Chile y nuestra iniciativa diplomática: ¿La única iniciativa?
por Marco Antonio Flores Villanueva,
desde Boston, USA
El reclamo presentado por el Perú contra el gobierno de Chile ante la Corte Internacional de La Haya, ciertamente constituye una iniciativa civilizada que se corresponde con una nueva realidad internacional que quiere e intenta privilegiar la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza para la resolución pacífica de conflictos entre las naciones.
Sin embargo, la diplomacia peruana no tiene el brillo de antaño que la caracterizó hasta llevarla a un pedestal prominente en la región. La mano negra del fujimorismo, primero, que llevó a cabo una execrable razzia, y luego el toledismo paternalista, que reinvindicó y promovió indiscriminadamente a algunos diplomáticos por el único hecho de "resistir a la dictadura", se encargaron de hacer más profunda la crisis institucional y profesional que vive la diplomacia del Perú, hasta la fecha sin resolución ni logros que la reinvindiquen.
La extradición de Alberto Fujimori fue, fundamentalmente, producto de la presión internacional, y ha quedado en el record de la diplomacia peruana su impericia en el manejo de una situación que se hizo larga, contradictoria y frustrante por la incapacidad de los funcionarios de Torre Tagle.
En ese contexto realista, la iniciativa diplomática expresada en el reclamo en La Haya no puede ser la única iniciativa del gobierno del Perú.
Sin abdicar a nuestro profundo compromiso con la paz y sin renunciar a la guerra contra la pobreza –batalla que, cabe aclarar, no está ganando la administración García, de espaldas a los intereses del pueblo-, el Perú no puede ni debe olvidar que cinco años de una primera y nefasta administración del propio Alan García y once años de latrocinio institucionalizado bajo la despreciable égida de Alberto Fujimori, han colocado a las Fuerzas Armadas del Perú en una situación francamente deplorable en términos de poderío militar y capacidad profesional.
El Perú, digámoslo en voz alta, no tiene unas fuerzas armadas disuasivas. Tampoco tiene, lo sabemos y sufrimos todos los peruanos, una diplomacia inteligente. En otras palabras, el Perú está desarmado y absolutamente confiado a la buena fe de un vecino que, históricamente, no ha honrado su palabra.
Confiar que durante el largo proceso que se ventile en La Haya los vecinos del sur no intentarán mostrarnos ante el mundo como agresores (lo hizo eficazmente Ecuador en la última conflagración bélica en los 90s y ganó la guerra), es totalmente suicida y francamente estúpido.
Es penoso reconocerlo, es doloroso admitirlo, es terrible anunciarlo, pero es necesario advertile al Perú, muy a pesar de los millones de compatriotas que viven en la extrema pobreza, que el país no puede esperar la resolución de la Corte de La Haya para iniciar hoy mismo la urgente tarea impostergable de repotenciar sus Fuerzas Armadas y dotar a sus mandos con la más avanzada capacitación.
Entre tanto, Chile ya envió sus acostumbradas "señales" y se acercó al Ecuador del "revolucionario" señor Correa, para firmar un acuerdo de correspondencia en materia de capacitación militar. Y mientras ello sucede el Perú debate ingenuamente la necesidad o no de enviar delegaciones a nuestros vecinos del norte y del sur, con el objeto de exponerles nuestros puntos de vista y convencerlos de nuestra posición.
John F. Kennedy dijo alguna vez que "no deberíamos negociar sin temor sino tener temor a negociar". Porque no tenemos temor a negociar con Chile recurrimos, entiendo, al tribunal de La Haya. Perfecto y tarea cumplida. Pero porque no deberíamos negociar sin temor – en vista de lo que nos dice la historia y la triste realidad de la diplomacia y el poderío militar del país- potenciemos hoy mismo a las Fuerzas Armadas del Perú.
Boston, 23 de enero del 2008
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