Ofensiva anticomunista y escenario electoral
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Como en los años de la "guerra fría", en el Perú de hoy campea el anticomunismo más primitivo. No es casual, por cierto. Es la consecuencia natural y lógica del miedo que envuelve a la Clase Dominante, que ve peligrar sus privilegios y que teme que, finalmente, el pueblo le pida cuenta de sus actos.
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Como en los años de la "guerra fría", en el Perú de hoy campea el anticomunismo más primitivo. No es casual, por cierto. Es la consecuencia natural y lógica del miedo que envuelve a la Clase Dominante, que ve peligrar sus privilegios y que teme que, finalmente, el pueblo le pida cuenta de sus actos.
Como en el país se ingresa a un bienio electoral —en octubre del 2010 se elegirán los nuevos gobiernos regionales y los municipios, y en abril del 2011 el Congreso y las más altas autoridades del Poder Ejecutivo—, los "de arriba" miran con desconfianza el escenario.
Por un lado, perciben con preocupación el hecho que ellos mismos marchan extremadamente divididos a las consultas que se avecinan; pero por otro observan con espanto la posibilidad que, en el campo popular, las cosas se procesen de otro modo en provecho de sectores contestatarios que recusan el "modelo" neo liberal vigente.
El escenario continental asoma como telón de fondo en la materia. Los procesos liberadores que ocurren en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia ponen los pelos de punta a los sectores más reaccionarios que tiemblan ante la sola idea de que el Perú pueda sumarse a una corriente que cuestione el sistema. Les aterra el espectro de un cambio de rumbo.
Por eso incuban la ilusión de que aquí, como en Chile, finalmente la derecha pueda alzarse con la victoria y asegurar así la perpetuación del régimen oprobioso que, por ahora, administra Alan García.
Para lograrlo, están dispuestos a todo. Si en Honduras recurrieron a un Golpe de corte Fascista, bien podrían hacer uso de otro igual aquí, aunque anidan la esperanza que los alumbre la luz de Piñera desde el sur.
La división de la derecha, curiosamente, tiene los mismos elementos que configuran la dispersión del movimiento popular. El caudillismo, la ambición de poder, el electorerismo, hacen mella también en el espectro conservador peruano y dificultan los acuerdos entre fuerzas y tendencias en buena medida convergentes.
Por un lado, asoman las fuerzas que buscan restaurar el poder de la mafia que fuera depuesta en el año 2000. Cuentan para ello con la candidatura de Keiko Fujimori y con una suerte de "Gabinete en la sombra" que comprende a los colaboradores de su padre, hoy reo en cárcel, al que aspiran liberar a cualquier precio. Por otro, los núcleos y movimientos de la derecha tradicional, que carecen de liderazgo, y que buscan encontrar un "candidato de consenso" que aún no asoma.
Luís Castañeda Lossio, el actual alcalde de Lima; Alejandro Toledo, Lourdes Flores y otros aspiran a cubrir ese espacio que bien podría contar con un tercio de adhesiones electorales y podrían alcanzar la victoria en una segunda vuelta si es capaz de polarizar el proceso según su conveniencia.
En el extremo, ahora levantan la figura de un espantapájaros de la Televisión —Jaime Baily— que sólo ayer escribía perlas como ésta::
"Nací en el Perú por obra del azar. Nadie elige a sus padres ni al país en que nació. Son accidentes benignos o perniciosos o inocuos. Nadie está obligado a amar al pedazo de territorio en que nació. Nadie está obligado a encontrarlo bello o sobrecogedor sólo porque allí fue parido y fue al colegio. El Perú no me parece un país particularmente admirable o glorioso. Me parece un país extraño, inexplicable, aturdido, violento, confuso, autodestructivo. Tampoco creo que sea el país más lindo del mundo, ni su bandera la más vistosa, ni su himno el más conmovedor, ni sus héroes los más heroicos, como me enseñaron en el colegio. Conozco países más lindos y admirables que el Perú".
El APRA es también una fuerza en disputa, pero afronta quizá las dificultades mayores por dos razones: porque está sometida, en gran medida, a los caprichos e intereses personales de García, y porque su núcleo dirigente está envilecido y en derrota como consecuencia de la pésima gestión que cumpliera en el quinquenio y de la corrupción que la carcome por completo.
García busca un acuerdo con el fujimorismo. Pero también procura un gobierno peor que el suyo, para que la gente "lo extrañe", y pueda tentar la posibilidad de retornar al Poder en los comicios formalmente previstos para el 2016. Al mismo tiempo, quiere imponer un régimen que le garantice impunidad por cuanto habrá de afrontar —en la perspectiva+ procesos judiciales extremadamente complejos.
En este último alcance es que piensa precisamente, en un acuerdo con Alberto Fujimori que consagre un pacto siniestro: "yo te protegí, tu me protegerás, yo te protegeré, nosotros nos protegeremos.". Pero el asunto tiene, por cierto, sus bemoles.
Y es que, finalmente, los intereses personales de García no son necesariamente los de su Partido. Ni siquiera los de su cogollo dirigente, por más obsecuente y servil que se muestre con relación a él. Llegará el momento que, como en la marinera peruana, cada quien tendrá que bailar con su pañuelo. Cuando eso ocurra, García se quedará solo.
Tras las bambalinas, en todo este embrollo, se mueven, sin duda, intereses muy poderosos. Los de la oligarquía local, pero también los del Imperio. El señor Obama no descuidará, sin duda, el escenario peruano y estará presto a operar con la misma presteza con que lo hizo la administración Bush luego de los comicios del 2006, cuando debió apartar con fraude mediático a Lourdes Flores y favorecer, como un tahúr, al García que aún tenemos. El anticomunismo más desenfrenado es la bandera de todos.
En el campo popular las cosas no marchan tampoco como la situación requiere. Independientemente de que tengan, o no, posibilidades electorales reales, ya expresaron su voluntad de presentarse como candidatos a la presidencia de la República el Comandante Ollanta Humala; el sacerdote Marco Arana; el líder amazónico Alberto Pizango, todavía refugiado en Nicaragua; y el flamante Decano del Colegio de Abogados de Lima, José Antonio Ñique de la Puente. También están en lisa, por cierto, los partidarios de Antauro Humala, aún privado de su libertad y hasta Héctor Béjar, cuyo nombre suena como aspiración de algunos, y otros más que podrían nutrir la lista, pero aletargar aún más la esperanza. .
No resulta fácil considerar viable a uno si, e inviables a los otros. Tampoco, optar por uno partiendo de la idea de que es, aparentemente, el "más fuerte". Las arenas se han movido tanto en los predios del movimiento popular que no se atisba un derrotero seguro por ninguna vía.
No obstante, ha surgido, en algunos segmentos de la intelectualidad peruana, una propuesta que sí luce factible: es que todas estas personalidades se apunten para afrontar una contienda pre electoral supervisada por las mismas instancias electorales formales. Quien obtenga el sufragio mayor podría ser el candidato, y todos los otros cerrar filas tras él. La idea, no es mala, ni última. Se vino barajando desde antes, sólo que no recibió, en su momento, la acogida del caso. Ahora podría variar la situación y alcanzarse, en efecto, un consenso que permita encontrar una salida racional a la crisis.
Hay dos asuntos por despejar, sin embargo: los candidatos que pierdan en la consulta ¿estarán realmente dispuestos a arrear su propia bandera y cerrar filas con el ganador?. Por lo pronto, Marco Arana dijo ya que en ningún caso, ni en primero ni en segunda vuelta, Ollanta Humala podrìa contar su voto.
Y el otro tema tiene que ver con la composición de las listas parlamentarias. Podría parecer éste un asunto de segundo orden, pero no lo es. Objetivamente, es la carta escondida, el tema bajo la manga, el punto oscuro de la negociación secreta que ha venido desarrollado la izquierda desde el 2006 a la fecha.
Afrontarla en términos claros exigiría asegurar que en esto, no haya concesiones. Candidatos "de abajo" y no "de arriba"; nuevos, y no los mismos de siempre; y gente conocida, y no improvisados; podría ser un camino. Pero a eso, habría que darle forma.
Lo más importante de todo, es no perder el objetivo: la unidad es clave, y es la única garantía de victoria.
Y la tarea, es también única: acabar con el fracasado "modelo" neo liberal vigente y abrir paso a una transformación popular real que democratice la sociedad y haga más justo y más digno el modo de vida de los peruanos (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com
Por un lado, perciben con preocupación el hecho que ellos mismos marchan extremadamente divididos a las consultas que se avecinan; pero por otro observan con espanto la posibilidad que, en el campo popular, las cosas se procesen de otro modo en provecho de sectores contestatarios que recusan el "modelo" neo liberal vigente.
El escenario continental asoma como telón de fondo en la materia. Los procesos liberadores que ocurren en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia ponen los pelos de punta a los sectores más reaccionarios que tiemblan ante la sola idea de que el Perú pueda sumarse a una corriente que cuestione el sistema. Les aterra el espectro de un cambio de rumbo.
Por eso incuban la ilusión de que aquí, como en Chile, finalmente la derecha pueda alzarse con la victoria y asegurar así la perpetuación del régimen oprobioso que, por ahora, administra Alan García.
Para lograrlo, están dispuestos a todo. Si en Honduras recurrieron a un Golpe de corte Fascista, bien podrían hacer uso de otro igual aquí, aunque anidan la esperanza que los alumbre la luz de Piñera desde el sur.
La división de la derecha, curiosamente, tiene los mismos elementos que configuran la dispersión del movimiento popular. El caudillismo, la ambición de poder, el electorerismo, hacen mella también en el espectro conservador peruano y dificultan los acuerdos entre fuerzas y tendencias en buena medida convergentes.
Por un lado, asoman las fuerzas que buscan restaurar el poder de la mafia que fuera depuesta en el año 2000. Cuentan para ello con la candidatura de Keiko Fujimori y con una suerte de "Gabinete en la sombra" que comprende a los colaboradores de su padre, hoy reo en cárcel, al que aspiran liberar a cualquier precio. Por otro, los núcleos y movimientos de la derecha tradicional, que carecen de liderazgo, y que buscan encontrar un "candidato de consenso" que aún no asoma.
Luís Castañeda Lossio, el actual alcalde de Lima; Alejandro Toledo, Lourdes Flores y otros aspiran a cubrir ese espacio que bien podría contar con un tercio de adhesiones electorales y podrían alcanzar la victoria en una segunda vuelta si es capaz de polarizar el proceso según su conveniencia.
En el extremo, ahora levantan la figura de un espantapájaros de la Televisión —Jaime Baily— que sólo ayer escribía perlas como ésta::
"Nací en el Perú por obra del azar. Nadie elige a sus padres ni al país en que nació. Son accidentes benignos o perniciosos o inocuos. Nadie está obligado a amar al pedazo de territorio en que nació. Nadie está obligado a encontrarlo bello o sobrecogedor sólo porque allí fue parido y fue al colegio. El Perú no me parece un país particularmente admirable o glorioso. Me parece un país extraño, inexplicable, aturdido, violento, confuso, autodestructivo. Tampoco creo que sea el país más lindo del mundo, ni su bandera la más vistosa, ni su himno el más conmovedor, ni sus héroes los más heroicos, como me enseñaron en el colegio. Conozco países más lindos y admirables que el Perú".
El APRA es también una fuerza en disputa, pero afronta quizá las dificultades mayores por dos razones: porque está sometida, en gran medida, a los caprichos e intereses personales de García, y porque su núcleo dirigente está envilecido y en derrota como consecuencia de la pésima gestión que cumpliera en el quinquenio y de la corrupción que la carcome por completo.
García busca un acuerdo con el fujimorismo. Pero también procura un gobierno peor que el suyo, para que la gente "lo extrañe", y pueda tentar la posibilidad de retornar al Poder en los comicios formalmente previstos para el 2016. Al mismo tiempo, quiere imponer un régimen que le garantice impunidad por cuanto habrá de afrontar —en la perspectiva+ procesos judiciales extremadamente complejos.
En este último alcance es que piensa precisamente, en un acuerdo con Alberto Fujimori que consagre un pacto siniestro: "yo te protegí, tu me protegerás, yo te protegeré, nosotros nos protegeremos.". Pero el asunto tiene, por cierto, sus bemoles.
Y es que, finalmente, los intereses personales de García no son necesariamente los de su Partido. Ni siquiera los de su cogollo dirigente, por más obsecuente y servil que se muestre con relación a él. Llegará el momento que, como en la marinera peruana, cada quien tendrá que bailar con su pañuelo. Cuando eso ocurra, García se quedará solo.
Tras las bambalinas, en todo este embrollo, se mueven, sin duda, intereses muy poderosos. Los de la oligarquía local, pero también los del Imperio. El señor Obama no descuidará, sin duda, el escenario peruano y estará presto a operar con la misma presteza con que lo hizo la administración Bush luego de los comicios del 2006, cuando debió apartar con fraude mediático a Lourdes Flores y favorecer, como un tahúr, al García que aún tenemos. El anticomunismo más desenfrenado es la bandera de todos.
En el campo popular las cosas no marchan tampoco como la situación requiere. Independientemente de que tengan, o no, posibilidades electorales reales, ya expresaron su voluntad de presentarse como candidatos a la presidencia de la República el Comandante Ollanta Humala; el sacerdote Marco Arana; el líder amazónico Alberto Pizango, todavía refugiado en Nicaragua; y el flamante Decano del Colegio de Abogados de Lima, José Antonio Ñique de la Puente. También están en lisa, por cierto, los partidarios de Antauro Humala, aún privado de su libertad y hasta Héctor Béjar, cuyo nombre suena como aspiración de algunos, y otros más que podrían nutrir la lista, pero aletargar aún más la esperanza. .
No resulta fácil considerar viable a uno si, e inviables a los otros. Tampoco, optar por uno partiendo de la idea de que es, aparentemente, el "más fuerte". Las arenas se han movido tanto en los predios del movimiento popular que no se atisba un derrotero seguro por ninguna vía.
No obstante, ha surgido, en algunos segmentos de la intelectualidad peruana, una propuesta que sí luce factible: es que todas estas personalidades se apunten para afrontar una contienda pre electoral supervisada por las mismas instancias electorales formales. Quien obtenga el sufragio mayor podría ser el candidato, y todos los otros cerrar filas tras él. La idea, no es mala, ni última. Se vino barajando desde antes, sólo que no recibió, en su momento, la acogida del caso. Ahora podría variar la situación y alcanzarse, en efecto, un consenso que permita encontrar una salida racional a la crisis.
Hay dos asuntos por despejar, sin embargo: los candidatos que pierdan en la consulta ¿estarán realmente dispuestos a arrear su propia bandera y cerrar filas con el ganador?. Por lo pronto, Marco Arana dijo ya que en ningún caso, ni en primero ni en segunda vuelta, Ollanta Humala podrìa contar su voto.
Y el otro tema tiene que ver con la composición de las listas parlamentarias. Podría parecer éste un asunto de segundo orden, pero no lo es. Objetivamente, es la carta escondida, el tema bajo la manga, el punto oscuro de la negociación secreta que ha venido desarrollado la izquierda desde el 2006 a la fecha.
Afrontarla en términos claros exigiría asegurar que en esto, no haya concesiones. Candidatos "de abajo" y no "de arriba"; nuevos, y no los mismos de siempre; y gente conocida, y no improvisados; podría ser un camino. Pero a eso, habría que darle forma.
Lo más importante de todo, es no perder el objetivo: la unidad es clave, y es la única garantía de victoria.
Y la tarea, es también única: acabar con el fracasado "modelo" neo liberal vigente y abrir paso a una transformación popular real que democratice la sociedad y haga más justo y más digno el modo de vida de los peruanos (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com