Lo que la Shell nos regaló se va a México
Por Humberto Campodónico
Las reservas del Lote 88 de Camisea fueron descubiertas por Shell en 1984. En 1987 Shell negoció con el gobierno de García un acuerdo que no culminó, debido a desavenencias. Las negociaciones se reanudaron en 1996, bajo Fujimori. En julio de 1998, sin embargo, el consorcio Shell/Mobil anunció la suspensión del proyecto, debido, otra vez, a desavenencias.
Al irse Shell, el íntegro de las reservas probadas del Lote 88, estimadas en 8.3 billones de pies cúbicos, revirtieron gratis al Estado, de acuerdo a la ley. Así, el Estado se hizo del quinto yacimiento más grande de América del Sur sin invertir un solo centavo.
¿Cuánto invirtió Shell en el Lote 88? Dice Eleodoro Mayorga, ex presidente de Petroperú y funcionario del Banco Mundial: “El legado de Shell en Camisea comprende inversiones hundidas por un valor de hasta US$ 400 millones y un conjunto de normas medioambientales y sociales de vanguardia” (1). De acuerdo con las cifras oficiales, son US$ 210 millones en los 80 y US$ 246 millones de 1996 a 1998.
En el 2000 se volvió a someter a concurso el Lote 88 y lo ganó un consorcio integrado, entre otros, por Pluspetrol, Hunt Oil y la coreana SK. Este gas, que llegó a Lima en agosto del 2004, estaba reservado para el mercado interno, de acuerdo con la legislación vigente. Sin embargo, por cambios en las leyes bajo Toledo, este gas que Shell nos dejó gratis, va ahora a ser exportado a México.
Sigamos. En el 2001, Shell devuelve al Perú el Lote 75 (hoy Lote 56) después de invertir US$ 61 millones de 1997 al 2001, con 2.8 bpc de gas, adicionales a las del Lote 88, que tampoco pudo explotar por razones diversas.
En total Shell invirtió US$ 516 millones entre 1983 y el 2001 y encontró 11.1 bpc (2), que revirtieron gratis al Perú. Este Lote 56 fue entregado, sin concurso, en el 2003 al mismo consorcio Camisea que ya tenía el Lote 88. Así, este Consorcio ahora explota dos yacimientos sin haber corrido riesgo alguno.
Resulta que, bajo Toledo, se negoció que las reservas del Lote 56 se destinaran a la exportación. Pero había un problema para los exportadores. Las reservas eran muy pequeñas para sustentar un contrato de largo plazo, necesario en ese negocio. ¿Qué hizo, entonces, el nuevo consorcio exportador (Peru LNG, integrado por Hunt Oil y SK)? Muy simple: tratar de lograr que el gas del Lote 88 (reservado para el mercado interno) también pudiera ser exportado.
Y lo lograron: el Congreso cambió las leyes y, en enero del 2006, se renegoció el contrato del Lote 88 para que también se puedan exportar sus reservas. Es por ese compromiso de exportación que las reservas ya no alcanzan para el mercado interno, por lo cual el consorcio Camisea ya no está dando gas para las centrales térmicas.
Tampoco hay reservas para el gasoducto al sur (Cusco, Puno, Arequipa e Ilo). Algunos dicen que no hay problema, porque hay gas en los lotes aledaños, como los 2 bpc que Repsol ha descubierto en el Lote 57. Pero, un momentito: ese gas va a tener precio internacional (más caro que el del Lote 88) porque así consta en el contrato.
Eso es lo que está pasando: el regalo de Dios que la Shell le hizo al Perú va a ser exportado a México por un consorcio que no invirtió un solo centavo por encontrarlo. Perdemos, así, nuestro pasaporte a la independencia energética, a un combustible barato y menos contaminante que el petróleo, que permite aumentar la productividad de las empresas y mejorar el bolsillo de la gente (los taxistas, por ejemplo).
No, estimados lectores, esto no es una pesadilla ni una historia de humor negro. Es lo que está ocurriendo, a menos que lo impidamos.
(1) Perú, la oportunidad de un país diferente, Banco Mundial, Washington, 2006, Capítulo 17.
(2) Esas reservas se han reducido a 8.8 bpc, según el reciente informe de Gaffney Cline.
Todos los artículos del autor pueden ser leídos en: www.cristaldemira.com
En el 2000 se volvió a someter a concurso el Lote 88 y lo ganó un consorcio integrado, entre otros, por Pluspetrol, Hunt Oil y la coreana SK. Este gas, que llegó a Lima en agosto del 2004, estaba reservado para el mercado interno, de acuerdo con la legislación vigente. Sin embargo, por cambios en las leyes bajo Toledo, este gas que Shell nos dejó gratis, va ahora a ser exportado a México.
Sigamos. En el 2001, Shell devuelve al Perú el Lote 75 (hoy Lote 56) después de invertir US$ 61 millones de 1997 al 2001, con 2.8 bpc de gas, adicionales a las del Lote 88, que tampoco pudo explotar por razones diversas.
En total Shell invirtió US$ 516 millones entre 1983 y el 2001 y encontró 11.1 bpc (2), que revirtieron gratis al Perú. Este Lote 56 fue entregado, sin concurso, en el 2003 al mismo consorcio Camisea que ya tenía el Lote 88. Así, este Consorcio ahora explota dos yacimientos sin haber corrido riesgo alguno.
Resulta que, bajo Toledo, se negoció que las reservas del Lote 56 se destinaran a la exportación. Pero había un problema para los exportadores. Las reservas eran muy pequeñas para sustentar un contrato de largo plazo, necesario en ese negocio. ¿Qué hizo, entonces, el nuevo consorcio exportador (Peru LNG, integrado por Hunt Oil y SK)? Muy simple: tratar de lograr que el gas del Lote 88 (reservado para el mercado interno) también pudiera ser exportado.
Y lo lograron: el Congreso cambió las leyes y, en enero del 2006, se renegoció el contrato del Lote 88 para que también se puedan exportar sus reservas. Es por ese compromiso de exportación que las reservas ya no alcanzan para el mercado interno, por lo cual el consorcio Camisea ya no está dando gas para las centrales térmicas.
Tampoco hay reservas para el gasoducto al sur (Cusco, Puno, Arequipa e Ilo). Algunos dicen que no hay problema, porque hay gas en los lotes aledaños, como los 2 bpc que Repsol ha descubierto en el Lote 57. Pero, un momentito: ese gas va a tener precio internacional (más caro que el del Lote 88) porque así consta en el contrato.
Eso es lo que está pasando: el regalo de Dios que la Shell le hizo al Perú va a ser exportado a México por un consorcio que no invirtió un solo centavo por encontrarlo. Perdemos, así, nuestro pasaporte a la independencia energética, a un combustible barato y menos contaminante que el petróleo, que permite aumentar la productividad de las empresas y mejorar el bolsillo de la gente (los taxistas, por ejemplo).
No, estimados lectores, esto no es una pesadilla ni una historia de humor negro. Es lo que está ocurriendo, a menos que lo impidamos.
(1) Perú, la oportunidad de un país diferente, Banco Mundial, Washington, 2006, Capítulo 17.
(2) Esas reservas se han reducido a 8.8 bpc, según el reciente informe de Gaffney Cline.
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