Durante los últimos 25 años, Turquía siempre ha intentado formar parte del exclusivo club europeo, pero sus negociaciones de adhesión han fracasado siempre. Las razones del rechazo han sido históricas, políticas e incluso geográficas, y van desde el genocidio armenio y las deficiencias democráticas, hasta una posición geográfica propicia para la inmigración ilegal.
Ante estas sucesivas negativas, la sociedad turca ha pasado de defender posiciones proeuropeas a un acusado euroescepticismo espoleado tras años de desarrollo económico bajo la batuta del Partido de la Justicia y el Desarrollo y su líder, Recep Tayipp Erdogan.
Como no hay mal que por bien no venga, la “Primavera Árabe” ha significado la oportunidad de oro de Turquía para intentar erigirse en líder regional, cosa que difícilmente hubiera podido ocurrir si fuera miembro de la Unión Europea. Por otra parte, Europa, a través de la OTAN, ha tenido finalmente la ocasión de compensar el agravio de décadas de rechazo con la adjudicación a Turquía del rol de gendarme en la convulsa región de Oriente Próximo.
Desde que empezó el conflicto sirio y pese a las excelentes relaciones bilaterales entre Siria y Turquía hasta aquel momento, Turquía aceptó el rol de peón supremo de la OTAN en la región, enterrando así la política de “cero problemas con los vecinos” practicada durante las dos últimas décadas. Estambul ha sido la sede del denominado Consejo Nacional Sirio, mientras la zona fronteriza sur del país fue destinada al entrenamiento de los miembros del Ejército Libre Sirio y a la infiltración de mercenarios. Miembros de los servicios de inteligencia occidentales siguen prestando sus servicios allí e ingentes cantidades de armas han sido introducidas en Siria. Una macro operación financiada principalmente con petrodólares qataríes y saudíes.
Todo este esfuerzo no ha dado sus frutos esperados durante los últimos 19 meses. El Ejército regular sirio parece haber controlado la situación y gran parte de la población apoya a su presidente, especialmente después de los sangrientos atentados perpetrados por la oposición armada, que evidencian su debilidad y desesperación. Las grandes potencias parecen haber pactado ya una transición tutelada por el mismo gobierno de Damasco.
Esto último ha significado un duro revés a las aspiraciones turcas después de más de un año y medio de esfuerzos para una intervención militar de la OTAN en Siria. En las últimas semanas, Turquía ha reaccionado con una escalada militar con el objetivo de provocar un conflicto bilateral que se multilateralice en base a sus acuerdos con la OTAN.
La autorización del Parlamento turco para que el Ejército turco pueda realizar operaciones militares dentro del territorio sirio, el envío de tropas y armas a la frontera turco-siria, la realización de maniobras militares en forma de preparación para la guerra y el lenguaje sectario, amenazante y agresivo utilizado por Recep Tayyip Erdogan y Ahmet Davutoglu hacia Siria son prueba de ello.
Pero el episodio más lamentable fue el bombardeo mutuo que causó la muerte de varios civiles a ambos lados de la frontera. Pendiente de esclarecerse lo ocurrido, varios medios de comunicación, incluido el Zeitung alemán, barajan la posibilidad de que los rebeldes hubieran lanzado esos obuses desde suelo sirio cumpliendo órdenes turcas, para así engañar a la comunidad internacional y poder justificar un eventual ataque unilateral.
El último episodio, ocurrido hace una semana, fue la interceptación de un avión civil sirio alegando que portaba material militar. Tras comprobar que habían cometido un grave error y vulnerado el derecho internacional, los agentes turcos golpearon al pasaje para que declararan que había sido un aterrizaje forzoso por problemas técnicos. Tras este incidente, que ha tensado las relaciones diplomáticas con Rusia, incluso Estados Unidos se ha visto obligado a calificar de “provocativa e irresponsable” la operación de su aliado.
Cansado de la actitud del Gobierno turco y consciente de las intenciones geopolíticas imperialistas desesperadas de su vecino del norte, el ministro de información sirio declaró la semana pasada que “Turquía no es el Sultanato Otomano y su ministro de Asuntos Exteriores no va a nombrar a los guardianes de Damasco, La Meca, El Cairo y Jerusalén”.
¡Y Mientras tanto Rusia despliega baterías de misiles S-400 cerca de Turquía!
* Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.
Russia Today en Español, 19-10-2012
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