociales y donde incluso se intercambian jugadores para una mejor equidad deportiva.
No obstante, cabe reconocer que el futbol se transformó con su oficialización, porque se privatizó una tradición y práctica popular, a la vez que se despojaba formalmente de la creatividad e imaginación de jugadores y seguidores, para convertirse en una actividad regulada por una potencia que imponía regulaciones y condiciones al futbol, como también lo hacía en su quehacer colonialista y militar al mundo. Así, también el futbol se convertía en un símbolo del poder imperial, una relación peculiar donde se articula lo popular con el poder político, sin ser una integración armoniosa, pero tampoco conflictiva. La regulación en el futbol se transformaba en una forma condicionadora de multitudes que en el presente se ha extendido a escala nunca imaginada, para formar parte de la geopolítica global.
Recordemos la Alemania de 1936, en ocasión de los Juegos Olímpicos, el fascismo hitleriano manipuló los deportes y alteraba particularmente los resultados futbolísticos para falsamente mostrar una superioridad que enmascaraba asesinatos y represión a judíos, gitanos y a todos quienes no fueran blancos. Asimismo, Argentina en 1978, con el régimen de terror de la Junta Militar de Videla, en complicidad con la FIFA, celebró el mundial de futbol que terminaba con el triunfo de argentino como medio para ocultar, despreciar o minimizar los miles de opositores, de familias asesinadas y secuestradas, así como se apoderaban de los hijos de las madres en gestación que hacían desaparecer por atribuirles delitos contra la Seguridad del Estado. Fue en ese mundial que se evidenció la injerencia económica internacional en el futbol al cambiar la pelota oficial para ser sustituida por la “Adidas Tango”, mostrando transparentemente su globalización financiera.
El deporte futbolero abriga violencia al simular y promover enfrentamientos entre naciones y colectividades locales, como expresión o creación de rivalidades reales o simbólicas entre colectividades. Así, el desenlace bélico en 1969 entre Honduras y El Salvador fue un partido de futbol. La violencia en el deporte futbolero no está libre de tensiones territoriales, políticas, segregacionistas o migratorias entre sociedades.
En la reciente Copa América donde nuevamente triunfa el equipo argentino, coincidentemente o no, el extremismo liberal de Milei magnificaba el triunfo futbolístico contra Colombia, mientras liquidaba las políticas públicas, eliminaba ministerios, despedía a miles de funcionarios públicos, así como devaluaba la moneda, entre otras medidas, a la vez que criticaba la posición anticonservadora del gobierno colombiano de Petro.
Los permanentes eventos futbolísticos inundan, diaria y mediáticamente, con entrevistas, declaraciones y estadísticas del futbol que atentan contra la inteligencia, pero que mantienen prisioneros y nutren las interminables discusiones cotidianas en la población, mientras que oculta y falsea información del genocidio en Medio Oriente, la guerra en Europa y los preparativos de la OTAN para una tercera confrontación mundial.
La supeditación del futbol a la política no es una novedad, como tampoco lo es la educación. Todos o gran parte de los Estados intervienen en el deporte futbolístico y en la educación, porque consideran necesario controlar, subordinar y disciplinar a las masas.
Al parecer existen en el futbol y en otros ámbitos, aunque desconociendo que son seguidores de Helvetius (1715-1771) quien afirmaba que los individuos buscan el placer y rehúyen el dolor como algo constitutivo. El placer del triunfo o la dicha de ganar, o causar dolor a los otros, contrincantes, competidores o adversarios, está arraigado en el futbol y en cotidianidad imperante, lo cual es una práctica totalitaria del cual nos habla Maquiavelo (1469-1527), pues la separación entre las masas subalternas tranquiliza y perenniza al poder antipopular.
La competición en el futbol y otras actividades, no son para fraternizar, sino para lograr una eterna confrontación que divide y aísla, pero que resulta extraordinaria para dinamizar la economía, la corrupción y los negocios, así como el enriquecimiento de organizadores, directivos y jugadores. Por ello, los países se disputan por ser sedes de algún evento deportivo, dado que son muchos millones de euros o dólares que los que también están en juego.
De este modo, los amantes del futbol están cercados, tanto por el placer de un deporte y la frustración, sentimientos encontrados que en un contexto individualista y mercantil, contribuyen a la perdida de libertad y obnubila conciencias, pensamientos y alternativas solidarias, Voltaire (1694-1778) afirmaba “¡Ay de nosotros si las masas empiezan a razonar!”.