La infiltración solidaria
Por Xavier Caño Tamayo (*)
En una sesión de una Junta de Accionistas de Repsol YPF, una multinacional española, de las más potentes en América Latina, se oyó que Repsol “no respeta lo derechos básicos internacionalmente reconocidos a las poblaciones indígenas”.
No era un comando activista que se coló burlando el servicio de seguridad, sino la representante de la ONG Intermón Oxfam, que había conseguido el aval de modestos accionistas y de cuatro no menos modestos fondos de inversión para poder intervenir en la Junta. Tal vez no ocurra nada, pero Antonio Brufau, presidente de Repsol, dijo que tomaba nota. Habrá que ver. Intermón Oxfam denuncia a Repsol YPF desde hace unos años y le exige que tenga en cuenta los derechos de los indígenas; éstos reiteran que no logran reparación alguna de Repsol por los daños causados a los bosques y a sus tierras por las introspecciones petrolíferas, a pesar de la promesa de hacerlo.
En el mundo anglosajón, infiltrarse en juntas de accionistas por parte de organizaciones sociales y solidarias se practica hace años; en España, la pionera fue hace siete años Setem, una federación de diez ONG de ayuda al desarrollo. En una reciente junta de accionistas del BBVA (banco español muy conocido en América Latina), un representante de esa federación criticó las inversiones del banco en el sector de fabricación de armas, así como discutibles proyectos que la entidad financiera tiene en Sudamérica. Fue Setem también la adquirió 120 acciones (de un total de más de seiscientos millones) de la multinacional textil española Inditex para poder hablar en su Junta de Accionistas y reclamar un mayor compromiso social de la empresa. La presión de la ONG consiguió que Inditex revisara (incluso cancelara) algunas subcontratas en países empobrecidos, por explotación manifiesta de trabajadores.
Desde perspectivas muy críticas, como la del Observatorio de la Deuda en la Globalización, vinculado a una universidad española, la presencia de ONG en juntas de accionistas sólo lava la cara de las multinacionales, que dan donativos (calderilla para ellas) y convierten esa ‘responsabilidad social’ en publicidad muy rentable.
Sin embargo, Ignasi Carreras, director general de Intermón Oxfam durante diez años, afirma que introducirse en las juntas de accionistas es positivo porque se adquiere mucha visibilidad, siempre y cuando haya además otros medios y formas de presión.
Aparentemente, uno puede sentirse inclinado por la postura que manifiesta el Observatorio de la Deuda citado. La actuación de las multinacionales y de los bancos transnacionales no invita al optimismo, y su poder es tal que uno se siente hormiga a su lado. Pero, como dice un veterano activista de Amnistía Internacional, “somos pequeñas hormigas que, unidas, conseguimos cosas”.
Entre el blanco puro y el oscuro negro hay una inmensa gama de grises que es preciso probar, porque nadie posee recetas milagrosas para reparar la injusticia y acabar con las violaciones de derechos humanos. Hay que arriesgar e incluso equivocarse para poder acertar. La exigencia de las madres de Esparta a sus hijos cuando iban a la batalla, “con el escudo (victoriosos) o sobre el escudo (muertos en combate)”, no parece de recibo para ningún tiempo.
En un mundo en el que se han reducido a la mínima expresión los partidos llamados de izquierda que quieran cambiar las cosas de verdad para bien de la inmensa mayoría de personas, las ONG han cogido parte del testigo de la exigencia de cambios para hacer posible un mundo menos indecente, más justo. Las ONG tienen además la ventaja de no ser sospechosas de querer conseguir el poder político y, por eso, hay que contemplar con esperanza los intentos para presionar a los mayores responsables de la mayor parte de los problemas que sufre la gente, cual son bancos, corporaciones transnacionales y multinacionales. En el peor de los resultados, la infiltración en multinacionales y corporaciones permite, cuanto menos, contar lo que ocurre. Cuando los poderosos del mundo fundamentan en buena medida su poder en la ocultación y el maquillaje de la realidad, contar la verdad es revolucionario.
(*) Escritor y periodista
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