Fujimori y el mito del "progreso económico"
por Marco Antonio Flores Villanueva
desde Boston, USA
Durante once años el fujimorismo actuó descaradamente destruyendo la reserva moral del país con el uso vitando de la mentira, la compra-venta de voluntades, y la distorsión y manipulación premeditada, concertada y brutal de la realidad.
por Marco Antonio Flores Villanueva
desde Boston, USA
Durante once años el fujimorismo actuó descaradamente destruyendo la reserva moral del país con el uso vitando de la mentira, la compra-venta de voluntades, y la distorsión y manipulación premeditada, concertada y brutal de la realidad.
Para ello utilizaron periodistas (muchos de ellos todavía en circulación y hoy convenientemente reciclados), cómicos, ídolos del balompié nacional, conductores de talk-shows, políticos de "oposición", empresarios "nacionales" y militares "patriotas".
Ahora que el sátrapa ha sido vergonzosamente extraditado desde Chile, gracias a la atenta mirada de la opinión pública internacional, los personajes que tejieron la más execrable red de corrupción en la historia del Perú republicano han regresado a los mismos medios de expresión que, durante once años de oprobio bajo el régimen criminal de Alberto Fujimori, se convirtieron en el mejor instrumento de publicidad del dictador.
Así, ayer sábado la ex-congresista Luz Salgado, agente conocida del fujimorismo, encaramada en la tribuna ofrecida por RPP y por su director, sintomáticamente acrítico durante la emisión de ese programa, ha sostenido, con desparpajo, que Alberto Fujimori tomó "decisiones difíciles" en "momentos difíciles" y que el sátrapa habría sido el artífice del "progreso económico" del país.
La leyenda, el mito del "progreso económico" es la estrategia que ha venido utilizando el fujimorismo para limpiar la cara culpable del frustrado candidato al senado japonés y empequeñecer aquellos "errores" en que incurrió el dictador al ejercer la presidencia del Perú. "Errores" que el fujimorismo (y probablemente su aliado, el actual vice-presidente del Perú, Luis Giampietri) denominan "excesos justificables ", mientras el Código Penal de los países de todo el mundo y la doctrina universal del derecho criminal tipifican esos "excesos justificables" como "delito".
Porque para el fujimorismo mendaz, que busca astutamente su reposicionamiento impune en la política nacional, la supuesta conquista del "progreso económico" bajo la conducción autoritaria de Fujimori, es la carta de justificación y redención del sátrapa contra los delitos que cometió durante su mandato. Para ellos pesa más en la balanza de su "moral política" el supuesto "progreso económico" del país bajo el régimen brutal de su líder, que las vidas humanas de hombres, mujeres y niños, víctimas inocentes de un delincuente y rufián disfrazado de presidente del Perú.
Pero las cifras, esa evaluación inobjetable de la estadística, deja materialmente sin piso al movimiento político sin patria del ciudadano japonés Alberto Fujimori.
Así, en materia de crecimiento económico, entre 1991 al 2000 el crecimiento nominal del país sólo alcanzó un 3.6%, es decir -y tomando como referente la administración constitucional más tumultuosa en términos parlamentarios-, comparativamente igual al promedio alcanzado por Fernando Belaúnde Terry en su primer mandato, sin Montesinos y sin peruanos ejecutados en la Cantuta; mientras que la tasa de crecimiento per capita, es decir el mejor valor para medir el desarrollo económico real del país, llegó durante el mismo período, 1991-2000, a la magra cifra de 1.9%.
Y mientras los señores Montesinos, Hermoza Ríos, Joi Way y los más cercanos colaboradores del nipón se llenaban alegremente los bolsillos con dinero que pertenece al país, como se ha probado con las gruesas cuentas bancarias que les fueron ubicadas en el extranjero, tal vez los fondos producto de las privatizaciones escandalosas y que se hicieron humo, cuatro mil empresas peruanas terminaron en la quiebra, miles de compatriotas se vieron desocupados y bajo un nuevo régimen laboral salvaje y condenado por la OIT, mientras que el nivel de pobreza del Perú, según la CEPAL, permaneció, durante once años de satrapía e impunidad casi sin variación alguna a los niveles que alcanzó el país desde 1970.
Y si tomamos como referente el nivel de pobreza en 1995, que fue de 47.8%, el fujimorismo renunciante vía fax dejó en el 2001 siete puntos porcentuales de más de miseria y hambre en el Perú, es decir 54.8%.
Once años de crímenes y corrupción que tampoco le significaron al Perú, en lo económico, un cambio histórico de su persistente modelo primario de exportación; por el contrario, la dependencia de nuestra economía a la variación del precio de nuestros productos en el mercado internacional fue el triste espectáculo que dominó el gobierno del "nuevo tigre" sudamericano, que juró transformar el país con "honradez, tecnología y trabajo".
Los números terminan pues por disolver, señora Luz Salgado, no solamente al fujimorismo asesino de la democracia y los derechos humanos del Perú, hoy extraditado por la fuerza moral de la opinión pública, sino también la mitología del "progreso económico" bajo un régimen que fue ladrón y criminal y que reprodujo más pobreza y miseria en el país.
Finalmente se queja la señora Salgado que algunos peruanos comparan a Alberto Fujimori con Augusto Pinochet. Recuerde la encubridora de los crímenes del régimen más oscuro de la historia del Perú, que fue el propio nipón quien se autotituló públicamente "Chinochet", haciendo él mismo un paralelo exacto con la triste figura culpable de un personaje que asesinó y ejecutó seres humanos inocentes por el pecado de combatirlo políticamente.
Por ello demandamos ni perdón ni olvido para este criminal, que hundió a la patria en la miseria y el hambre y cuyos acólitos, asalariados y sin verguenza, pretenden hoy redimirlo con el título mendaz de "artífice del progreso económico del Perú".
Boston, setiembre 23 del 2007
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www.pueblocontinente.com
Ahora que el sátrapa ha sido vergonzosamente extraditado desde Chile, gracias a la atenta mirada de la opinión pública internacional, los personajes que tejieron la más execrable red de corrupción en la historia del Perú republicano han regresado a los mismos medios de expresión que, durante once años de oprobio bajo el régimen criminal de Alberto Fujimori, se convirtieron en el mejor instrumento de publicidad del dictador.
Así, ayer sábado la ex-congresista Luz Salgado, agente conocida del fujimorismo, encaramada en la tribuna ofrecida por RPP y por su director, sintomáticamente acrítico durante la emisión de ese programa, ha sostenido, con desparpajo, que Alberto Fujimori tomó "decisiones difíciles" en "momentos difíciles" y que el sátrapa habría sido el artífice del "progreso económico" del país.
La leyenda, el mito del "progreso económico" es la estrategia que ha venido utilizando el fujimorismo para limpiar la cara culpable del frustrado candidato al senado japonés y empequeñecer aquellos "errores" en que incurrió el dictador al ejercer la presidencia del Perú. "Errores" que el fujimorismo (y probablemente su aliado, el actual vice-presidente del Perú, Luis Giampietri) denominan "excesos justificables ", mientras el Código Penal de los países de todo el mundo y la doctrina universal del derecho criminal tipifican esos "excesos justificables" como "delito".
Porque para el fujimorismo mendaz, que busca astutamente su reposicionamiento impune en la política nacional, la supuesta conquista del "progreso económico" bajo la conducción autoritaria de Fujimori, es la carta de justificación y redención del sátrapa contra los delitos que cometió durante su mandato. Para ellos pesa más en la balanza de su "moral política" el supuesto "progreso económico" del país bajo el régimen brutal de su líder, que las vidas humanas de hombres, mujeres y niños, víctimas inocentes de un delincuente y rufián disfrazado de presidente del Perú.
Pero las cifras, esa evaluación inobjetable de la estadística, deja materialmente sin piso al movimiento político sin patria del ciudadano japonés Alberto Fujimori.
Así, en materia de crecimiento económico, entre 1991 al 2000 el crecimiento nominal del país sólo alcanzó un 3.6%, es decir -y tomando como referente la administración constitucional más tumultuosa en términos parlamentarios-, comparativamente igual al promedio alcanzado por Fernando Belaúnde Terry en su primer mandato, sin Montesinos y sin peruanos ejecutados en la Cantuta; mientras que la tasa de crecimiento per capita, es decir el mejor valor para medir el desarrollo económico real del país, llegó durante el mismo período, 1991-2000, a la magra cifra de 1.9%.
Y mientras los señores Montesinos, Hermoza Ríos, Joi Way y los más cercanos colaboradores del nipón se llenaban alegremente los bolsillos con dinero que pertenece al país, como se ha probado con las gruesas cuentas bancarias que les fueron ubicadas en el extranjero, tal vez los fondos producto de las privatizaciones escandalosas y que se hicieron humo, cuatro mil empresas peruanas terminaron en la quiebra, miles de compatriotas se vieron desocupados y bajo un nuevo régimen laboral salvaje y condenado por la OIT, mientras que el nivel de pobreza del Perú, según la CEPAL, permaneció, durante once años de satrapía e impunidad casi sin variación alguna a los niveles que alcanzó el país desde 1970.
Y si tomamos como referente el nivel de pobreza en 1995, que fue de 47.8%, el fujimorismo renunciante vía fax dejó en el 2001 siete puntos porcentuales de más de miseria y hambre en el Perú, es decir 54.8%.
Once años de crímenes y corrupción que tampoco le significaron al Perú, en lo económico, un cambio histórico de su persistente modelo primario de exportación; por el contrario, la dependencia de nuestra economía a la variación del precio de nuestros productos en el mercado internacional fue el triste espectáculo que dominó el gobierno del "nuevo tigre" sudamericano, que juró transformar el país con "honradez, tecnología y trabajo".
Los números terminan pues por disolver, señora Luz Salgado, no solamente al fujimorismo asesino de la democracia y los derechos humanos del Perú, hoy extraditado por la fuerza moral de la opinión pública, sino también la mitología del "progreso económico" bajo un régimen que fue ladrón y criminal y que reprodujo más pobreza y miseria en el país.
Finalmente se queja la señora Salgado que algunos peruanos comparan a Alberto Fujimori con Augusto Pinochet. Recuerde la encubridora de los crímenes del régimen más oscuro de la historia del Perú, que fue el propio nipón quien se autotituló públicamente "Chinochet", haciendo él mismo un paralelo exacto con la triste figura culpable de un personaje que asesinó y ejecutó seres humanos inocentes por el pecado de combatirlo políticamente.
Por ello demandamos ni perdón ni olvido para este criminal, que hundió a la patria en la miseria y el hambre y cuyos acólitos, asalariados y sin verguenza, pretenden hoy redimirlo con el título mendaz de "artífice del progreso económico del Perú".
Boston, setiembre 23 del 2007
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