Por Ricardo Sánchez Serra (*)
El Consejo Peruano de Solidaridad con el Pueblo Saharaui y numerosos adherentes enviaron un memorial, hace unos días, al Presidente Ollanta Humala Tasso, en el que se le solicita se restablezca las relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y ayuda humanitaria para los campamentos saharauis de refugiados de Tinduf en Argelia.
El hecho es de suma importancia para mantener la paz en el norte de África y para que el Perú reafirme los principios que guían a nuestra diplomacia, que son el respeto al Derecho Internacional, en especial a la libre determinación de los pueblos y a las resoluciones de la ONU sobre descolonización y defensa de los derechos humanos.
El Sáhara Occidental está considerado por las Naciones Unidas como un territorio no autónomo, pendiente de descolonización. España es la potencia administradora –aún reconocida por la ONU- que cedió ilegalmente ese derecho a Marruecos y Mauritania en noviembre de 1975, que ocuparon el territorio motivando que la población saharaui huya hacia la frontera con Argelia, estableciéndose en los campamentos de refugiados de Tinduf.
Luego de la salida del último soldado español, el Frente Polisario, único representante del pueblo saharaui reconocido por la ONU, fundó la RASD el 27 de febrero de 1976, en los territorios liberados. Se debe aclarar que no tiene un gobierno en el exilio, porque para ser considerado un Estado, debe tener gobierno, territorio y población, requisitos indispensables que ostenta.
Desde esa fecha más de 80 países han reconocido a la RASD, entre ellos el Perú en 1984, en el gobierno del Arq. Fernando Belaunde Terry. En 1986 el primer embajador saharaui presentó sus cartas credenciales. Pero, en 1996, se suspendieron las relaciones diplomáticas –no el reconocimiento- con la RASD, en forma unilateral e injusta. En esos días llegó a Lima el canciller saharaui, no siendo ni siquiera recibido en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Algo raro había bajo la alfombra.
Van casi 38 años que los saharauis viven en campos de refugiados, en el desierto, esperando que las NNUU disponga su libre determinación que no llega, estancamiento que parte del desinterés de muchos países. La crisis económica internacional hace que haya disminuido sustancialmente las donaciones de alimentos y medicinas.
En el plan de gobierno del presidente Humala figura el apoyo al pueblo saharaui, en su capítulo “Solidaridad Internacional”. Es menester que cumpla su promesa. Ello contribuirá al proceso de paz. En otros países conviven, sin problemas, las embajadas marroquíes y saharauis: México, Sudáfrica, Argelia, Uruguay, Bolivia, Panamá, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, son solo unos ejemplos. ¿Por qué en el Perú no puede existir también esa igualdad?
(*) Periodista peruano. Miembro de la Prensa Extranjera