Consumismo energético
Por Rocío Ruiz-Calero (*)
La creciente demanda mundial de energía provocará una crisis de suministro en 2015 que impedirá frenar el cambio climático, según el último informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE). Como consecuencias de esta crisis la AIE señala el aumento del precio del petróleo, que en 2030 podría alcanzar la cantidad de 159 dólares por barril, y el crecimiento de las emisiones de gas de efecto invernadero, que dará lugar a una subida de la temperatura global del planeta de entre cinco y seis grados.
El modelo económico y productivo dominante identifica bienestar con expansión y ésta con una mayor demanda de energía. Pero las nuevas tendencias mundiales de consumo, lideradas por potencias emergentes, como China e India, amenazan la seguridad energética y aceleran la destrucción del medio ambiente. El desarrollo de estos países está transformando el sistema global de energía como resultado de la progresiva importancia que están cobrando en los mercados internacionales. Los países en desarrollo representarán en 2015 el 47% del mercado energético global y más del 50% en 2030. En la actualidad, es del 41%.
En 2007, China aspira a convertirse en el mayor emisor de energía mundial y, en 2010, en el mayor consumidor. El país asiático se ha convertido también en la principal fuente de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, superando a EEUU. India se convertirá en el tercer emisor de CO2 en 2015.
China e India representan el 45% del aumento de la demanda mundial de energía. La AIE calcula que esa demanda ascenderá al 55% en 2030, más de la mitad de ese aumento corresponderá a ambos países. Ese año se prevé que China importe más de 116 millones de barriles de crudo al día. Los países de todo el mundo deberán invertir 22 billones de dólares en infraestructura para poder hacer frente a ese ritmo de demanda. A pesar de todo, no existen garantías de que esas inversiones se concreten y la capacidad y voluntad de los principales productores de petróleo y gas para llevarlas a cabo resultan inciertas.
Si se cumplen los pronósticos, las emisiones de gases de efecto invernadero pueden crecer un 57%, del que serán responsables, en un 75%, los países en desarrollo.
Incluso si los distintos gobiernos optan por políticas ecológicas, la AIE calcula que estos gases en la atmósfera aumentarán en un 25%.
El incremento de la demanda energética global tendrá lugar a pesar de los elevados precios del petróleo y el gas, hecho que afecta de forma directa a la salud de la economía mundial. El carbón se convertirá en un importante recurso sustitutivo. Sin embargo, ante los precios de los combustibles fósiles, la preocupación por la seguridad de suministro y las consideraciones medioambientales, mejorarán las expectativas respecto a la energía nuclear, que podría conseguir una disminución de las emisiones de CO2 de forma rentable.
Las tendencias actuales de consumo de energía no son sostenibles y plantean la necesidad de buscar nuevas políticas que mejoren la eficiencia energética y frenen la demanda descontrolada y el crecimiento de las emisiones de gases a corto plazo. Potenciar las energías alternativas y hacer un uso más eficiente de los combustibles son algunas de las medidas que propone la AIE, pero la concreción de las políticas a adoptar encuentra dificultades debido a la urgencia que requieren, la magnitud de los problemas a resolver y la necesidad de conseguir apoyo internacional.
La energía forma parte del desarrollo sostenible y las nuevas políticas deben buscar un equilibrio entre las tres dimensiones de ese desarrollo: la seguridad energética, el desarrollo económico y la protección del medio ambiente.
Periodista
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