¡Le robaron los huevos al águila!
Por Gustavo Espinoza M. (*)
La revelación hecha por Wikileaks y que se expresa en la publicación de casi 250 mil documentos emitidos por funcionarios de la administración norteamericana entre 1985 y el año 2010, no puede ser considerada con tibieza como una simple divulgación de temas de Estado.
Por Gustavo Espinoza M. (*)
La revelación hecha por Wikileaks y que se expresa en la publicación de casi 250 mil documentos emitidos por funcionarios de la administración norteamericana entre 1985 y el año 2010, no puede ser considerada con tibieza como una simple divulgación de temas de Estado.
En verdad, lo que el ente creado por Julián Assenge ha hecho, ha sido sustraer secretos hasta hoy bastante bien guardados, y que comprometen las relaciones del gobierno de los Estados Unidos con las administraciones de muchos países en los cinco continentes.
No se trata, ciertamente, de una práctica nueva. Ella existe, y es consustancial a la política del Departamento de Estado de los EE:UU virtualmente desde siempre y forma parte del accionar del Imperio en el mundo. Lo nuevo, es que la tecnología de hoy, ha revelado los papeles.
Esos papeles hacen luz sobre lo que ha negado con descaro la Casa Blanca: el espionaje de los servicios secretos de USA, en detrimento de la dignidad de sus propios aliados y vecinos, que hoy no tienen donde poner la cara, porque se les cae de vergüenza
Como línea general queda claro que Washington ha persistido en una vieja orientación que justificó en los años de "la guerra fría": la desconfianza con relación a todos, el fisgoneo para confirmar supuestos, la manipulación de situaciones ocurridas en diversas latitudes, la ingerencia abierta en los asuntos internos de otros países.
En suma, la desfachatez más aviesa en el manejo de las relaciones internacionales. En otras palabras, la detestable política de un gigante que se cree por encima de todos, y está dispuesto a cualquier cosa por mantener su hegemonía.
Particular repugnancia por cierto adquieren en nuestra región los documentos que confirman la política yanqui contra Cuba, el odio a Chávez y a Venezuela, el desprecio por Argentina y su gobierno, las maniobras contra Evo y la alternativa boliviana, y otros temas referidos a la evolución del proceso latinoamericano.
Todos ellos revelan el temor que suscita en los halcones el avance de los pueblos y la consolidación de los procesos nacional liberadores que se afirman en la región.
En lo que a nuestro país se refiere, podemos registrar la existencia de 1,500 envíos entre los que hay que considerar 396 documentos confidenciales, y 29 simplemente secretos.
Bien harían los medios de comunicación y las autoridades peruanas en indagar y revelar en toda su extensión los contenidos de esos documentos que, por lo demás, podrían poner en evidencia la extendida red de "informantes" que mantienen en el Perú los servicios especiales de los Estados Unidos.
Lamentablemente, la reacción de Torre Tagle ha resultado penosa. El Canciller García Belaúnde se ha limitado a reconocer la autenticidad de la información, pero se ha apresurado a asegurar que ella es irrelevante.
"Nosotros no podemos ser responsables de lo que diga el embajador de Estados Unidos en Perú", ha sostenido, sin admitir que no se trata simplemente de las opiniones de un diplomático extranjero, sino de las acciones e informaciones, que ha recabado esa dependencia respecto a asuntos que han ocurrido en nuestro país.
Sorprendentemente más decente ha sido en la materia la canciller de Colombia María Angela Holguín, de visita en el Perú. Ella ha sostenido que el tema constituye "un momento difícil para la diplomacia en ese país y es muy grave para el mundo"
Y es que no se trata, en verdad, de un punto de vista que está en cuestión, sino una práctica la que está en juego. Ella confirma la actividad de un "servicio" cuyo accionar es de hecho incompatible, incluso, con nuestra propia seguridad nacional.
Cuando tenemos dificultades de orden diplomático con países vecinos y asuntos pendientes a resolverse en organismos internacionales, la "filtración" de informaciones referidas a temas delicados, podría ciertamente servir muy bien a la consumación de planes belicistas que nos afecten directamente.
Por eso, más que penosa, resulta también denigrante la conducta de algunos voceros oficiosos del Pentágono que han pretendido minimizar la trascendencia del hecho deleitándose con lo que consideran "observaciones frívolas" y "comentarios sabrosos" en torno a países, instituciones o gobernantes.
Ellos lamentan hoy que hayan salido a luz los "secretos" de Washington ciertamente porque temen que, desclasificados estos, aparezcan en toda su dimensión como confidentes al servicio del amo yanqui; pero, además, porque son conscientes que esos papeles habrán de mostrar el rol que juegan en nuestra sociedad.
Alguno de ellos se ha condolido, en la circunstancia, que no le hubiese sido posible acceder a los presuntos "documentos secretos" de la diplomacia soviética y sus vínculos con el Perú, incluido el histórico Partido Comunista a fines de la década de los noventa del siglo pasado. Esperaba encontrar allí tesoros, por cierto inexistentes.
Si hubiesen existido documentos, archivos, recibos o papeles comprometedores para el Estado Soviético o los comunistas peruanos, sin ninguna duda ellos habrían sido puestos en evidencia, hace ya mucho rato por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la CIA y cacareados en su más alta dimensión por la prensa carroña que nos combate.
Es tiempo ya que todos tomen en cuenta que uno es el vínculo existente entre el Imperio y sus lacayos; y otra, fue la relación del entonces Estado Soviético con pueblos, países o partidos hermanos. Es la diferencia que existe entre el agua y el aceite.
A partir de ahora los medios de comunicación se ocuparán con mayor o menor interés de los papeles de Wikileaks. Y, aunque para algunos esto forme parte de una intriga internacional, no hay que dudar que el periodista Julián Assenge, le robó los huevos al águila. Y eso, no se lo han de perdonar (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe
No se trata, ciertamente, de una práctica nueva. Ella existe, y es consustancial a la política del Departamento de Estado de los EE:UU virtualmente desde siempre y forma parte del accionar del Imperio en el mundo. Lo nuevo, es que la tecnología de hoy, ha revelado los papeles.
Esos papeles hacen luz sobre lo que ha negado con descaro la Casa Blanca: el espionaje de los servicios secretos de USA, en detrimento de la dignidad de sus propios aliados y vecinos, que hoy no tienen donde poner la cara, porque se les cae de vergüenza
Como línea general queda claro que Washington ha persistido en una vieja orientación que justificó en los años de "la guerra fría": la desconfianza con relación a todos, el fisgoneo para confirmar supuestos, la manipulación de situaciones ocurridas en diversas latitudes, la ingerencia abierta en los asuntos internos de otros países.
En suma, la desfachatez más aviesa en el manejo de las relaciones internacionales. En otras palabras, la detestable política de un gigante que se cree por encima de todos, y está dispuesto a cualquier cosa por mantener su hegemonía.
Particular repugnancia por cierto adquieren en nuestra región los documentos que confirman la política yanqui contra Cuba, el odio a Chávez y a Venezuela, el desprecio por Argentina y su gobierno, las maniobras contra Evo y la alternativa boliviana, y otros temas referidos a la evolución del proceso latinoamericano.
Todos ellos revelan el temor que suscita en los halcones el avance de los pueblos y la consolidación de los procesos nacional liberadores que se afirman en la región.
En lo que a nuestro país se refiere, podemos registrar la existencia de 1,500 envíos entre los que hay que considerar 396 documentos confidenciales, y 29 simplemente secretos.
Bien harían los medios de comunicación y las autoridades peruanas en indagar y revelar en toda su extensión los contenidos de esos documentos que, por lo demás, podrían poner en evidencia la extendida red de "informantes" que mantienen en el Perú los servicios especiales de los Estados Unidos.
Lamentablemente, la reacción de Torre Tagle ha resultado penosa. El Canciller García Belaúnde se ha limitado a reconocer la autenticidad de la información, pero se ha apresurado a asegurar que ella es irrelevante.
"Nosotros no podemos ser responsables de lo que diga el embajador de Estados Unidos en Perú", ha sostenido, sin admitir que no se trata simplemente de las opiniones de un diplomático extranjero, sino de las acciones e informaciones, que ha recabado esa dependencia respecto a asuntos que han ocurrido en nuestro país.
Sorprendentemente más decente ha sido en la materia la canciller de Colombia María Angela Holguín, de visita en el Perú. Ella ha sostenido que el tema constituye "un momento difícil para la diplomacia en ese país y es muy grave para el mundo"
Y es que no se trata, en verdad, de un punto de vista que está en cuestión, sino una práctica la que está en juego. Ella confirma la actividad de un "servicio" cuyo accionar es de hecho incompatible, incluso, con nuestra propia seguridad nacional.
Cuando tenemos dificultades de orden diplomático con países vecinos y asuntos pendientes a resolverse en organismos internacionales, la "filtración" de informaciones referidas a temas delicados, podría ciertamente servir muy bien a la consumación de planes belicistas que nos afecten directamente.
Por eso, más que penosa, resulta también denigrante la conducta de algunos voceros oficiosos del Pentágono que han pretendido minimizar la trascendencia del hecho deleitándose con lo que consideran "observaciones frívolas" y "comentarios sabrosos" en torno a países, instituciones o gobernantes.
Ellos lamentan hoy que hayan salido a luz los "secretos" de Washington ciertamente porque temen que, desclasificados estos, aparezcan en toda su dimensión como confidentes al servicio del amo yanqui; pero, además, porque son conscientes que esos papeles habrán de mostrar el rol que juegan en nuestra sociedad.
Alguno de ellos se ha condolido, en la circunstancia, que no le hubiese sido posible acceder a los presuntos "documentos secretos" de la diplomacia soviética y sus vínculos con el Perú, incluido el histórico Partido Comunista a fines de la década de los noventa del siglo pasado. Esperaba encontrar allí tesoros, por cierto inexistentes.
Si hubiesen existido documentos, archivos, recibos o papeles comprometedores para el Estado Soviético o los comunistas peruanos, sin ninguna duda ellos habrían sido puestos en evidencia, hace ya mucho rato por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la CIA y cacareados en su más alta dimensión por la prensa carroña que nos combate.
Es tiempo ya que todos tomen en cuenta que uno es el vínculo existente entre el Imperio y sus lacayos; y otra, fue la relación del entonces Estado Soviético con pueblos, países o partidos hermanos. Es la diferencia que existe entre el agua y el aceite.
A partir de ahora los medios de comunicación se ocuparán con mayor o menor interés de los papeles de Wikileaks. Y, aunque para algunos esto forme parte de una intriga internacional, no hay que dudar que el periodista Julián Assenge, le robó los huevos al águila. Y eso, no se lo han de perdonar (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe