¿Se le puede creer a Carranza?
Por Juan Sheput
Demostrando que no es lo profesional que dicen sus amigos, el ministro Luis Carranza le echó la culpa a su antecesor del frenazo que ha dado la economía peruana. No dice Carranza que él es más culpable pues al inicio del gobierno no impulsó ni una sóla reforma sustancial en el sector Economía. Por otro lado demuestra que tampoco es lo gran economista que sus amigos dicen que es pues el mercado interno no genera una caída en el PBI de la magnitud de la caída de febrero (en el que sólo llegó a 0,19%) como sí el derrumbe de nuestras exportaciones.
Siempre he sostenido que Carranza es un producto mediático de una cofradía que lo ensalza y blinda permanentemente. No es un economista de polendas.
Luis Carranza en el 2006 dijo que la inflación no era un problema y sí lo fue durante el 2007 y parte del 2008.
Luis Carranza dijo que seguiríamos creciendo a tasas del 6% y en este año ya se ajustó a 4% con tendencia a seguir bajando.
Luis Carranza y sus entusiastas funcionarios del MEF dijeron que en febrero se crecería a un ritmo del 2% y se creció un 90% menos, a tan sólo 0,19%, lo que no es margen de error sino un pésimo cálculo que no toma en cuenta las proyecciones economicas ni la prospectiva.
¿Sabrá Carranza lo que es la prospectiva económica?
No lo se en todo caso pareciera que no sabe. Y así por el estilo.
Luis Carranza por otra parte se limita a ser un gran proveedor de recursos para los faenones. Empezó la noche del terremoto en Ica con el escándalo pendiente de investigación del SIS y continúa con la provisión de recursos a la obra pública que ya recibió adelantos y no tiene cuando concluir.
Así que no hay que creerle a Luis Carranza pues es simplemente un ministro cortado a la medida del presidente Alan García.
Finalmente la solución no va a venir por el lado de la ejecución del Plan Anticrisis. Los que de buena fe piensan en ello olvidan que hay una corrupción generalizada en el aparato del gobierno que ha transformado a la inversión estatal en gasto al haberse convertido en un barril sin fondo de los recursos públicos.
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