Traición a Argentina gana terreno en Chile

malvinas 1La conducta chilena de debilitar y agredir a sus vecinos es incesante e inalterable. Aparte de la permanente hostilidad y de la usurpación de territorios bolivianos y peruanos, Chile nunca ha visto con buenos ojos la integridad territorial y la soberanía de Argentina; lamenta no haber robado a tiempo más territorios argentinos, como lo hizo con Bolivia y Perú. Por eso en 1982, cuando se produjo el conflicto por las islas Malvinas, Chile prestó apoyo logístico a los ingleses, para que no fallaran en los asesinatos que perpetraban contra los argentinos.

Transcurridas décadas de esa guerra, la opinión pública chilena expresa en medios de comunicación su apoyo a los invasores y usurpadores ingleses, para lo cual asumen la argumentación de sus patrones y mandantes ingleses.

En el texto que se reproduce, veremos que incluso en el nombre de las islas, los chilenos prefieren el nombre de Falkland, que usan los ingleses, y solo ponen “Malvinas” entre paréntesis. Los chilenos están totalmente seguros de que coimeando a los argentinos van a obligarlos a bajar la cabeza (como ya ocurre con los peruanos), y así —piensan ellos— mantendrán, como conquistadores de la Argentina, los permisos de vuelo para su aerolínea “Lan Perú” al mismo tiempo que continúan los traidores vuelos a las Malvinas. ¡Los chilenos están seguros de que coimeando nadie los expulsa de ningún país!

Este caso incumbe al Perú no solo por solidaridad con Argentina, sino además porque Chile, con la finalidad de debilitar las relaciones internacionales del Perú, compromete el nombre de nuestro país utilizando su aerolínea convenientemente llamada “Lan Perú” para volar a Argentina, al mismo tiempo que otra rama de Lan efectúa vuelos de Punta Arenas a las Malvinas, para abastecer a las usurpadores ingleses y facilitarles comunicaciones con terceros países, lo que rompe el bloqueo que Argentina ha impuesto a los ingleses.

Leamos.

 

¿Tenemos que apoyar a Argentina?

Germán Concha Zavala, Abogado

En los últimos días han aparecido en la prensa diversas opiniones en el sentido de que Chile estaría virtualmente obligado a apoyar la reclamación que Argentina ha reiterado respecto de las islas Falkland (Malvinas).

Los argumentos que se han esgrimido para fundamentar tales opiniones parecen apuntar, principalmente, a la calidad de vecino de Chile que ostenta la nación reclamante y a la condición de país sudamericano que con ella compartimos. A partir de ellos se ha llegado a sugerir, incluso, que una eventual negativa a brindar el aludido apoyo representaría una falta de respeto de nuestra parte.

Sin querer faltar al debido respeto a la República Argentina, a sus autoridades y a su pueblo, resulta razonable discutir los antes señalados argumentos, pues ellos no parecen del todo convincentes para justificar el apoyo a que se ha hecho referencia.

En primer lugar, porque puede estimarse exagerado, e incluso contrario al sentido común, sostener que para tener buenas relaciones con un vecino sea requisito indispensable estar de acuerdo con todos los planteamientos que él formule. Tal nivel de aquiescencia no se espera, al menos en el mundo occidental, ni aun entre cónyuges. Así parece entenderlo, por lo demás, la propia República Argentina, tal como queda de manifiesto, por ejemplo, si se revisa la que ha sido su postura en las diferencias que ha tenido con nuestro país en distintos temas (incluido, por cierto, el limítrofe), a lo largo de la historia.

En segundo lugar, porque no resulta razonable entender que la condición de país sudamericano, por importante que pudiera llegar a ser considerada, deba erigirse en el criterio único o exclusivo a partir del cual deban adoptarse las decisiones de política exterior. Hace ya casi 40 años (y cuando la opinión pública parecía moverse en un sentido muy distinto), Chile adoptó una estrategia de apertura e inserción en el mundo que en la actualidad forma parte del patrimonio común de nuestra institucionalidad y representa un elemento clave del éxito que hemos alcanzado y que esperamos en el futuro. No se ve, en consecuencia, cuáles podrían ser las razones para regresar ahora a visiones "cepalianas" de triste memoria.

En tercer lugar, porque no parece fácil para un país como el nuestro, que ha mantenido una opción preferencial por el diálogo y la consideración de razones y antecedentes jurídicos e históricos, adherir ahora a reclamaciones que han incluido el uso no provocado de la fuerza —pronto se cumplirán 30 años desde la frustrada invasión de las islas por parte de Argentina en 1982— y otros medios de presión (como las restricciones a vuelos comerciales a las islas), reclamaciones que, además, intentan convertir una cuestión bilateral en un asunto multilateral. ¿Qué ocurriría si, por ejemplo, Bolivia decidiera seguir un camino semejante en relación a los reclamos que cada cierto tiempo plantea respecto de nuestro país?

En cuarto lugar, porque parece extraño que en estos tiempos en que se insiste tan enfáticamente en la importancia de considerar en las decisiones que se adoptan la opinión de las respectivas comunidades locales, no parezca tomarse siquiera en cuenta el hecho de que los propios habitantes de las islas, cada vez que se les ha consultado*, se han pronunciado, expresa y libremente, por mantenerse vinculados al Reino Unido, tal como lo han estado desde 1833. ¿Cómo se justifica esta ausencia de consideración, teniendo en cuenta que la política exterior de Chile siempre ha proclamado como principio fundamental el respeto a la libre determinación de los pueblos?

La decisión que debe adoptar Chile en esta materia es compleja y, por cierto, son muchos los factores que deben ser analizados. Si, como suele decirse, la política exterior es, por excelencia, una política de Estado, parece especialmente importante que dicha decisión se adopte considerando principalmente las razones involucradas, más que atendiendo a las emociones que puedan predominar en el momento.

 

Blogs El Mercurio, 17 de febrero de 2012

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/02/17/tenemos-que-apoyar-a-argentina.asp

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* Nota de Con nuestro Perú. Curiosamente, al defender la posición de los ingleses, el autor habla de respetar la autodeterminación de los pobladores. ¿Y qué fue del plebiscito que preveía consultar la voluntad de los peruanos de territorios ocupados por Chile? Ocurrió que Chile nunca quiso cumplir el plebiscito que contemplaba el tratado de Ancón, tropelía en la que contó con el decidido apoyo de los generales yanquis alcahuetes John J. Pershing y William Lassiter.

 

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