¿Un “enemigo” llamado Turquía?
Por Adrián Mac Liman*
“Mucho tiempo después de que Jomeini y Osama bin Laden sean olvidados, aventuro que Recep Tayyip Erdoğán y sus compañeros serán recordados como los artífices de una forma de islamismo más insidiosa y longeva”, afirmaba recientemente Daniel Pipes, fundador y director del Middle East Forum, entidad ultraconservadora norteamericana que lleva años denunciando la supuesta “miopía” de la postura oficial de Washington frente al conflicto de Oriente Medio.
Por Adrián Mac Liman*
“Mucho tiempo después de que Jomeini y Osama bin Laden sean olvidados, aventuro que Recep Tayyip Erdoğán y sus compañeros serán recordados como los artífices de una forma de islamismo más insidiosa y longeva”, afirmaba recientemente Daniel Pipes, fundador y director del Middle East Forum, entidad ultraconservadora norteamericana que lleva años denunciando la supuesta “miopía” de la postura oficial de Washington frente al conflicto de Oriente Medio.
Pese a sus reiterados intentos de hacerse pasar por un experto en cuestiones relacionadas con los conflictos israelo-árabe o israelo-palestino, Pipes no deja de ser un mero “conservador” o “neoconservador” empeñado en imponer a los círculos políticos más influyentes de Washington los criterios del establishment israelí. En 2003, cuando el entonces Presidente George W. Bush anunció el nombramiento de Pipes en la Junta de Gobierno del Instituto Norteamericano para la Paz, las críticas empezaron a llover de todas partes. No sólo se rebelaron los miembros del Partido Demócrata, detractores a ultranza el ideario del profesor de Filadelfia, sino también los organismos pro derechos cívicos y, por supuesto, las asociaciones de árabes americanos, quienes no dudan en tildar a Pipes de “oveja negra” de los respetables analistas políticos estadounidenses.
Pero la guerra de Daniel Pipes no se limita sólo al conflicto étnico, religioso, cultural y territorial que opone a israelitas y mahometanos. El fundador del Middle East Forum va mucho más lejos, lanzando advertencias contra la islamización socio-político-religiosa llevada a cabo por el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğán, detectada recientemente por sus congéneres, quienes se hicieron eco de la existencia de una “agenda secreta” o, para ponerlo en buen castellano, de un “programa oculto” de los islamistas de Ankara.
Ficticia o real, la “amenaza” denunciada por los neo-cons se articula en torno a acciones concretas, como por ejemplo el referéndum que abre la vía a la modificación de la Constitución turca, la pugna sobre la utilización del velo islámico en los lugares públicos, los juicios contra oficiales de alta graduación acusados de haber preparado un golpe de estado contra el Gobierno de corte islamista liderado por Erdoğán. La tesis de Pipes es, al menos aparentemente, muy sencilla: mientras el régimen iraní constituye un peligro inmediato para Occidente debido al desarrollo de su programa nuclear, el terrorismo, la agresividad ideológica y/o la posible formación de un “bloque de resistencia”, en el caso de poder capearse y doblegarse la “amenaza”, Irán tendría un potencial único a la hora de sacar a los musulmanes de la edad media del islamismo y encauzarlos hacia una forma más moderna, moderada y sociable de Islam.
¿Y Turquía? Recuerda el director del Middle East Forum que Atatürk, el padre del Estado turco moderno, expulsó al Islam de la vida pública durante el período 1923-38. No obstante, los islamistas llegaron a formar parte de un Gobierno de coalición en los años 70 del siglo pasado. Más aún, entre 1996 y 1997, lideraron un primer Gobierno religioso. Las agrupaciones políticas de corte islámico se alzaron con la victoria en las elecciones generales de 2002, al obtener la tercera parte de los votos. Los gobernantes obraron con innegable cautela y probada competencia hasta la consulta popular de 2007, cuando obtuvieron más de la mitad de los sufragios. Estima Pipes que a partir de entonces comenzó la política de intimidación, de va desde las multas excesivas impuestas a los medios críticos, pasando por casquivanas teorías conspirativas contra las fuerzas armadas. Los islamistas obtuvieron el 58% de los votos en el referéndum celebrado en septiembre de 2010 y parecen destinados a ganar los próximos comicios, que se celebrarán a mediados de 2011.
“Mientras la administración turca representa contados peligros inmediatos, la implantación más sutil por su parte de los repugnantes principios del islamismo hacen que parezca inminente como futura amenaza”, escribe Daniel Pipes, quién añade: “…de ahí que el país de Oriente Medio que reclama una solución más inmediata (de la amenaza terrorista) pueda convertirse en el líder de la cordura y la creatividad…al tiempo que el más incondicional aliado musulmán de Occidente, en cinco décadas (Turquía) se podría transformar en la fuente más grave de acciones hostiles y reaccionarias”.
Sería interesante conocer la opinión del Presidente Barack Obama, defensor del diálogo entre Islam y Occidente.
Para el autor de estas líneas, los comentarios sobran.
* Analista político internacional, Centro de Colaboraciones Solidarias
Pero la guerra de Daniel Pipes no se limita sólo al conflicto étnico, religioso, cultural y territorial que opone a israelitas y mahometanos. El fundador del Middle East Forum va mucho más lejos, lanzando advertencias contra la islamización socio-político-religiosa llevada a cabo por el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğán, detectada recientemente por sus congéneres, quienes se hicieron eco de la existencia de una “agenda secreta” o, para ponerlo en buen castellano, de un “programa oculto” de los islamistas de Ankara.
Ficticia o real, la “amenaza” denunciada por los neo-cons se articula en torno a acciones concretas, como por ejemplo el referéndum que abre la vía a la modificación de la Constitución turca, la pugna sobre la utilización del velo islámico en los lugares públicos, los juicios contra oficiales de alta graduación acusados de haber preparado un golpe de estado contra el Gobierno de corte islamista liderado por Erdoğán. La tesis de Pipes es, al menos aparentemente, muy sencilla: mientras el régimen iraní constituye un peligro inmediato para Occidente debido al desarrollo de su programa nuclear, el terrorismo, la agresividad ideológica y/o la posible formación de un “bloque de resistencia”, en el caso de poder capearse y doblegarse la “amenaza”, Irán tendría un potencial único a la hora de sacar a los musulmanes de la edad media del islamismo y encauzarlos hacia una forma más moderna, moderada y sociable de Islam.
¿Y Turquía? Recuerda el director del Middle East Forum que Atatürk, el padre del Estado turco moderno, expulsó al Islam de la vida pública durante el período 1923-38. No obstante, los islamistas llegaron a formar parte de un Gobierno de coalición en los años 70 del siglo pasado. Más aún, entre 1996 y 1997, lideraron un primer Gobierno religioso. Las agrupaciones políticas de corte islámico se alzaron con la victoria en las elecciones generales de 2002, al obtener la tercera parte de los votos. Los gobernantes obraron con innegable cautela y probada competencia hasta la consulta popular de 2007, cuando obtuvieron más de la mitad de los sufragios. Estima Pipes que a partir de entonces comenzó la política de intimidación, de va desde las multas excesivas impuestas a los medios críticos, pasando por casquivanas teorías conspirativas contra las fuerzas armadas. Los islamistas obtuvieron el 58% de los votos en el referéndum celebrado en septiembre de 2010 y parecen destinados a ganar los próximos comicios, que se celebrarán a mediados de 2011.
“Mientras la administración turca representa contados peligros inmediatos, la implantación más sutil por su parte de los repugnantes principios del islamismo hacen que parezca inminente como futura amenaza”, escribe Daniel Pipes, quién añade: “…de ahí que el país de Oriente Medio que reclama una solución más inmediata (de la amenaza terrorista) pueda convertirse en el líder de la cordura y la creatividad…al tiempo que el más incondicional aliado musulmán de Occidente, en cinco décadas (Turquía) se podría transformar en la fuente más grave de acciones hostiles y reaccionarias”.
Sería interesante conocer la opinión del Presidente Barack Obama, defensor del diálogo entre Islam y Occidente.
Para el autor de estas líneas, los comentarios sobran.
* Analista político internacional, Centro de Colaboraciones Solidarias