Por una energía sostenible
Por Ana Muñoz Álvarez*
“Las energías renovables están sacando fuera del sistema a los combustibles fósiles”, explica la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA). El 39% de los kilovatios producidos durante el pasado mes de enero en España fueron de origen renovable, según Red Eléctrica. España se ha alzado con una posición de liderazgo en el desarrollo de tecnologías eólicas, solares y de regasificación. Además, es un país modelo en la gestión del transporte energético. Aunque en el campo de la energía es mucho lo que queda por hacer.
El mercado de la energía sigue siendo uno de los grandes problemas para los gobiernos internacionales. Tan sólo unos pocos Estados del mundo generan la energía que necesitan. La mayoría sufre una gran dependencia de los países productores de petróleo, gas o electricidad. Por ejemplo, la dependencia energética de Europa es de un 54%.
El mundo se juega mucho en la búsqueda de nuevas formas de energía. El petróleo y el gas son dos fuentes energéticas que tienen sus días contados. Los científicos no se ponen de acuerdo en poner una fecha final del petróleo o el gas, pero muchos hablan de que el fin de las reservas llegará en 2045 para el petróleo y en el año 2065 en el caso del gas. Cada día, la humanidad “se bebe” más de 80 millones de barriles de crudo, 13.000 millones de litros. En los años setenta más del 50% de la humanidad vivía sin petróleo, hoy todo el planeta se desarrolla a imagen y semejanza del mundo industrializado.
Este modelo de desarrollo tan falto de conciencia medioambiental ha provocado el calentamiento global de la Tierra y supone un desarrollo energético insostenible para las generaciones futuras. De ahí la importancia de que empresas y gobiernos apuesten por energías como la eólica o la solar, más respetuosas con el medio ambiente.
Sin embargo, la sostenibilidad del planeta no sólo pasa por eliminar las energías fósiles y apostar por energías limpias, sino también por que los ciudadanos aprendamos a no derrochar la energía y a consumir de manera responsable.
La mayor parte de la energía que se utiliza en las viviendas se dedica a la calefacción y al agua caliente. Ambas suponen más del 65%. Le siguen los electrodomésticos, la cocina, las luces y el aire acondicionado, tan de moda en los últimos años. Luces que se dejan encendidas, neveras que no cierran bien, lavavajillas a medio llenar, lavadoras con altas revoluciones, grifos que gotean… todo ello hace que se consuma más energía de la necesaria. Pequeños actos cotidianos pueden ahorrar no sólo dinero: cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, bombillas de bajo consumo, electrodomésticos eficientes, calefacciones a 21 grados o apagar las luces de las estancias vacías. Son pequeños gestos para cada uno de nosotros, pero sumados suponen un gran ahorro de energía y la mejora de la salud del planeta.
Los ciudadanos seguimos permitiendo que los recursos de la Tierra estén siendo saqueados por las grandes transnacionales y las Administraciones del Primer Mundo. Todos podemos hacer algo más para dejar de torturar al planeta en el que vivimos desde hace más de cuatro millones de años.
La Cumbre de Copenhague fue una oportunidad perdida. Los gobiernos no consiguieron ponerse de acuerdo para apostar por la sostenibilidad del planeta. Las empresas “sucias” de la Tierra se frotaron las manos. Y la ciudadanía mundial miramos hacia otro lado, preocupados por la crisis y los problemas del día a día. Sin una visión de futuro.
* Periodista
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