Con cierta periodicidad, los gobernantes bolivianos ponen en primer plano de la noticia su reclamación a Chile por una salida soberana al mar. La respuesta de los chilenos, en la mayor parte de los casos, es manifestar que ya existe un tratado entre ambos países y que no es posible dar una respuesta positiva a esa demanda. Cuando Chile desea entretener o “mecer” a los bolivianos, contesta diciendo que se tiene que consultar al Perú.
Como sabemos, según el tratado de 1929 entre Perú y Chile, si el país sureño desea ceder a Bolivia territorio peruano usurpado (digamos, Iquique, Arica), debe consultarse la opinión del Perú. Esto ya sucedió en 1976, ocasión en que ante un ofrecimiento chileno a Bolivia de salida al mar por Arica, el Perú respondió proponiendo una soberanía trinacional compartida en la zona, planteamiento que Chile rechazó por dos razones: a) no quiere compartir soberanía con ningún país en los territorios usurpados a Bolivia y Perú; b) desea mantener abierta la opción de apoderarse de más territorios del Perú, cosa que resultaría prácticamente imposible si se aplica la posición peruana de la soberanía trinacional.
Otro aspecto que se debe tener en cuenta, ante el cual la diplomacia peruana, salvo raras excepciones, mantiene una actitud pasiva, es el efecto que en este asunto de la salida al mar de Bolivia Chile busca y logra: transferir al Perú la responsabilidad de resarcir con el territorio peruano de Arica el despojo de su litoral sufrido por Bolivia a manos precisamente de Chile. En otras palabras, los chilenos quitan su litoral a Bolivia y desean resarcir el daño cediendo territorio peruano. Y aquí se debe decir con mucha claridad que los bolivianos no son víctimas inocentes de la maniobra chilena; muy por el contrario, cada vez que Chile arrima el problema al Perú, los bolivianos expresan la esperanza de que el Perú ayude a concretar sus aspiraciones aceptando la propuesta chilena del corredor por Arica. No se oye a los bolivianos decir que desean salida al mar en algún punto de su usurpado litoral (Cobija, Mejillones o Antofagasta, por ejemplo); el nombre de Arica suena bien en sus oídos.
La correcta respuesta del Perú va, como públicamente ha expresado en más de una ocasión el embajador José de la Puente Rabdill, por el lado de aclarar que el Perú no es responsable de la pérdida de la costa boliviana. Este enunciado de política exterior debe ser el punto de partida de la posición diplomática peruana cada vez que Chile mueva el tema: lo de la salida al mar de Bolivia es un problema bilateral entre Bolivia y Chile, y el Perú no es responsable de la pérdida del litoral boliviano (como dice la letra de una canción, “ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue el que lo mató”). Si como nota o clave condicionante la diplomacia peruana hace saber a los chilenos esta percepción del problema, evitaremos que usen al Perú como tonto útil en su empeño permanente de engañar a Bolivia.
Jorge Basadre, en el capítulo “La guerra con Chile: orígenes y declaratoria” de su Historia de la República del Perú escribe: “En efecto, examínese la historia anterior de Bolivia y se verá cuánto recelo existió siempre entre ese país y el Perú y cuántas veces los hombres dirigentes bolivianos soñaron adicionar a ese país los territorios de Tacna y Arica”. La verdad es que antes de la invasión chilena, siempre resultó muy difícil a Bolivia la comunicación entre el altiplano y la costa; era muy complicado abastecer y defender su litoral, lo que facilitó la gradual penetración y predominio de capitales chilenos que tomaron el control de la explotación del salitre. Por este motivo, hasta el día de hoy la mayoría de gobiernos bolivianos prefiere escuchar las engañosas palabras de los chilenos, que les prometen Arica sabiendo que el Perú no aceptará la salida por ese lugar.
Ejemplo típico de la intención chilena de responsabilizar al Perú para la salida al mar de Bolivia es lo que escribe Carlos Maldonado Prieto1: “Lo obvio es postular una normalización con Bolivia como condición esencial y sine qua non para garantizar en el tiempo la seguridad de Chile. Como se ha reseñado anteriormente, Chile y el Perú poseen el candado y la llave para devolver la cualidad marítima de Bolivia. Hasta ahora, el mecanismo diplomático utilizado ha sido que primero Chile y Bolivia han llegado a un acuerdo, y luego han consultado al Perú sobre su disposición a aceptarlo, presentando un caso de hechos consumados, sin dar posibilidad a que este último pueda ser parte gestora de la solución.”
Nótese que dicen “primero Chile y Bolivia han llegado a un acuerdo, y luego han consultado al Perú”, ante lo cual la pregunta inmediata es: ¿por qué involucran al Perú si nosotros no quitamos nada a Bolivia? Se infiere que Bolivia entra al juego chileno al no reclamar salida por su litoral usurpado sino por territorio peruano. Por otro lado, según esta cínica apreciación que citamos, el candado lo tiene Chile; y la llave, nuestro país. O sea que el Perú, que no despojó de su territorio costero a Bolivia, es presentado como el obstáculo que impide la solución del problema boliviano. El país usurpador, Chile, intenta mostrarse como el bueno, el que busca la solución; mientras que el opositor o malo de la película es el Perú. Obviamente, para los chilenos es impensable que la salida para Bolivia sea por los territorios usurpados a los altiplánicos; quieren entregar a Bolivia territorio peruano para que la costa chilena no sea interrumpida con un enclave boliviano.
Pese a todas las agresiones y engaños, Chile el usurpador y Bolivia el damnificado mantienen buenas relaciones, y posiblemente haya entendimientos entre ambos países para incrementar su comercio. Los gobernantes bolivianos, más allá de negarse a vender gas a Chile, no enfrentan la realidad de que su reclamo de salida al mar es una causa perdida: Chile no quiere devolver ni un centímetro del usurpado litoral boliviano ni el Perú está en este caso obligado a nada, por no ser usurpador de la costa boliviana.
No vemos ni claridad ni sinceridad en las actitudes bolivianas en lo concerniente a reclamar su salida al mar. Es posible que Chile siga sacando el máximo provecho de la situación, manteniendo su principio rector de no devolver ni un centímetro cuadrado de las tierras que ha robado a Argentina, Bolivia y Perú. Nosotros lo entendemos; Bolivia, no, aún tiene infundadas ilusiones de encontrar comprensión del país que mutiló su territorio y la convirtió en una nación mediterránea.
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