Sucumbir al miedo
Por Xavier Caño Tamayo (*)
La violencia xenófoba sacude Sudáfrica. Hombres armados han atacado asentamientos de inmigrantes en Johannesburgo. Docenas de chabolas, incendiadas y más de veinte muertos. Los atacados eran de Mozambique y Zimbabwe. Una mozambiqueña declaró que “gritaban que nos fuéramos del país”.
Una ola de xenofobia recorre el mundo, ola de odio y hostilidad hacia los extranjeros. En Italia se abre la caza de inmigrantes “sin papeles”. Redadas en quince provincias y cientos de detenidos. En Nápoles, vecinos de Ponticelli (feudo de la Camorra) asaltaron y quemaron campamentos de gitanos. En el primer consejo de ministros de Berlusconi, se aprueba que la inmigración “ilegal” sea delito. Los ‘sin papeles’ pueden ir a la cárcel hasta cuatro años; los alcaldes podrán expulsar extranjeros.
En Holanda, un examen de lengua y cultura holandesas es prueba obligatoria para que esposas e hijos puedan reunirse con marido y padre. Según el Gobierno holandés, es para fomentar la integración. Según Human Rights Watch, asociación defensora de derechos humanos, la prueba “va dirigida a frenar la entrada en Holanda de personas de Turquía y Marruecos”.
En España, donde el gobierno realizó una regularización masiva, no ha tomado medidas concretas para que los inmigrantes dejen de ser los más vulnerables. La población inmigrante (10% del total) está discriminada respecto a la autóctona según informe de SOS, Racismo. Por ejemplo, en el País Vasco, el 80% de inmobiliarias de Bilbao se niegan a alquilar pisos a extranjeros, porque los propietarios de viviendas no quieren a inmigrantes. Amnistía Internacional denuncia que la acción del gobierno ignora por completo el incremento de racismo y xenofobia. Y los 27 que forman la Unión Europea han llegado a un acuerdo para expulsar a ocho millones de inmigrantes “sin papeles”.
Ante tal despropósito, el analista español Josep Ramoneda concluye que hoy “racismo, xenofobia y fascismo son los materiales con los que se teje el discurso populista. La izquierda y la derecha liberal tienen parte de culpa, por tener demasiado miedo a los miedos de la gente. Y por encogerse a la hora de defender los valores básicos de respeto igual a todos y de reconocimiento del otro”.
Asistimos a una perversión de la democracia: los gobernantes electos sitúan los miedos y bajezas de los ciudadanos por encima de los valores que conforman la democracia. Democracia no sólo es votar. Democracia es votar más respeto a los derechos humanos de todos. Democracia no es votar y ahí se acaba todo, porque entonces Hitler, Trujillo y Stroessner (que fueron elegidos) serían demócratas y habrían presidido democracias. Pero no es así. Democracia es delegar el poder político de los ciudadanos en diputados y a través de éstos en un gobierno, cierto. Pero ese poder ciudadano no puede alterar ni pudrir las bases ni los principios de la democracia.
Esta época infausta de cobardías, xenofobias, racismos y graves violaciones de derechos humanos, en la que dirigentes democráticos se doblegan a los miedos y cobardías de los ciudadanos, y emergen dirigentes demagogos neofascistas y xenófobos, recuerda los años pasados. Entonces fue el miedo al movimiento obrero y al socialismo lo que hizo crecer el fascismo y el nazismo. Hoy no es el orgullo “nacional” ofendido o agraviado, como fue en Alemania e Italia; hoy es el miedo a lo que se ignora, a lo diferente y especialmente a un futuro incierto lo que socava la democracia. Un futuro de incertidumbre fruto de un sistema económico codicioso, estúpido e insolidario.
Recordemos que los entusiasmos por Hitler y Mussolini, aplaudidos como salvadores de la patria, devinieron sangre, sudor y lágrimas para millones y millones de ciudadanos, y no sólo por la guerra. No hay patria ni raza; es un mito, una entelequia. Sólo seres humanos con problemas, y nos necesitamos unos a otros.
Pero, lo que ocurre no es casual. Hace demasiado tiempo que el miedo es alimentado desde el poder. Lo grave no es tener miedo, algo consustancial al ser vivo. Lo malo es sucumbir al miedo hasta la indignidad, que es lo que ocurre con la xenofobia.
(*) Escritor y periodista
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