La crisis del gas de Argentina y Bolivia sacude a la región
Estaban llamados a ocupar el epicentro del gas latinoamericano. Bolivia, con las terceras reservas del continente, daba por hecho su rol de productor preferente. Tenía respaldo de la diplomacia energética caraqueña de Chávez y una punta de lanza en Argentina. Tanto, que prometían juntos el Gran Gasoducto del Sur como arteria para toda la región. Pero a Bolivia y Argentina se les ha dado la vuelta un embudo del gas del que los países vecinos escapan para buscar alternativas. Todas pasan por el gas natural licuado (GNL), en la próxima década el Cono Sur triplicará su capacidad y su llave ya no está en manos de Morales y los Kirchner. La estatal boliviana YPFB no tiene cómo superar hoy 44MMmcd, pero se comprometió a 30 millones con Brasil, una demanda interna de 9 millones y 5 MMmcd a Argentina. Argentina ha sellado un acuerdo con Uruguay para comprarle el GNL de una planta binacional. Quintero le permite a Chile triplicar el volumen que importaba de Argentina. Hasta Venezuela busca sitio para Pdvsa en el GNL, aún a costa de Bolivia. Todos los mapas del GNL pasan por Repsol: las dos regasificadoras de Argentina y la mitad de sus importaciones, el gas que Pdvsa le venderá a Uruguay, Paraguay y Argentina; la nueva planta de Perú y acceso a Trinidad con la sociedad Stream que comparte con Gas Natural. El Ejecutivo argentino ha pasado de la negativa a la simple matización. A un mes aún de que comience el invierno austral y los momentos punta de consumo industrial y doméstico, en la Casa Rosada no pueden ocultar que han comenzado las restricciones en todo el país. En el Ministerio de Planificación de Julio de Vido tratan de aterrizar los recelos de los consumidores: los cortes por hasta 16 millones de m3 son -en su dialéctica- sólo “restricciones controladas” a los grandes productores industriales en Argentina que tienen contratos “interrumpibles”. Nada -dicen- que no hayan podido encajar y conocer con cierta antelación las empresas. Pero nada, al mismo tiempo -denuncian las patronales- que no haya mermado en un 42% el gas que requieren para su operación las 100 mayores industrias, que haya reducido la producción de algunos combustibles y acero un 35%, o en algunas siderúrgicas que no pueden reemplazar el gas con gasoil o el fuel oil.
Estaban llamados a ocupar el epicentro del gas latinoamericano. Bolivia, con las terceras reservas del continente, daba por hecho su rol de productor preferente. Tenía respaldo de la diplomacia energética caraqueña de Chávez y una punta de lanza en Argentina. Tanto, que prometían juntos el Gran Gasoducto del Sur como arteria para toda la región. Pero a Bolivia y Argentina se les ha dado la vuelta un embudo del gas del que los países vecinos escapan para buscar alternativas. Todas pasan por el gas natural licuado (GNL), en la próxima década el Cono Sur triplicará su capacidad y su llave ya no está en manos de Morales y los Kirchner. La estatal boliviana YPFB no tiene cómo superar hoy 44MMmcd, pero se comprometió a 30 millones con Brasil, una demanda interna de 9 millones y 5 MMmcd a Argentina. Argentina ha sellado un acuerdo con Uruguay para comprarle el GNL de una planta binacional. Quintero le permite a Chile triplicar el volumen que importaba de Argentina. Hasta Venezuela busca sitio para Pdvsa en el GNL, aún a costa de Bolivia. Todos los mapas del GNL pasan por Repsol: las dos regasificadoras de Argentina y la mitad de sus importaciones, el gas que Pdvsa le venderá a Uruguay, Paraguay y Argentina; la nueva planta de Perú y acceso a Trinidad con la sociedad Stream que comparte con Gas Natural. El Ejecutivo argentino ha pasado de la negativa a la simple matización. A un mes aún de que comience el invierno austral y los momentos punta de consumo industrial y doméstico, en la Casa Rosada no pueden ocultar que han comenzado las restricciones en todo el país. En el Ministerio de Planificación de Julio de Vido tratan de aterrizar los recelos de los consumidores: los cortes por hasta 16 millones de m3 son -en su dialéctica- sólo “restricciones controladas” a los grandes productores industriales en Argentina que tienen contratos “interrumpibles”. Nada -dicen- que no hayan podido encajar y conocer con cierta antelación las empresas. Pero nada, al mismo tiempo -denuncian las patronales- que no haya mermado en un 42% el gas que requieren para su operación las 100 mayores industrias, que haya reducido la producción de algunos combustibles y acero un 35%, o en algunas siderúrgicas que no pueden reemplazar el gas con gasoil o el fuel oil.
Como reconocían fuentes de la patronal a Urgente24 y La Nación, en realidad, necesitan 700.000 m3 diarios para operar con normalidad y reciben 400.000. Por primera vez, se reconoce que será la única fórmula de que los cortes en el sector industrial (que consume un 40% de los 115 MMmcd (millones de metros cúbicos diarios) no lleguen a los usuarios domésticos. Las luces rojas están ya encendidas: las restricciones selectivas pueden llegar a las pymes en la cumbre del consumo invernal. Por primera vez, para el ministerio de De Vido, ya no se trata, como en 2008, de culpabilizar a las limitaciones del sistema de distribución y a las distribuidoras (con Gas Natural Ban en cabeza): en la Casa Rosada han llamado de nuevo a y empiezan a admitir que los problemas, ahora, son de suministro en pozo, de caída de las reservas, de descenso de la producción y de facturas de un mix en el que tiene que desviarse para las centrales térmicas y evitar el otro colapso, el eléctrico.
En palabras de Daniel Montamat, ex secretario de Energía, “Argentina se ha comido su principal capital energético, el gas natural. A principio de la década, había reservas por 800.000 millones de m3. Hoy, sólo alcanzan 400.000 millones. El país ha dejado de ser gasista, al menos lo suficiente para autoabastecerse, ha pasado del 6% al 10% de importaciones de GNL en sólo dos años y espera duplicar la capacidad de Bahía Blanca (donde YPF regasifica entre 6 y 8 millones de m3 diarios dos dólares más baratos que los de Bolivia, con flete incluido), además de lanzar otra planta con YPF y consumar este año 14 cargamentos de GNL, cinco de ellos con YPF y otros cinco con Gas Natural Ban. Pero en la mesa del Ejecutivo queman los informes, entre ellos otra vez el del grupo de los ocho ex ministros de energía y economía de la democracia. Denuncian que Argentina se desangra en subvenciones, desincentiva la inversión de las compañías privadas -cayó un 42% en un año- y ni pagando caro el gas boliviano y los buques de GNL de Trinidad y Qatar -más del triple de los 2,5 dólares por producción local- consigue zafarse de la sombra del desabastecimiento.
El intervencionismo, el control de las tarifas, un modelo subvencionado con más de 13.500 millones de pesos de subsidios la carga impositiva y las restricciones sorpresa ahogan a las grandes energéticas, con las gasistas en cabeza en un laberinto en el que la producción local les resulta cada vez más costosa y más desoídas sus peticiones de que el Gobierno abra su acceso al share gas, que permitiría a los productores recibir el doble de lo que cobran ahora. Algo pasa además -le recuerda la patronal- cuando la principal distribuidora de gas Metrogas (controlada por la británica BG pero en la que Repsol tiene un 45% del capital) está al borde del default por la parálisis de las tarifas y cuando la Casa Rosada les recuerda a Repsol y BG que Metrogas, con vencimientos de 21,7 millones de dólares este semestre, vuelve a la sombra de su intervención, aunque sea tentativa como en enero y aunque sean los olvidos el Gobierno los que le dejan cada año 45 millones de dólares en el limbo tarifario. Esta vez su directiva le ha puesto nombre -“pasividad estatal” dicen- a una trayectoria en la que desde 1999, la mayor distribuidora de gas del país no ha conseguido que Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después, le permitan aplicar las subidas aprobadas.
Además, según el último estudio de SEL Consultores, seis de cada diez empresas que operan en Argentina han reducido sus planes de inversión desde este año, no por la crisis global, sino por “la inseguridad jurídica y la intervención estatal” (en un 55% de los casos). Para el economista Ricardo Arriazu faltan 35.000 millones de dólares en siete años sólo en energía primaria. La Casa Rosada encadena, golpe a golpe, la maldición de todas las aristas de su mix energético: las restricciones en el suministro del gas industrial han obligado a reducir en un 35% -según la patronal- la producción de las petroquímicas argentinas, entre ellas la planta de YPF de Metanol. De Vido ya sabe que tiene que importar gas este invierno austral (desde junio) para las centrales de generación eléctrica. Nada que haya podido impedir ya, que tras la senda de Venezuela, Ecuador o Bolivia, las provincias argentinas sufran cortes de electricidad.
Nada que no le hayan venido advirtiendo desde 2007 los analistas locales y hasta la Cámara de empresas energéticas, que alerta ahora de es sólo el preludio de una crisis mayor. En palabras de Emilio Apud, un laberinto en el que “el crecimiento de la demanda empuja a la importación creciente de combustibles”. Argentina, con un mix muy ligado a los hidrocarburos, donde el gas supone el 56% de la matriz, se ha deslizado desde el perfil de exportador a sus vecinos al de un comprador forzoso de GNL. Las reservas se han reducido un 43% desde el 2000. Lo que en 2007 comenzó como una operación coyuntural ha terminado por ser un rasgo crónico de su mix, que el último año supuso compras por 530 millones de dólares y que ha duplicado en sólo 24 meses su nivel de importación. Santiago, Buenos Aires y Sao Paulo descartan el anillo de gasoductos regionales con el que soñaron los Kirchner y Alan García. Como recuerdan en la dirección de Metrogas Chile, el gas argentino tiene un precio muy bajo en su mercado nacional, pero el que exportan está gravado por impuestos asociados tan altos que a sus vecinos no les compensa ya. Las distribuidoras de garrafa excusan la escasez asegurando que las envasadoras optan por vender su producción en Brasil y Paraguay.
EL TERREMOTO DE TODO EL MAPA GASISTA
Las zozobras del gas argentino retumban ya en los muros de sus vecinos: hasta ahora, estaba llamada a ser el hub del gas propio y del de Bolivia para toda la región. Pero ya sólo Paraguay, que no ha cambiado aún su mix energético tiembla con cada golpe de llave a las restricciones argentinas, sabe que de marzo a noviembre todo es posible en su suministro. Y es que a la presidenta Cristina Fernández se le ha dado la vuelta el embudo del gas regional. Se lo acaba de recordar a domicilio el presidente uruguayo, José Mújica. Paradojas de la política energética argentina, según el acuerdo bilateral que acaban de firmar esta semana, será Uruguay -que no tiene gas y lo importaba hasta ahora de Bolivia a través de Argentina- el que le venderá GNL a su vecina y acogerá la regasificadora conjunta, que Argentina, a la luz del riesgo país, las dificultades para llamar a la inversión extranjera y para refinanciar proyectos locales en los mercados internacionales de crédito, ahora ha preferido no construir. Enarsa -la estatal argentina- ya tiene bastante con asumir a cuatro manos con YPF una segunda regasificadora en Escobar que deberá estar operativa en 2014, en Buenos Aires. Argentina prefiere pasar de brazos de Evo Morales (con un gas el triple de caro que el local) a brazos de Uruguay, pero la planta binacional no llegará hasta 2014, quizá ya con el gas de Pdvsa.
Lo sabe Chile. Desde la llegada de Fernández a la Casa Rosada, primero Bachelet y ahora Sebastián Piñera comenzaron a emanciparse del gas argentino, de sus cortes y sus cambios de precios. Ahora, la construcción de la que fue la primera planta regasificadora del hemisferio sur americano, Quintero, le permite almacenar y procesar 2,5 millones de toneladas por año de GNL, produciendo 10 mmcd de gas natural en base y 15 mmcd en punta y triplicar el volumen de gas que importaba hasta ahora. En otras palabras, depender sólo del GNL -hasta ahora de Trinidad y Tobago, Malasia e Indonesia- y, más aún, convertirse en potencial exportadora a Argentina (a través de Uruguay) y a Paraguay. Lejos quedan los planes de 1997, cuando Enarsa y Enap se aliaban con el Gasoducto del Pacífico como arteria. En ese entonces, Innergy firmó un contrato de compraventa de gas a largo plazo con YPF, que le permitía recibir hasta tres millones de metros cúbicos de gas diario. En 2004, en pleno invierno, a la región llegó una cantidad máxima de dos millones de metros cúbicos de combustible. Esa fue su cima, porque desde esa fecha la válvula del gas allende los Andes comenzó a cerrarse tanto, que en 2009 por el Gasoducto del Pacífico llegan apenas 200.000 metros cúbicos diarios. En los nuevos mapas energéticos de Santiago y el accionariado de la planta de Quintero se hacen sitio Metrogas y Endesa Chile. Las energéticas españolas estarán, además, presentes en el nuevo terminal de Mejillones, cuya conclusión está prevista para finales de año o principio de 2011.
BOLIVIA PIERDE LA PRIMACÍA Y LOS MAPAS DEL GAS
Ni el acuerdo sellado en abril para forzar suelos mínimos de suministro de YPFB a Brasil y Argentina hasta 2019 y 2016, ni las aspiraciones del gigante estatal de los hidrocarburos bolivianos de ingresar 2.300 millones de dólares en 2010 de esos dos mercados (un 15% más), han podido blindar las garantías del gas boliviano. YPFB hace malabares para cumplir su esquema de suministro preferente -primero al mercado local, luego a Brasil y en tercer lugar a Argentina- pero ya en el primer mes en vigor de la Adenda sellada con Brasilia y Buenos Aires, sólo la “alta intensidad energética”, según la versión oficial, ha permitido al gas boliviano no empezar a recibir sanciones. Y es que, a La Paz no le salen las cuentas. En los últimos 4 años sólo pudo incrementar su capacidad entre 2 y 3 MMmcd. Su producción máxima en 2009 oscilaba entre los 40 y los 43 millones de metros cúbicos diarios y la media cerró el ejercicio en 34. La propia YPFB reconocía que no tienen hoy capacidad para superar el techo de los 44 millones sin mayores inversiones en nuevos pozos, pero se ha comprometido a un entorno de 44 millones: al menos 30 millones con Brasil, a hacer frente a una demanda del mercado interno que roza ya los 9 millones de m3 por día y a suplir a la argentina Enarsa un mínimo de 5 MMmc/día, hasta que en 2011 llegue a 7 millones. Un suelo que ya incumple: durante varios días de mayo, Bolivia -ahogada por el consumo local entre 7 y 9 millones y el de Brasil de 29 millones, ya no ha podido enviar más de 4,6 MMcd a Argentina.
Y es que aunque dispone de las segundas reservas de gas del continente y está rodeada de tres potencias industriales (Argentina, Chile y Brasil) con déficit de gas, ni el embeleso boliviano puede ya perder de vista que respira también aún por las grietas de su ‘gigante’ energético estatal: un informe del Gobierno el que acaba de reconocer los 22 problemas que lastra la cadena productiva de los hidrocarburos bolivianos: desde la falta de conocimiento sobre las reservas probadas (no se certifican desde 2004 y no lo harán hasta finales de año como pronto y de manos de la estadounidense Raider Scott) a la falta de competitividad e incentivos para las empresas, o la “corrupción” de YPFB. La empresa estatal sólo ha conseguido ponerle ‘apellidos’ a la mitad de los 7.561 millones de dólares que necesita para su Plan Estratégico a cinco años. Más aún: La ‘maldición’ energética se teje a la perfección también en el espejo andino: la rebaja de las exportaciones contiene la producción de gas y con ella, lastra la producción de líquidos -de 46.700 bpd a 41.600 bpd. Por primera vez en más de cuatro décadas, Bolivia ha tenido que importar gasolina y GLP de consumo interno de Chile y Argentina. La ampliación del Gasoducto Al Altiplano (GAA) aún está en construcción y su aprovechamiento, además, está condicionado a la conclusión del Gasoducto Carrasco-Cochabamba (GCC), que estaba prevista para 2010.
Bolivia encadena en torno a la estatal YPFB las zozobras de su gas. Y no son sólo ya las del suministro. Como los analistas locales recuerdan, el proceso de diversificación de los que eran sus clientes preferenciales hace que, en tan sólo dos años, el gas boliviano que se exporta a Brasil, a 4,34 dólares por millón de BTU empiece a ser menos competitivo que el GNL que Sao Paulo recibe por otras vías. De hecho, los 1.387 km del Gasoducto de Integración Sureste-Noreste construido desde este año con la previsión de llevar 20 MMmcd de Río a Bahía, la mayoría de gas boliviano, le hará sitio al GNL importado desde varios mercados y si Brasil esperaba haber incrementado con él en 14 millones de m3 por día adicionales sus importaciones, es Petrobrás la que reconoce que ahora vendrán, como GNL, de otros mares. Uruguay, que durante años reivindicó la libertad de acceso al gas boliviano, lo ha puesto ahora a competir con el GNL importado desde Trinidad, Qatar, Asia y quizá, en un futuro no tan lejano, Perú. Y es que, como advierten los analistas regionales, su propio Triángulo de las Bermudas del gas acabará por engullir las aspiraciones regionales de Argentina y Bolivia en una nueva geometría energética, donde a pesar de los precios -el GNL es en principio más caro que el suministrado en ductos locales y de que sólo supone el 10% del mercado mundial- cada uno de sus socios y de los mercados vecinos busca la llave de su seguridad y su autonomía con él.
Esta situación pone a Bolivia, que exporta sólo a través de ductos, en una posición muy distinta de hace cinco años, cuando se proyectaba como el centro de distribución regional. Se lo acaba de describir a Morales su propia Cámara de Hidrocarburos (CBH): detectan “un fuerte contraste entre el crecimiento del GNL en barcos metaneros a los centros de demanda de Sudamérica y el estancamiento de exportación de gas natural boliviano en gasoductos”. De la gran red que Hugo Chávez y Morales prometían tejer en toda Sudamérica con Argentina como punta de lanza, hoy no queda ni la intención diplomática. Las zozobras de La Paz y Buenos Aires, el pragmatismo de Caracas y los recelos de Brasilia, Santiago y Montevideo han podido más. “La apuesta por un proceso de integración por gasoductos, que tuvo un crecimiento explosivo en la capacidad de transporte internacional incorporada entre 1998 y 2002, de los 19,1 MMmcd a 105,8 MMmcd -advierte la CBH- ha llegado al estancamiento”. “El incumplimiento de contratos por parte de Argentina y Bolivia, el estancamiento de la inversión y la poca confiabilidad mostrada parecen haber postergado el apetito de los importadores regionales, para nuevos proyectos de integración intrarregional” por gasoductos, apunta la CBH.
LAS CARRERAS DEL GNL
Los ductos serán nacionales, lo justo para distribuir el gas local y complementarse con el GNL, como en Chile, en la propia Argentina, o en Perú, que ha empezado a hacerse sitio en una dinámica en la que los productores no quieren arriesgarse en inversiones en infraestructuras costosas, que requieren cuantiosas reservas probadas; tratan de eludir y en la que los centros de consumo latinoamericanos prefieren garantizar suministros constantes y eludir riesgos políticos. Como explicaba Bernardo Prado Liébana en HidrocarburosBolivia.com, “Obama quiere el petróleo de Lula para olvidarse de Chávez, Lula, de la mano de Petrobrás, está opacando el protagonismo de PDVSA y pronto va a decirle a Morales que ya no necesita el gas boliviano, Kirchner optó por el ¨confiable¨ GNL de Trinidad y Tobago para afrontar el invierno que viene, García duerme tranquilo con Camisea y Perú LNG y Chile, con la planta de regasificación de Quintero a punto de estrenarse, le dirá adiós para siempre al gas argentino. A Bolivia no le queda más opción que ver desde una platea popular el desfile del cual pudo ser la estrella”. Hasta en los planes estratégicos de Pdvsa comienzan a hacerle caso a los vaticinios de Antoni Brufau durante la 24ª Conferencia Mundial del Gas en Buenos Aires: para los petroleros la estrella del negocio será el GNL, “tiene un horizonte favorable para crecer a más velocidad que los combustibles líquidos” y “aumentará la interdependencia regional”.
El Gobierno venezolano vuelve a mirar a las mayores reservas del gas del continente; se ha dado cuenta de que lo que era inviable por ductos en los mapas de su Gran Gasoducto del Sur puede ser factible en barcos y se ha lanzado a la carrera del GNL, esta vez con su propia bandera. Aún a costa de driblarle sus mercados a Evo Morales, durante el último trimestre, Petróleos de Venezuela ha intentado hacer valer nuevas opciones para su gas natural (principalmente gas no asociado al petróleo en yacimientos costa afuera). “Si no encuentran todo el gas que necesitan en su tierra, en Venezuela está todo el gas uruguayo”, le prometía Chávez a Mujica hace menos de un mes, ahora que Repsol YPF ha incrementado un 30%, hasta los 12 TCF, sus estimaciones del Megcampo Perla. Son los mismos compromisos que ya ha sellado con Cristina Fernández, con la que sostiene aún, aunque latente, un proyecto del terminal de regasificación que ENARSA y PDVSA emprendieron en 2007. Cuando Venezuela exporte GNL, llegará a Brasil y Argentina. Lo más factible es que el gran Gasoducto URUPABOL se llame simplemente Gasoducto URUPA y que Paraguay acabe recibiendo gas venezolano regasificado en Uruguay.
Topará, eso sí, en el nuevo mapa del ‘imperio gasista bolivariano’ con la avanzadilla limeña. La primera planta de licuefacción de toda Sudamérica -en la que Repsol tiene un 20%-, operativa desde la próxima semana en Cañete, al sur de Lima, tiene como destino preferente para sus 4,4 millones de toneladas de GNL por año la terminal de Manzanillo en México, pero mientras está a punto para recibir importaciones, se plantea si destinar su producción a Canaport, en Canadá, donde la española tiene el 75% de la sociedad y otro de sus nudos gasistas para el continente. Será, siempre, a través de navíos metaneros de Stream (la sociedad de Gas Natural con Repsol para GNL). Y a pesar de las diferencias diplomáticas y de las líneas rojas impuestas desde el Palacio de Pizarro, es el ejecutivo de Piñera el primero en explorar la posibilidad de exportar parte de ese gas de Camisea al mercado chileno. Una opción que desde el Gobierno de García sólo se aceptaría a cambio de que Santiago invierta en una regasificadora en suelo peruano, o una termoeléctrica a gas en la frontera para abastecer al Sistema Interconectado del Norte Grande de Chile. YPF bifurca los ojos de sus intereses andinos: en una mano, la exterior, el acceso al 20% de los 14,1 TCF (billones de pies cúbicos de gas) que Pluspetrol y sus aliados -Repsol, la estadounidense Hunt Oil y la coreana SK Energy- descuentan en Camisea hasta el final de la vida útil de sus campos en 2047. En la otra, las reservas de 2,5 trillones de pies cúbicos de su bloque 57, con las que desde 2012 nutrirá al mercado nacional. El ariete andino de Brufau suma y sigue en la telaraña del GNL regional para Repsol, la misma que le garantiza la hegemonía del GNL en Argentina, Perú, Chile y Bolivia, y vía libre a México, Canadá y EEUU.
En palabras de Daniel Montamat, ex secretario de Energía, “Argentina se ha comido su principal capital energético, el gas natural. A principio de la década, había reservas por 800.000 millones de m3. Hoy, sólo alcanzan 400.000 millones. El país ha dejado de ser gasista, al menos lo suficiente para autoabastecerse, ha pasado del 6% al 10% de importaciones de GNL en sólo dos años y espera duplicar la capacidad de Bahía Blanca (donde YPF regasifica entre 6 y 8 millones de m3 diarios dos dólares más baratos que los de Bolivia, con flete incluido), además de lanzar otra planta con YPF y consumar este año 14 cargamentos de GNL, cinco de ellos con YPF y otros cinco con Gas Natural Ban. Pero en la mesa del Ejecutivo queman los informes, entre ellos otra vez el del grupo de los ocho ex ministros de energía y economía de la democracia. Denuncian que Argentina se desangra en subvenciones, desincentiva la inversión de las compañías privadas -cayó un 42% en un año- y ni pagando caro el gas boliviano y los buques de GNL de Trinidad y Qatar -más del triple de los 2,5 dólares por producción local- consigue zafarse de la sombra del desabastecimiento.
El intervencionismo, el control de las tarifas, un modelo subvencionado con más de 13.500 millones de pesos de subsidios la carga impositiva y las restricciones sorpresa ahogan a las grandes energéticas, con las gasistas en cabeza en un laberinto en el que la producción local les resulta cada vez más costosa y más desoídas sus peticiones de que el Gobierno abra su acceso al share gas, que permitiría a los productores recibir el doble de lo que cobran ahora. Algo pasa además -le recuerda la patronal- cuando la principal distribuidora de gas Metrogas (controlada por la británica BG pero en la que Repsol tiene un 45% del capital) está al borde del default por la parálisis de las tarifas y cuando la Casa Rosada les recuerda a Repsol y BG que Metrogas, con vencimientos de 21,7 millones de dólares este semestre, vuelve a la sombra de su intervención, aunque sea tentativa como en enero y aunque sean los olvidos el Gobierno los que le dejan cada año 45 millones de dólares en el limbo tarifario. Esta vez su directiva le ha puesto nombre -“pasividad estatal” dicen- a una trayectoria en la que desde 1999, la mayor distribuidora de gas del país no ha conseguido que Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después, le permitan aplicar las subidas aprobadas.
Además, según el último estudio de SEL Consultores, seis de cada diez empresas que operan en Argentina han reducido sus planes de inversión desde este año, no por la crisis global, sino por “la inseguridad jurídica y la intervención estatal” (en un 55% de los casos). Para el economista Ricardo Arriazu faltan 35.000 millones de dólares en siete años sólo en energía primaria. La Casa Rosada encadena, golpe a golpe, la maldición de todas las aristas de su mix energético: las restricciones en el suministro del gas industrial han obligado a reducir en un 35% -según la patronal- la producción de las petroquímicas argentinas, entre ellas la planta de YPF de Metanol. De Vido ya sabe que tiene que importar gas este invierno austral (desde junio) para las centrales de generación eléctrica. Nada que haya podido impedir ya, que tras la senda de Venezuela, Ecuador o Bolivia, las provincias argentinas sufran cortes de electricidad.
Nada que no le hayan venido advirtiendo desde 2007 los analistas locales y hasta la Cámara de empresas energéticas, que alerta ahora de es sólo el preludio de una crisis mayor. En palabras de Emilio Apud, un laberinto en el que “el crecimiento de la demanda empuja a la importación creciente de combustibles”. Argentina, con un mix muy ligado a los hidrocarburos, donde el gas supone el 56% de la matriz, se ha deslizado desde el perfil de exportador a sus vecinos al de un comprador forzoso de GNL. Las reservas se han reducido un 43% desde el 2000. Lo que en 2007 comenzó como una operación coyuntural ha terminado por ser un rasgo crónico de su mix, que el último año supuso compras por 530 millones de dólares y que ha duplicado en sólo 24 meses su nivel de importación. Santiago, Buenos Aires y Sao Paulo descartan el anillo de gasoductos regionales con el que soñaron los Kirchner y Alan García. Como recuerdan en la dirección de Metrogas Chile, el gas argentino tiene un precio muy bajo en su mercado nacional, pero el que exportan está gravado por impuestos asociados tan altos que a sus vecinos no les compensa ya. Las distribuidoras de garrafa excusan la escasez asegurando que las envasadoras optan por vender su producción en Brasil y Paraguay.
EL TERREMOTO DE TODO EL MAPA GASISTA
Las zozobras del gas argentino retumban ya en los muros de sus vecinos: hasta ahora, estaba llamada a ser el hub del gas propio y del de Bolivia para toda la región. Pero ya sólo Paraguay, que no ha cambiado aún su mix energético tiembla con cada golpe de llave a las restricciones argentinas, sabe que de marzo a noviembre todo es posible en su suministro. Y es que a la presidenta Cristina Fernández se le ha dado la vuelta el embudo del gas regional. Se lo acaba de recordar a domicilio el presidente uruguayo, José Mújica. Paradojas de la política energética argentina, según el acuerdo bilateral que acaban de firmar esta semana, será Uruguay -que no tiene gas y lo importaba hasta ahora de Bolivia a través de Argentina- el que le venderá GNL a su vecina y acogerá la regasificadora conjunta, que Argentina, a la luz del riesgo país, las dificultades para llamar a la inversión extranjera y para refinanciar proyectos locales en los mercados internacionales de crédito, ahora ha preferido no construir. Enarsa -la estatal argentina- ya tiene bastante con asumir a cuatro manos con YPF una segunda regasificadora en Escobar que deberá estar operativa en 2014, en Buenos Aires. Argentina prefiere pasar de brazos de Evo Morales (con un gas el triple de caro que el local) a brazos de Uruguay, pero la planta binacional no llegará hasta 2014, quizá ya con el gas de Pdvsa.
Lo sabe Chile. Desde la llegada de Fernández a la Casa Rosada, primero Bachelet y ahora Sebastián Piñera comenzaron a emanciparse del gas argentino, de sus cortes y sus cambios de precios. Ahora, la construcción de la que fue la primera planta regasificadora del hemisferio sur americano, Quintero, le permite almacenar y procesar 2,5 millones de toneladas por año de GNL, produciendo 10 mmcd de gas natural en base y 15 mmcd en punta y triplicar el volumen de gas que importaba hasta ahora. En otras palabras, depender sólo del GNL -hasta ahora de Trinidad y Tobago, Malasia e Indonesia- y, más aún, convertirse en potencial exportadora a Argentina (a través de Uruguay) y a Paraguay. Lejos quedan los planes de 1997, cuando Enarsa y Enap se aliaban con el Gasoducto del Pacífico como arteria. En ese entonces, Innergy firmó un contrato de compraventa de gas a largo plazo con YPF, que le permitía recibir hasta tres millones de metros cúbicos de gas diario. En 2004, en pleno invierno, a la región llegó una cantidad máxima de dos millones de metros cúbicos de combustible. Esa fue su cima, porque desde esa fecha la válvula del gas allende los Andes comenzó a cerrarse tanto, que en 2009 por el Gasoducto del Pacífico llegan apenas 200.000 metros cúbicos diarios. En los nuevos mapas energéticos de Santiago y el accionariado de la planta de Quintero se hacen sitio Metrogas y Endesa Chile. Las energéticas españolas estarán, además, presentes en el nuevo terminal de Mejillones, cuya conclusión está prevista para finales de año o principio de 2011.
BOLIVIA PIERDE LA PRIMACÍA Y LOS MAPAS DEL GAS
Ni el acuerdo sellado en abril para forzar suelos mínimos de suministro de YPFB a Brasil y Argentina hasta 2019 y 2016, ni las aspiraciones del gigante estatal de los hidrocarburos bolivianos de ingresar 2.300 millones de dólares en 2010 de esos dos mercados (un 15% más), han podido blindar las garantías del gas boliviano. YPFB hace malabares para cumplir su esquema de suministro preferente -primero al mercado local, luego a Brasil y en tercer lugar a Argentina- pero ya en el primer mes en vigor de la Adenda sellada con Brasilia y Buenos Aires, sólo la “alta intensidad energética”, según la versión oficial, ha permitido al gas boliviano no empezar a recibir sanciones. Y es que, a La Paz no le salen las cuentas. En los últimos 4 años sólo pudo incrementar su capacidad entre 2 y 3 MMmcd. Su producción máxima en 2009 oscilaba entre los 40 y los 43 millones de metros cúbicos diarios y la media cerró el ejercicio en 34. La propia YPFB reconocía que no tienen hoy capacidad para superar el techo de los 44 millones sin mayores inversiones en nuevos pozos, pero se ha comprometido a un entorno de 44 millones: al menos 30 millones con Brasil, a hacer frente a una demanda del mercado interno que roza ya los 9 millones de m3 por día y a suplir a la argentina Enarsa un mínimo de 5 MMmc/día, hasta que en 2011 llegue a 7 millones. Un suelo que ya incumple: durante varios días de mayo, Bolivia -ahogada por el consumo local entre 7 y 9 millones y el de Brasil de 29 millones, ya no ha podido enviar más de 4,6 MMcd a Argentina.
Y es que aunque dispone de las segundas reservas de gas del continente y está rodeada de tres potencias industriales (Argentina, Chile y Brasil) con déficit de gas, ni el embeleso boliviano puede ya perder de vista que respira también aún por las grietas de su ‘gigante’ energético estatal: un informe del Gobierno el que acaba de reconocer los 22 problemas que lastra la cadena productiva de los hidrocarburos bolivianos: desde la falta de conocimiento sobre las reservas probadas (no se certifican desde 2004 y no lo harán hasta finales de año como pronto y de manos de la estadounidense Raider Scott) a la falta de competitividad e incentivos para las empresas, o la “corrupción” de YPFB. La empresa estatal sólo ha conseguido ponerle ‘apellidos’ a la mitad de los 7.561 millones de dólares que necesita para su Plan Estratégico a cinco años. Más aún: La ‘maldición’ energética se teje a la perfección también en el espejo andino: la rebaja de las exportaciones contiene la producción de gas y con ella, lastra la producción de líquidos -de 46.700 bpd a 41.600 bpd. Por primera vez en más de cuatro décadas, Bolivia ha tenido que importar gasolina y GLP de consumo interno de Chile y Argentina. La ampliación del Gasoducto Al Altiplano (GAA) aún está en construcción y su aprovechamiento, además, está condicionado a la conclusión del Gasoducto Carrasco-Cochabamba (GCC), que estaba prevista para 2010.
Bolivia encadena en torno a la estatal YPFB las zozobras de su gas. Y no son sólo ya las del suministro. Como los analistas locales recuerdan, el proceso de diversificación de los que eran sus clientes preferenciales hace que, en tan sólo dos años, el gas boliviano que se exporta a Brasil, a 4,34 dólares por millón de BTU empiece a ser menos competitivo que el GNL que Sao Paulo recibe por otras vías. De hecho, los 1.387 km del Gasoducto de Integración Sureste-Noreste construido desde este año con la previsión de llevar 20 MMmcd de Río a Bahía, la mayoría de gas boliviano, le hará sitio al GNL importado desde varios mercados y si Brasil esperaba haber incrementado con él en 14 millones de m3 por día adicionales sus importaciones, es Petrobrás la que reconoce que ahora vendrán, como GNL, de otros mares. Uruguay, que durante años reivindicó la libertad de acceso al gas boliviano, lo ha puesto ahora a competir con el GNL importado desde Trinidad, Qatar, Asia y quizá, en un futuro no tan lejano, Perú. Y es que, como advierten los analistas regionales, su propio Triángulo de las Bermudas del gas acabará por engullir las aspiraciones regionales de Argentina y Bolivia en una nueva geometría energética, donde a pesar de los precios -el GNL es en principio más caro que el suministrado en ductos locales y de que sólo supone el 10% del mercado mundial- cada uno de sus socios y de los mercados vecinos busca la llave de su seguridad y su autonomía con él.
Esta situación pone a Bolivia, que exporta sólo a través de ductos, en una posición muy distinta de hace cinco años, cuando se proyectaba como el centro de distribución regional. Se lo acaba de describir a Morales su propia Cámara de Hidrocarburos (CBH): detectan “un fuerte contraste entre el crecimiento del GNL en barcos metaneros a los centros de demanda de Sudamérica y el estancamiento de exportación de gas natural boliviano en gasoductos”. De la gran red que Hugo Chávez y Morales prometían tejer en toda Sudamérica con Argentina como punta de lanza, hoy no queda ni la intención diplomática. Las zozobras de La Paz y Buenos Aires, el pragmatismo de Caracas y los recelos de Brasilia, Santiago y Montevideo han podido más. “La apuesta por un proceso de integración por gasoductos, que tuvo un crecimiento explosivo en la capacidad de transporte internacional incorporada entre 1998 y 2002, de los 19,1 MMmcd a 105,8 MMmcd -advierte la CBH- ha llegado al estancamiento”. “El incumplimiento de contratos por parte de Argentina y Bolivia, el estancamiento de la inversión y la poca confiabilidad mostrada parecen haber postergado el apetito de los importadores regionales, para nuevos proyectos de integración intrarregional” por gasoductos, apunta la CBH.
LAS CARRERAS DEL GNL
Los ductos serán nacionales, lo justo para distribuir el gas local y complementarse con el GNL, como en Chile, en la propia Argentina, o en Perú, que ha empezado a hacerse sitio en una dinámica en la que los productores no quieren arriesgarse en inversiones en infraestructuras costosas, que requieren cuantiosas reservas probadas; tratan de eludir y en la que los centros de consumo latinoamericanos prefieren garantizar suministros constantes y eludir riesgos políticos. Como explicaba Bernardo Prado Liébana en HidrocarburosBolivia.com, “Obama quiere el petróleo de Lula para olvidarse de Chávez, Lula, de la mano de Petrobrás, está opacando el protagonismo de PDVSA y pronto va a decirle a Morales que ya no necesita el gas boliviano, Kirchner optó por el ¨confiable¨ GNL de Trinidad y Tobago para afrontar el invierno que viene, García duerme tranquilo con Camisea y Perú LNG y Chile, con la planta de regasificación de Quintero a punto de estrenarse, le dirá adiós para siempre al gas argentino. A Bolivia no le queda más opción que ver desde una platea popular el desfile del cual pudo ser la estrella”. Hasta en los planes estratégicos de Pdvsa comienzan a hacerle caso a los vaticinios de Antoni Brufau durante la 24ª Conferencia Mundial del Gas en Buenos Aires: para los petroleros la estrella del negocio será el GNL, “tiene un horizonte favorable para crecer a más velocidad que los combustibles líquidos” y “aumentará la interdependencia regional”.
El Gobierno venezolano vuelve a mirar a las mayores reservas del gas del continente; se ha dado cuenta de que lo que era inviable por ductos en los mapas de su Gran Gasoducto del Sur puede ser factible en barcos y se ha lanzado a la carrera del GNL, esta vez con su propia bandera. Aún a costa de driblarle sus mercados a Evo Morales, durante el último trimestre, Petróleos de Venezuela ha intentado hacer valer nuevas opciones para su gas natural (principalmente gas no asociado al petróleo en yacimientos costa afuera). “Si no encuentran todo el gas que necesitan en su tierra, en Venezuela está todo el gas uruguayo”, le prometía Chávez a Mujica hace menos de un mes, ahora que Repsol YPF ha incrementado un 30%, hasta los 12 TCF, sus estimaciones del Megcampo Perla. Son los mismos compromisos que ya ha sellado con Cristina Fernández, con la que sostiene aún, aunque latente, un proyecto del terminal de regasificación que ENARSA y PDVSA emprendieron en 2007. Cuando Venezuela exporte GNL, llegará a Brasil y Argentina. Lo más factible es que el gran Gasoducto URUPABOL se llame simplemente Gasoducto URUPA y que Paraguay acabe recibiendo gas venezolano regasificado en Uruguay.
Topará, eso sí, en el nuevo mapa del ‘imperio gasista bolivariano’ con la avanzadilla limeña. La primera planta de licuefacción de toda Sudamérica -en la que Repsol tiene un 20%-, operativa desde la próxima semana en Cañete, al sur de Lima, tiene como destino preferente para sus 4,4 millones de toneladas de GNL por año la terminal de Manzanillo en México, pero mientras está a punto para recibir importaciones, se plantea si destinar su producción a Canaport, en Canadá, donde la española tiene el 75% de la sociedad y otro de sus nudos gasistas para el continente. Será, siempre, a través de navíos metaneros de Stream (la sociedad de Gas Natural con Repsol para GNL). Y a pesar de las diferencias diplomáticas y de las líneas rojas impuestas desde el Palacio de Pizarro, es el ejecutivo de Piñera el primero en explorar la posibilidad de exportar parte de ese gas de Camisea al mercado chileno. Una opción que desde el Gobierno de García sólo se aceptaría a cambio de que Santiago invierta en una regasificadora en suelo peruano, o una termoeléctrica a gas en la frontera para abastecer al Sistema Interconectado del Norte Grande de Chile. YPF bifurca los ojos de sus intereses andinos: en una mano, la exterior, el acceso al 20% de los 14,1 TCF (billones de pies cúbicos de gas) que Pluspetrol y sus aliados -Repsol, la estadounidense Hunt Oil y la coreana SK Energy- descuentan en Camisea hasta el final de la vida útil de sus campos en 2047. En la otra, las reservas de 2,5 trillones de pies cúbicos de su bloque 57, con las que desde 2012 nutrirá al mercado nacional. El ariete andino de Brufau suma y sigue en la telaraña del GNL regional para Repsol, la misma que le garantiza la hegemonía del GNL en Argentina, Perú, Chile y Bolivia, y vía libre a México, Canadá y EEUU.
http://www.voltairenet.org/article165900.html
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11-6-2010