Por María Alejandra Gámez Román (*)
La tortura electrónica o electromagnética, al igual que la tortura física en general, puede dejar huellas perfectamente detectables mediante un examen neurológico, tales como alteraciones en la marcha, debilidad muscular, entumecimiento, dolor de cabeza, mareos, vértigo, falta de concentración, cefaleas, alteraciones de la memoria y ralentización de los reflejos. Muchos de los efectos de la tortura electrónica a nivel neurológico aparecen como síntomas de larga duración y pudieran explicarse por el daño orgánico cerebral causado al sujeto, por lo cual su detección y cuidados paliativos exigen la evaluación neurofisiológica de un especialista para ponderar cada uno de los síntomas específicos.
Un neurólogo puede evaluar el funcionamiento del sistema nervioso, que es una entidad compleja formada por cerebro, médula espinal, nervios craneales y nervios periféricos. Para esto sólo hace falta realizar sencillos exámenes médicos, que generalmente son omitidos. No todos los exámenes son idénticos, pero en general puede incluir pruebas de memoria, evaluación de los nervios craneales que conectan al cerebro con la cabeza y cuello, músculos y glándulas faciales, así como de los que controlan el funcionamiento de los sentidos. En estos casos es necesario examinar, entre otras cosas, el olfato, la agudeza visual, los campos visuales, la sensibilidad táctil, explorar los reflejos, la coordinación motora y revisar la percepción visual y espacial. También es importante evaluar la marcha para verificar que la víctima camine con normalidad y sea capaz de mantener el equilibrio. Las desviaciones del patrón normal de marcha son muy frecuentes después de la exposición a la tortura. Muchas víctimas desarrollan una marcha compensatoria anormal desplazando la carga hacia el borde lateral o el borde medial para evitar el dolor al caminar.
Para todo esto existen diversas rutinas de exámenes, pruebas y procedimientos que determinará un especialista del área o un neurólogo calificado. Según la situación pueden ser necesarias pruebas adicionales: de sangre, en busca de alteraciones inmunológicas o endocrinas, o de imagen para detectar posibles lesiones cerebrales o problemas en vasos sanguíneos, nervios espinales o discos vertebrales. Debe tenerse en cuenta que muchos de los síntomas que presentan las víctimas también están relacionados con el trastorno de síndrome de stress post traumático. Sin embargo eso no excluye el hecho de que la tortura electrónica deja huellas fisiológicas que pueden ser detectadas.
(*) Venezolana, docente, artista plástico y ceramista. Sin afiliación política. Incursiona formalmente en la literatura como parte del grupo literario Antonia Palacios, promovido por la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela. Publica su primer relato, Autopsia de un día, en 2015 como parte del compendio Urgencia del Relato II. Sus relatos han aparecido en las revistas Letralia, Plesiosaurio, Minificción y La Caída. Publica su primer libro de cuentos y microficción: Relatos de evasión, en 2016, en México, por editorial Cantonera.
Es víctima de tortura electrónica y miembro activo de VIACTEC asociación aprobada por el Ministerio de Interior de España, cuyo objetivo es brindar apoyo y ayuda a nuestros miembros y otras VÍCTIMAS DE ACOSO Y TORTURA ELECTRÓNICA.