Falso ecologismo
Por María José Atiénzar*
Hay campañas de publicidad que tratan de seducirnos con un falso ecologismo. Ya estamos acostumbrados a ver anuncios idílicos de paisajes verdes con las que empresas contaminantes pretenden lavar su imagen.
Hay campañas de publicidad que tratan de seducirnos con un falso ecologismo. Ya estamos acostumbrados a ver anuncios idílicos de paisajes verdes con las que empresas contaminantes pretenden lavar su imagen.
Ahora circula una campaña para que evitemos las bolsas de plástico. ¿Qué hay detrás de esa campaña de Carrefour “Échale una mano al medio ambiente” y “Bolsa caca”? La empresa trata de ahorrar millones de euros que cuestan las bolsas de plástico.
Carrefour es un grupo francés especializado en la gran distribución. Ellos inventaron el concepto de hipermercado. En 2008, el grupo poseía 10.000 almacenes en 30 países. Antes, “regalaban” las bolsas, aunque su coste estaba repercutido en el precio de la compra. Ahora, no descuentan a los clientes el precio de las bolsas y venden otros tipos de bolsas, que suponen un nuevo beneficio para la cadena. Además, la empresa venía haciendo recogida selectiva de las bolsas puestas en el mercado y pagaba por ello 0,329 € por kilo. Eso también se lo ahorra la empresa ahora porque las nuevas bolsas no son reciclables.
Los medios de comunicación han caído en esa trampa de seducción. Están difundiendo la campaña publicitaria de Carrefour contra las bolsas de plástico, dándoles espacios en los programas e informativos en horarios de máxima audiencia, y sin coste publicitario para la empresa.
Es cierto que hay gran cantidad de bolsas que escapan a su destino final en los vertederos, y que pueden tardar hasta 400 años en degradarse por completo. Cada usuario español recibe unas 240 bolsas al año, de las que sólo se recicla el 10%. Carrefour afirma que “usando una bolsa de tela o lona se pueden ahorrar aproximadamente 5 bolsas a la semana, 20 bolsas al mes y 18.000 en toda la vida”.
Proponen como alternativas bolsas de rafia, de algodón, carrito plegable, bolsa monedero, o una bolsa biodegradable, que según la empresa se descompone en unos seis meses formando compost. Pero la procedencia de estas nuevas bolsas y su valor ecológico están por demostrarse. Las bolsas “biodegradables compostables” que proponen están fabricadas por el Grupo Sphere, otra multinacional francesa, monopolio del bioplástico. Estas bolsas no aportan nada nuevo y mucho menos positivo. Se usan grandes extensiones de tierra de cultivo para plantar patatas y fabricar, de cada una de ellas, tres bolsas. Su coste es muy superior al de la bolsa convencional y se precisa más cantidad de bioplástico que del convencional, porque los bio tienen inferiores propiedades mecánicas. Este tipo de bolsa, por sí sola, no desaparece en 180 días, como aseguran en la campaña, se precisa determinada humedad y temperatura para su descomposición. Además, no hay actualmente materia prima suficiente de bioplásticos para abastecer ni una pequeña parte del consumo de bolsas de plástico.
Las bolsas de rafia están fabricadas casi todas en Asia, donde la mano de obra es muy barata y las condiciones de trabajo de hombres, mujeres y niños son infrahumanas. En Europa, sería impensable poder fabricar este tipo de bolsa por el elevado coste de confección manual. Y no se pueden reciclar porque son de polipropileno.
Para justificar este repentino y mal entendido ecologismo, la empresa francesa no duda en perjudicar a todo el sector. La campaña publicitaria que Carrefour ha emprendido contra las bolsas de plástico deteriora la imagen de toda una industria, la de los plásticos, que en España genera 11.000 puestos de trabajo directos en 325 empresas.
“Esta campaña supone una manipulación y un engaño al ciudadano. Carrefour pretende ganar dinero utilizando nuestra conciencia verde”, afirma la doctora Almudena Ochoa, de la Universidad Politécnica de Madrid. “Pero en su incoherencia no dejan de utilizar las bandejas blancas de polispan, que tardan mucho más en degradarse, ni tampoco han reducido los embalajes en sus productos”.
Para mejorar el medioambiente, los ciudadanos tendríamos que empezar por cambiar muchos de nuestros hábitos. Ir a trabajar en bici o caminando, compartir coche para contaminar menos, comprar electrodomésticos de bajo consumo, reciclar, comprar productos ecológicos, no utilizar tejidos sintéticos, usar papel reciclado, no imprimir innecesariamente para no gastar tanto papel.
*Periodista
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Carrefour es un grupo francés especializado en la gran distribución. Ellos inventaron el concepto de hipermercado. En 2008, el grupo poseía 10.000 almacenes en 30 países. Antes, “regalaban” las bolsas, aunque su coste estaba repercutido en el precio de la compra. Ahora, no descuentan a los clientes el precio de las bolsas y venden otros tipos de bolsas, que suponen un nuevo beneficio para la cadena. Además, la empresa venía haciendo recogida selectiva de las bolsas puestas en el mercado y pagaba por ello 0,329 € por kilo. Eso también se lo ahorra la empresa ahora porque las nuevas bolsas no son reciclables.
Los medios de comunicación han caído en esa trampa de seducción. Están difundiendo la campaña publicitaria de Carrefour contra las bolsas de plástico, dándoles espacios en los programas e informativos en horarios de máxima audiencia, y sin coste publicitario para la empresa.
Es cierto que hay gran cantidad de bolsas que escapan a su destino final en los vertederos, y que pueden tardar hasta 400 años en degradarse por completo. Cada usuario español recibe unas 240 bolsas al año, de las que sólo se recicla el 10%. Carrefour afirma que “usando una bolsa de tela o lona se pueden ahorrar aproximadamente 5 bolsas a la semana, 20 bolsas al mes y 18.000 en toda la vida”.
Proponen como alternativas bolsas de rafia, de algodón, carrito plegable, bolsa monedero, o una bolsa biodegradable, que según la empresa se descompone en unos seis meses formando compost. Pero la procedencia de estas nuevas bolsas y su valor ecológico están por demostrarse. Las bolsas “biodegradables compostables” que proponen están fabricadas por el Grupo Sphere, otra multinacional francesa, monopolio del bioplástico. Estas bolsas no aportan nada nuevo y mucho menos positivo. Se usan grandes extensiones de tierra de cultivo para plantar patatas y fabricar, de cada una de ellas, tres bolsas. Su coste es muy superior al de la bolsa convencional y se precisa más cantidad de bioplástico que del convencional, porque los bio tienen inferiores propiedades mecánicas. Este tipo de bolsa, por sí sola, no desaparece en 180 días, como aseguran en la campaña, se precisa determinada humedad y temperatura para su descomposición. Además, no hay actualmente materia prima suficiente de bioplásticos para abastecer ni una pequeña parte del consumo de bolsas de plástico.
Las bolsas de rafia están fabricadas casi todas en Asia, donde la mano de obra es muy barata y las condiciones de trabajo de hombres, mujeres y niños son infrahumanas. En Europa, sería impensable poder fabricar este tipo de bolsa por el elevado coste de confección manual. Y no se pueden reciclar porque son de polipropileno.
Para justificar este repentino y mal entendido ecologismo, la empresa francesa no duda en perjudicar a todo el sector. La campaña publicitaria que Carrefour ha emprendido contra las bolsas de plástico deteriora la imagen de toda una industria, la de los plásticos, que en España genera 11.000 puestos de trabajo directos en 325 empresas.
“Esta campaña supone una manipulación y un engaño al ciudadano. Carrefour pretende ganar dinero utilizando nuestra conciencia verde”, afirma la doctora Almudena Ochoa, de la Universidad Politécnica de Madrid. “Pero en su incoherencia no dejan de utilizar las bandejas blancas de polispan, que tardan mucho más en degradarse, ni tampoco han reducido los embalajes en sus productos”.
Para mejorar el medioambiente, los ciudadanos tendríamos que empezar por cambiar muchos de nuestros hábitos. Ir a trabajar en bici o caminando, compartir coche para contaminar menos, comprar electrodomésticos de bajo consumo, reciclar, comprar productos ecológicos, no utilizar tejidos sintéticos, usar papel reciclado, no imprimir innecesariamente para no gastar tanto papel.
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