A propósito de los estudios que muestran que los grandes huracanes o tormentas se han vuelto más fuertes, y otros que indican una disminución de la intensidad de la radiación solar que alcanza a la superficie terrestre, como consecuencia probable de la contaminación en la atmósfera, recordamos una profecía que señala estos fenómenos.
Se trata de una de las profecías de Johannes Friede, monje benedictino austriaco, nacido el año 1204 y fallecido el año 1257.
El texto habla en lenguaje claro y apocalíptico, y anuncia eventos cósmicos misteriosos, con la limitación de los conocimientos medievales. Que cada uno, crea o no, saque sus propias conclusiones:
Cuando venga el gran tiempo en que la humanidad afronte su última y dura prueba, ello será precedido de grandes cambios en la naturaleza.
La alteración entre el frío y el calor será más intensa, las tormentas [huracanes, ciclones, tifones] tendrán efectos más catastróficos, los terremotos destruirán grandes regiones y los mares inundarán muchas tierras bajas.
Todo esto no será resultado de causas naturales, sino que la humanidad habrá penetrado en las profundidades de la Tierra y alcanzará las nubes, timbeando con su propia existencia.
Antes de que los poderes de destrucción completen su designio, el universo será presa del desorden y la edad de hierro se hundirá en la nada.
Cuando las noches estén llenas de frío más intenso y los días con calor, comenzará una nueva vida en la naturaleza. El calor significa la radiación desde la Tierra, el frío, el debilitamiento de la luz del Sol.
Sólo unos años más y se darán cuenta de que la luz del Sol se ha vuelto perceptiblemente más débil.
Cuando incluso la luz artificial no funcione, el gran evento en el firmamento estará próximo.
La nebulosa en la Osa Mayor llegará cerca de la Tierra... y llenará el espacio de 500 soles en el horizonte. Cubrirá más y más la luz del Sol hasta que los días sean como noches con luna llena.
La iluminación no vendrá de la Luna, sino de Orión, cuya constelación, por la luz de Júpiter, enviará sus rayos sobre la Osa Mayor y disolverá su nebulosa con la fuerza de la luz.
Por este tiempo la humanidad será golpeada por el terror. Las aves parecerán reptiles y no podrán usar sus alas. Los animales de la tierra, en espanto y alarma, alzarán tal clamor que harán temblar el corazón de los humanos.
Los hombres huirán de sus moradas para no ver el extraño suceso. Finalmente, una oscuridad completa se afirmará y durará tres días y tres noches.
Durante este tiempo, los hombres, privados del poder de la luz, caerán en una especie de sueño del cual no despertarán, especialmente aquellos que carecen de toda chispa de vida espiritual.
Cuando el Sol se levante de nuevo y emerja, la Tierra será cubierta de una capa de cenizas como la nieve en invierno, pero las cenizas tendrán el color del azufre. Una neblina húmeda ascenderá de la Tierra, iluminada por gases ardientes.
De la humanidad, habrá más muertos que los causados en todas las guerras. En las moradas de los hijos de la luz será leído el Libro de las Revelaciones y en los palacios de la Iglesia esperarán la llegada del gran cometa.
El séptimo día después del retorno de la luz, la tierra habrá absorbido las cenizas y formado tal fertilidad como no ha sido experimentada antes.
Pero Orión enviará sus rayos a la Tierra y mostrará el camino hacia el último lugar de descanso del hombre más grande y eminente que haya vivido en la Tierra.
Los sobrevivientes proclamarán su antigua doctrina en paz e instituirán el milenio anunciado por el Mesías en la luz de la verdadera hermandad y amor para la gloria del Creador y para la bendición de toda la humanidad.
Nota.- El Libro de las Revelaciones es también llamado Apocalipsis, que forma parte del del Nuevo Testamento, que proviene del griego άποκάλυψις (apocalypsis), que significa revelación.