Escribe: César Vásquez Bazán
Corruptos promotores de los dos primeros empréstitos del Perú especulaban simultáneamente con las riquezas que podrían obtener de la minería peruana.
Mendrugos para la nación y utilidades extraordinarias para el capital extranjero y la plutocracia nativa.
Desde el nacimiento de nuestro país como república, la explotación y aprovechamiento de los recursos de la minería fueron el objetivo central de las inversiones especulativas del capital extranjero.
En la publicación del año 1825 que presentamos, puede apreciarse parte del prospecto de la Peruvian Mining Company, empresa dotada de un capital de un millón de libras esterlinas, en cuyo directorio aparecen dos conocidos personajes de la época: los ingleses Thomas Kinder Jr. y su socio comercial John Parish Robertson. Kinder fue quien negoció el primer empréstito del Perú, en tanto que Parish Robertson estuvo a cargo del segundo como agente financiero del gobierno.
El documento enfatiza que en el directorio de la Peruvian Mining Company figuraba Parish Robertson, quien por un lado coordinaba el segundo empréstito, como representante oficial del Perú, y por el otro participaba de negocios privados en los que utilizaba su influencia como agente financiero de nuestro país con la finalidad de enriquecerse.
Sabedores que podían manipular a las autoridades, la Peruvian Mining Company no tuvo mayor inconveniente en anunciar, con bastante franqueza, que los “objetivos de la Compañía serán promovidos aún más por caballeros de influencia e inteligentes, residentes en el Perú, que procurarán la cesión de los derechos territoriales, sean de individuos o del gobierno”.
Tenemos aquí una nueva muestra de cómo, sin interesar el siglo del que se trate, la plutocracia peruana y el capital extranjero son los grandes beneficiarios de la afirmación propagandística “Perú país minero”.
Al igual que los funcionarios coloniales durante el virreinato, los capitalistas ingleses de 1825 estaban interesados en “invertir” en el Perú no para impulsar el desarrollo de nuestro país sino para obtener, exclusivamente, grandes utilidades que pudieran remitir en forma rápida a Londres.
Eso es lo mismo que sigue sucediendo en nuestro país, el día de hoy, con las empresas de la denominada “gran minería”.
Obras consultadas
Disraeli, Benjamin [Earl of Beaconsfield]. 1825. An inquiry into the plans, progress, and policy of the American mining companies. London: John Murray, páginas 66-67.
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