Buitres asesores y ladrones

Bernard Madoff
Por Xavier Caño Tamayo*


He recordado un cuento de mi infancia. Alí Babá descubría una cueva llena de tesoros, botín de una banda de ladrones. Oculta por una gran piedra, la cueva se abría al pronunciar las palabras mágicas: ¡ábrete sésamo! Alí, tras múltiples peripecias, vence a los ladrones, se queda con el tesoro y lo reparte entre los pobres.


Pero hoy y aquí, mensajeros de Goldman Sachs visitaron la Casa Blanca intentando desactivar la denuncia de la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos por vender títulos de deuda de hipotecas que jamás se cobrarán, asegurarlos y cobrar el seguro cuando todo se va al garete. Quien diseñó tal invento trapacero, un tal John Paulson, ganó la friolera de 15.000 millones de dólares. Pero Goldman no es el único en saltarse la ley a la torera.

Por ejemplo, la poderosa eléctrica Enron aprovechó la crisis energética del año 2000 en el estado de California para manipular precios, vender electricidad cinco veces más cara de lo que correspondía y suspender pagos de forma fraudulenta. La telefónica WorldCom fue otra perla que en 2002 tenía pérdidas de casi cuatro mil millones de dólares, pero las transformó en beneficios por arte de magia para hacer subir el precio de sus acciones. Shell contabilizó irregularmente 7.400 millones de dólares y dio predicciones optimistas sobre el precio de la electricidad para aparentar una rentabilidad superior a la real. Qwest, comunicación por fibra óptica, simuló compras y ventas inexistentes para aumentar el valor de sus acciones. Bristol-Myers, quinta farmacéutica mundial, manipuló información de precios de sus productos para acelerar ventas. Merck anotó ingresos inexistentes de 14.000 millones de dólares... Global Crossing, Adelphia, Tyco, Xerox, Merck, Bristol-Myers, Parmalat... Todos hicieron cosas que no debían. Y hace unos cuantos meses, Madoff arruinó a mucha gente con una estafa de considerables dimensiones. En fin, la lista de quienes se ponen el mundo por montera en negocios y asuntos financieros es tan larga que se aburrirían si la reprodujera. Definitivamente algo huele a podrido en el capitalismo.  

Trampa, timo, engaño, fraude, ratería, saqueo y pillaje son una asentada tradición en este capitalismo de nuestras desdichas. ¿Cuánto dinero habrán escamoteado a accionistas, ciudadanos que invierten poco, ciudadanos que invierten mucho, consumidores y contribuyentes en general todos esos que han cruzado la frontera de la decencia y la legalidad sin que les temblara un párpado? ¿Cuánto daño han hecho? ¿Cuanto sufrimiento han causado?

Y, sin embargo, no parece que se tomen las medidas necesarias para frenar ese estado de delincuencia financiera y económica, que, por cierto, no es menos nocivo que robos y atracos por la calle, sino mucho más.

¿Qué hacer inmersos en esta crisis que sufren cientos, miles de millones de personas?

La parte del león de las causas de la crisis y de que no se salga de ella (a pesar de proclamas publicitarias de lo contrario) es lo que ocurre y deja de ocurrir en el mundo financiero. Una jungla sin normas ni control.

No hay normas y, sobre todo, no hay control. Aunque desde hace más de un año (desde que Lehman Brothers estuvo a punto de hundirse) mandatarios y entidades internacionales claman por regular y controlar. Pero nadie hace nada. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.

Pero sí pasa que ministros de finanzas y directores de bancos centrales de los países del G-20 han rechazado la propuesta del Fondo Monetario Internacional de imponer tasas a los bancos. Y Alemania y Francia (seguidos como corderitos por el resto de Unión Europea) han dicho que si Grecia quiere su dinero para salir del bache el gobierno ha de jorobar mucho más a sus ciudadanos; perdón, quería decir poner en marcha un duro programa de reestructuración. El FMI continúa esquizofrénico con el déficit de los Estados, pero no mueve ficha positiva, y los republicanos de Estados Unidos han frenado la reforma financiera. O sea que algo sí se está haciendo.

Regular y controlar, no. Pero ahondar la crisis, sí. Que más gente la sufra y que no se vea una salida.

Lástima que no tengamos palabras mágicas para abrir la cueva de los tesoros como Ali Babá.

* Periodista y escritor
www.solidarios.org.es