jose garcia belaunde Diplomacia peruana en delimitación marítima. ¿Hasta cuándo?
   García Belaúnde

Hoy Chile nos impone condiciones de país vencido en guerra

 Recientemente llamado José Antonio García Belaúnde, ministro de Relaciones Exteriores por el Congreso de la República, para que entre otras cosas informase sobre el caso de la delimitación marítima con Chile, en sesión secreta aportó los informes correspondientes. A la salida, dijo a los periodistas que el Perú presentaría su pedido a la Corte Internacional de La Haya “cuando estuviera listo” para hacerlo. Sean cuales hayan sido dichas declaraciones, quedan dudas. Por otro lado, hace unos diez días el vicepresidente de la República, Luis Giampietri, declaró que el caso de la delimitación se resolvería durante el actual gobierno (esto es, ¡desde el día en que él habló hasta el 28 de julio de 2011!).
¿Hay “apurados” en que se trate este asunto cuanto antes? Creemos que no, pero tampoco se puede dejar a las calendas griegas la solución de este tema.
 
Preguntas. Al sostener que el Perú no está listo para esta delicada e importante gestión internacional, nos están diciendo dos cosas: a) que el ministerio de Relaciones Exteriores no hizo nada durante el anterior gobierno del presidente Alejandro Toledo; b) que en los siete meses y días que está en el poder, el actual gobierno tampoco ha hecho nada. En otras palabras, el gran revolucionador, ordenador y encaminador de las Relaciones Exteriores del Perú, José Antonio García Belaúnde, como Adán, va a comenzar de cero.
 
 Si es así, estemos listos y vigilantes para observar cómo se desarrolla una cuidadosa y meticulosa preparación de los correspondientes expedientes, inexistentes debido a la negligencia o corrupción prochilena de anteriores ministros de Relaciones Exteriores y de sus equipos de ineficientes diplomáticos de carrera, que han dejado al Perú en la situación de empezar todo partiendo de la nada, ya que —como se da a entender— los  encargados anteriores se hicieron los locos, soplaron la pluma al actual gobierno, esto es, lo dejaron con la papa caliente. Veremos si en vez de días o semanas esperaremos meses o años; da la impresión de que el ritmo de trabajo y los plazos los pone Chile, como si nuestra cancillería fuese una sucursal a mesa de partes de La Moneda.
 
 Problemas. En este tema sobre la inveterada conducta de Chile de desconocer nuestra soberanía en el mar de zona la sur de nuestro litoral lo que más importa es el tiempo. Nadie cree que los anteriores encargados no hayan hecho nada; si es así, ¿por qué el actual canciller no denuncia la negligencia, consistente, más que en no recurrir al Tribunal de La Haya, en no tener preparada la documentación necesaria? De no denunciar esta demora prochilena y buscar el castigo correspondiente para los negligentes, corruptos o traidores, el señor José Antonio García Belaúnde está aceptando complicidad con esa conducta que nos deja inermes y que para él es lo más normal del mundo, algo con lo cual él y su equipo se identifican.
 
 Aparte de estas consideraciones, José Antonio García Belaúnde y el actual gobierno incurren en gravísima falta de varias maneras: a) dejan que pase el tiempo para que Chile, además de los argumentos que posee, pueda alegar por parte del Perú consentimiento de la usurpación marina y terrestre, fortaleciendo el uti possidetis de facto de los ladrones del sur; b) despojan al Perú de medios pacíficos de presión que obliguen a Chile a respetar nuestros derechos.
 Sobre lo segundo —b)— debemos hacer notar varias cosas muy importantes: 1) la decisión prochilena del gobierno peruano de tratar los temas de delimitación terrestre y marítima por separado de los temas económicos o comerciales (a esto llaman tratar los temas por cuerda separada); 2) derivado de esto, la ventajosa posición negociadora de Chile de ir a la Corte Internacional de la Haya con la seguridad de poder ganar sin perder nada de sus leoninos y ventajosos tratos comerciales y económicos con el Perú; 3) la posibilidad de que el fallo de la Corte Internacional de La Haya sea favorable a Chile, por muy buenos y sólidos que sean los argumentos que aduzca el Perú.
 
 Veamos parte por parte los elementos mencionados. En cuanto a 1) (lo de “cuerdas separadas”), nos pone en una seria desventaja inicial frente a Chile, puesto que no tenemos nada con que obligarlos a que respeten nuestros derechos, les estamos dando todo lo que quieren a cambio de nada. Ya quisiéramos ver cómo cambia la soberbia conducta de Chile si, en ejercicio de nuestra soberanía, decidimos que la aviación civil chilena no utilice los aeropuertos peruanos ni vuele en nuestro cielo; si les decimos que se retiren las empresas chilenas de todos los sectores estratégicos de nuestra economía (acción de su marina mercante en puertos peruanos, presencia chilena en aeropuertos, venta de gas, participación chilena en la exploración y explotación de petróleo o gas, etc.). 
Respecto de 2), la favorable posición negociadora inicial que concede el gobierno prochileno a sus amos del sur, hay que decir que entramos o empezamos la gestión diplomática inicial como perdedores, que nos enfrentamos a alguien lleno de derechos y prerrogativas, que aduce antecedentes y hechos actuales que fortalecen su posición ante timoratos y corruptos peruanos que no se atreven a poner en cuestión el yanaconaje a que Chile nos tiene sometidos. 
En cuanto a 3), que el fallo de la Corte Internacional de La Haya pueda ser contrario al Perú, es una posibilidad que todo el mundo sabe. Lo “normal” es que —por el entreguismo y baja autoestima de nuestros gobernantes y diplomáticos de carrera que son de opereta o de café teatro— el fallo sea contrario al Perú, por la sencilla razón de que, argumentos jurídicos aparte, pesa mucho el prestigio que se haya ganado la diplomacia de alguno de los países en pugna. Lamentablemente, frente a la activa y afirmativa diplomacia chilena, que no tiene pelos en la lengua cuando se trata de decir sus “verdades” a sus sumisos chulillos de la cancillería peruana (¡ah, chulillos pero bien vestidos con nuestra plata, y con conocimiento de lenguas extranjeras!), nada afirmativo, “asertivo” y contundente oponen los sirvientes diplomáticos y chulillos peruanos a las movidas tras bambalinas que siempre realizan los chilenos a nivel internacional. 
No es que seamos pesimistas pero hay que entender algo: cuando un país acude a instancias internacionales (Corte Internacional de la Haya, arbitrajes, etc.) debe aceptar los resultados, cualesquiera sean. La experiencia más reciente que tuvimos fue que como resultado de la derrota sufrida ante Ecuador en 1995 en la guerra del Alto Cenepa, el Congreso de la República del Perú, con mayoría fujimorista, se comprometió a aceptar a fardo cerrado la decisión de los países garantes (entre los que se encontraba Chile), la cual determinó que el Perú cediera a Ecuador el kilómetro cuadrado de Tiwinza. Otro tanto podría ocurrir en la Corte Internacional de la Haya: si hay un  fallo favorable a Chile —que es lo que desea el actual gobierno prochileno del Perú, que empieza dando a Chile todo el tiempo necesario para que alegue consentimiento peruano de la usurpación— no tendremos más remedio que aceptarlo, y Chile a toda voz nos dirá ¡”Jojolete! ¡Salí con la mía: usurpo el mar y la tierra tacneña, me venden gas, me venden tierras, soy dueño de los cielos peruanos, a LanChile nadie me la toca!” 
Alternativa. El diferendo entre Perú y Chile en materia de límites terrestres y marítimos debe verse en un contexto que refleja la influencia predominante de Chile en todos los aspectos de la economía y la seguridad del Perú. Todas las ventajas y privilegios de que goza Chile en el Perú —inversiones por 5000 millones de dólares, tolerancia de la usurpación marítima en Tacna y Moquegua, dominio de los cielos peruanos a través de LanChile, control del comercio entre puertos peruanos, cambios en los contenidos de la enseñanza de Historia del Perú, venta de gas, inversiones en petróleo y gas, homenaje que reciben los delincuentes militares chilenos de la Guerra del Pacífico, etc.— normalmente se consiguen en una guerra, como resultado de una guerra victoriosa; pero a Chile ha bastado mostrar que tiene más y mejor armamento que el Perú y soltar algo de dólares, y los chulillos y yanaconas peruanos (sean políticos, militares o diplomáticos) han cedido, por amor a Chile o por coima, ante todo lo que desea el enemigo del sur, actuando como si hubiésemos sufrido una nueva derrota militar
El Perú siempre ha sido un país pacífico, y no buscamos guerra con nadie, pero debemos entender claramente que la actual situación frente a Chile, por los privilegios que este país delincuente obtiene de parte de los mencionados chulillos o yanaconas instalados en el gobierno peruano corresponden a las condiciones que el ganador de una guerra impone al vencido. Ésa es la verdad: recibimos el trato de perdedores de una nueva guerra, gracias a la actitud servil y entreguista del actual gobierno. Por esta razón, y siempre manteniendo una actitud pacífica, el Perú debe evitar que Chile entre a la negociación de La Haya con todas las ventajas y sin sentirse obligado a nada. Consecuentemente, con miras a enfrentar a un Chile menos seguro de sí mismo, desde ahora se debe limitar drásticamente su influencia en el Perú, en lo siguiente: a) no vender gas nunca a Chile; b) en uso de nuestra soberanía, negar a LanChile y su subsidiaria “peruana” el uso de los cielos peruanos; c) reintegrar en los programas educativos y planes de estudios la información que exalte la memoria de los héroes y ponga en primer plano los asesinatos, violaciones, terrorismo y usurpación territorial de Chile contra el Perú, d) expulsar de la costa peruana a las empresas navieras chilenas; e) prohibir la participación de capital chileno en sectores estratégicos como minería, gas, petróleo y agricultura; f) prohibir a militares peruanos rendir cualquier homenaje a los agresores de la guerra 1879-1883, lo mismo que condecorar a militares chilenos o recibir de éstos sus desprestigiantes y deshonrosas condecoraciones.
El objetivo deseable que se va a lograr con estas medidas es conducir a Chile a meditar que es mejor no ir a La Haya, pese a que allí tiene las de ganar. Cuando sepan que, entre otras pérdidas, jamás ningún avión comercial chileno va a sobrevolar cielo peruano y que no nos interesa para nada comerciar con ellos, pueden animarse a resolver bilateralmente los asuntos de delimitación terrestre y marítima; de igual manera, tendrán que aceptar que, como sugiere el no servil diplomático peruano Félix Calderón, el gas peruano les costará (si desean comprarlo) varias veces más de lo que es el precio internacional, para compensar el usufruto que tienen de Arica, Iquique y Tarapacá. Por supuesto que un fallo de la Corte de La Haya que sea favorable al Perú no debe cambiar un ápice nuestra actitud hacia ellos, no debe variar en lo mínimo nuestra política de mantener distancias (esto es, seguiremos negando el vuelo de aviones chilenos, no les venderemos gas, etc.) Tal es la única forma de entendernos con los usurpadores de Arica, Iquique y Tarapacá.