Por Herbert Mujica Rojas
Si algo aconseja la prudencia para el manejo de cualquier contencioso de límites, marinos o terrestres, es el afinamiento patriótico, el ensamble disciplinado de estrategias y la sinfonía jurídica que permita, llegado el momento ―y no antes― con el propósito irrenunciable de entrar en la liza, ganar o ganar, para satisfacción de los 26 millones de peruanos. Presentar imágenes parciales es inocencia teñida de torpeza o candorosidad reprobable por boba. La delicada frontera que hay entre el exabrupto informativo y la traición es de apenas fracciones de milímetro, por tanto no hay que dar pie a especulaciones de ese jaez ni de ningún otro, en ámbitos en que la firmeza digna juega un papel fundamental.
La defensa de la soberanía nacional no es patrimonio sino de todos los habitantes del Perú. La Constitución así lo preceptúa y el sentido del deber también. Nadie puede abstraerse de ella ni declinar su misión y apostolado. Los partidos políticos, las asociaciones civiles, organizaciones de toda índole, las FFAA, la diplomacia, todos los poderes del Estado tienen un cometido común y de disciplina militante. El periodismo y su labor informativa asumen ―o deben hacerlo, ya mismo― un horizonte con el sentir nacional. Por tanto, las expresiones, hace pocos días, del canciller José Antonio García Belaunde de poner en blanco y negro su protesta ante Chile por el confusionismo que ha hecho de los límites marítimos y terrestres, es una acción de multánime e integral como invicto respaldo del Perú. Quién o quiénes así no lo hagan están en cualquier otra vereda, pero no en la del país.
Cancillería tiene la obligación de sopesar si nuestro embajador en La Haya, Gilbert Chauny, reúne las cualidades jurídicas, de experiencia litigante, continente intelectual, para ser el mejor personero de la causa peruana en el específico caso de un contencioso de límites. Hay un imperativo funcional por encima de gustos o aficiones frívolas a realezas dieciochescas y trasnochadas y ésta se refiere a una lúcida ejecutoria pasada, presente y futura al momento de la confrontación en los tribunales internacionales. Si aquellas condiciones aludidas no se dan en el episódico diplomático, entonces el camino del relevo es ¡urgente de toda urgencia!
Además, el embajador peruano podría hacer coetáneamente el papel de agente como lo hace el representante nicaraguense y para un tema similar contencioso de límites con Colombia. Entonces el escogido tendrá una responsabilidad sumamente delicada para gestionar, defender y pelear la causa del Perú, tema que, repetimos, no puede estar en manos de inanes que no han demostrado jamás amor e identificación con el país.
El canciller chileno, Alejandro Foxley, declaró ayer 24, que los límites con Perú fueron establecidos en 1929, 1952 y 1954. Para Perú, el Tratado y su Protocolo Complementario del 3 de junio de 1929, contienen un artículo que señala el límite terrestre en Concordia y de eso no se mueve. Lo acontecido, en forma tripartita (Ecuador incluido) en 1952 y 1954 se refiere a convenios pesqueros y no limítrofes. Entonces hay discrepancias. Señalando, además, que la interpretación mañosa del Hito 1 y que cercena territorio al Perú, es un asunto distinto de la pendiente delimitación marítima y que puede tener solución en ámbitos separados y distintos porque son de naturaleza disímil, también.
¡De ninguna manera un contencioso de límites es un evento deportivo a cuyo pronóstico concurrimos estúpidamente señalando victorias o derrotas! ¡No es así cómo se tratan los temas de Estado! Hay, pues, que llamar al país en su totalidad, a ratificar la peruanidad de nuestros reclamos y la procedencia de los mismos, pero con una calibración de los tiempos correcta, escogiendo a los mejores embajadores y diplomáticos así como juristas para encargarles la causa nacional en los foros y, por supuesto, estando muy atentos para señalar a los infaltables quintacolumnas pagados por dólares abundantes. Todo lo que se diga puede ser argumento del contrario, sobre todo, si se enuncia con ignorancia, esa tara, la peor de las enemigas y que aquí abunda en prensa, en política y en todo accionar del aparato burocrático.