La repartija
por Raúl Wiener
El miércoles, el nacionalismo, humalismo u ollantismo, llámenle como quieran, se graduó como integrante de la clase política tradicional, con lo mejor de sus mañas y con la misma incapacidad para escuchar la voz de la calle y detenerse cuando todavía le quedaba tiempo. Ya había demostrado el presidente que él podía hacer con su victoria electoral lo que quisiese, cambiar su programa y sus alianzas, tan sólo porque tenía en sus manos hacerlo.