La cantidad de residuos plásticos en los océanos está aumentando. La UE quiere contrarrestar esto prohibiendo varios productos. Pero soluciones efectivas requerirían enfoques muy diferentes, opina Felix Steiner.
Si la política depende sobre todo de símbolos y grandes gestos, como aseguran los cínicos, entonces la Unión Europea (UE) está en el camino correcto. Sin duda, el mundo será mejor con la anunciada prohibición de cubiertos desechables, pajitas, cañitas, popotes, sorbetes o absorbentes y bastoncillos de algodón hechos de plástico. Sin embargo, el beneficio para una mayor limpieza en los océanos –y es de eso de lo que supuestamente se trata aquí- será más bien marginal. Pero lo principal es que acá en Europa nos sentimos bien, pues hicimos algo.
Entre toda esta basura, lo que menos hay son los bastoncillos de algodón.
Cada vez más plástico
No se puede negar: el plástico que nos rodea aumenta sin parar. Las verduras, las frutas, la carne, las salchichas o el queso en el supermercado, todo envasado en plástico. Cada libro en la librería, envuelto en plástico. La mujer que vende mi sándwich de desayuno lleva guantes de plástico. Y en casi todas las mochilas que se ven en el metro sobresale una botella de plástico, de plástico desechable. Como si no hubiera grifos en las oficinas, escuelas o universidades alemanas que suministren, además, perfecta y mayormente sabrosa agua potable. Pero este es otro tema.
No obstante, ¿termina todo este lujo de artículos desechables automáticamente en el mar? Por supuesto que no. Porque, en toda Europa, existen sistemas integrales de eliminación de residuos, a veces incluso separados de acuerdo a diferentes materiales y con considerables tasas de reciclaje.
Cualquiera que visite regularmente las playas de Europa o navegue por el Mediterráneo lo sabe: los bastoncillos de algodón, las pajitas y los tenedores de plástico no son el problema principal. Sobre o en el agua se encuentran sobre todo botellas de agua, bolsas de plástico, restos de redes de pesca, botellas de gel de ducha y aceite de motor.
Nadie quiere, en principio, prohibir nada de esto. Pero sistemas de reciclaje o precios mínimos legalmente prescritos podrían reducir radicalmente el problema. ¡Aquí es donde la UE puede demostrar su valor! Pero, los verdaderos puntos calientes de la contaminación marina no están en Europa. Ocho de los diez ríos que vierten la mayor cantidad de plástico a los mares todos los días, medida en toneladas, están en Asia. Los otros dos, en África.
La eliminación de residuos cuesta dinero
Entonces, ¿qué puede hacer Europa? ¿Compartir imágenes alarmantes en las redes sociales y quejarse de la miseria del mundo? No, Europa puede hacer más, por supuesto. Por ejemplo, ayudar a las regiones que están en el área de afluencia de estos sucísimos ríos a construir sistemas adecuados de eliminación y reciclaje de residuos, para que, en el futuro, la basura no sea simplemente arrojada al agua que fluye.
Las empresas europeas, y sobre todo las alemanas, ofrecen excelentes conceptos y sistemas altamente eficientes para este fin, pero en los sitios más afectados nadie quiere o puede pagar por ellos. Así que si el tema es realmente tan importante para nosotros, los europeos, no queda más que abrir la caja y apoyar proyectos de desarrollo adecuados. Eso sería al menos una política eficaz y sostenible. Eso sí, significativamente más cara que la prohibición de cubiertos desechables y bastoncillos de algodón.
DW, 04.11.2018