Por World Rainforest Movement
El 16 de octubre es el Día Mundial de la Soberanía Alimentaria. Via Campesina, en su última conferencia internacional en Indonesia, en junio de este año, puso gran énfasis en el tema, llamando a la Soberanía Alimentaria de “nuestra alternativa global”, no solamente para campesinas y campesinos, sino para la sociedad como un todo. El énfasis es merecido también porque las amenazas son muchas.
Las corporaciones transnacionales representan la mayor amenaza a la soberanía alimentaria, en función de su “hambre” insaciable de más tierras y de más “recursos naturales” en el mundo entero. Para tratar de “controlar” sus acciones, se proponen a las corporaciones instrumentos como la “certificación” y las “salvaguardas”, generalmente en forma voluntaria e incentivada por bancos, gobiernos y grandes ONGs conservacionistas. Éstas pueden sugerir, por ejemplo, el respeto por los derechos territoriales y modos de vida de las comunidades o exigir el consentimiento de las comunidades afectadas por los planes empresariales.
Una de las razones por las cuales las empresas han conseguido lidiar sin muchos problemas con “certificaciones” y “salvaguardas” es la fuerte y poderosa alianza que continúa existiendo entre ellas y los gobiernos nacionales, lo que facilita que las empresas simplemente impongan sus planes, contando con concesiones de los gobiernos superpuestas a territorios y bosques comunitarios, sin que nadie de la comunidad en cuestión haya sido informado y mucho menos dado su consentimiento. Esta ha sido la regla, a pesar de “certificaciones” y salvaguardas” existentes. Otra táctica empresarial para burlar los derechos comunitarios ha sido tomar el control de tierras campesinas sin la necesidad de apropiarse de las mismas. Por ejemplo, las empresas han buscado seducir a campesinos y campesinas con propuestas promisorias en términos de renta, para que planten monocultivos en sus tierras, con la obligación de abastecer a la fábrica de la empresa, la cual estaría “respetando” los derechos de la comunidad a la tierra y “compartiendo beneficios”.
Sin embargo, las empresas llevan una ventaja enorme en este tipo de acuerdo, negociando contratos generalmente individuales entre ellas y los pobladores locales. Asimismo, estas formas de tercerización amenazan, a largo plazo, a las comunidades que se involucran en esto, principalmente en lo relativo a su soberanía alimentaria y a la de las poblaciones vecinas. Como bien lo muestra la realidad actual de diversas regiones de América Latina, de Asia y de África, donde ocurre una fuerte expansión del agronegocio, la tendencia es una reducción de la producción local de alimentos, en forma paralela a un aumento de precios de los alimentos disponibles a nivel local, que cada vez más son traídos de afuera. Para las corporaciones en general es una maravilla, ya que el proceso beneficia a este lucrativo mercado de alimentos, también controlado por ellas; para la realidad local se trata de un impacto de los más perversos, que afecta totalmente la soberanía alimentaria.
Históricamente las comunidades campesinas han logrado garantizar su soberanía alimentaria ejerciendo modos de vida basados en el control sobre el territorio, incluso sobre los bosques de los cuales dependen para alimentarse. Por lo tanto, las luchas para garantizar derechos a territorios y a los bosques también son luchas para garantizar la soberanía alimentaria. En la medida en que consigan incorporar también más explícitamente la lucha por la soberanía alimentaria, o sea, una propuesta que tenga a la comunidad como protagonista y procure mantener, fortalecer o retomar el control y el manejo comunitario de su territorio, estas luchas tienden a adquirir más solidez. Pueden servir como referencia importante, como inspiración para otras comunidades, incluso para aquellas que no consiguieron resistir el avance de las empresas sobre sus territorios.
La articulación de las luchas por los territorios con la lucha por la soberanía alimentaria es algo urgente y necesario para contraponerse a un modelo de producción y consumo dominante que busca hacer de todos nosotros meros consumidores dependientes del mercado y que, de esta forma, promete llevar a regiones enteras al “desarrollo”, a la “modernidad”. Pero sabemos que en la práctica este modelo no logra cumplir sus promesas. La realidad muestra más empobrecimiento, destrucción ambiental y miseria, llevando a la humanidad a una crisis cada vez más profunda, mientras las corporaciones no paran de lucrar. Las alternativas propuestas para salir de la crisis dentro de la lógica de la llamada “economía verde” no son alternativas porque no proponen cambios estructurales en este modelo; por lo tanto, se trata de falsas soluciones.
En este boletín buscamos citar una serie de ejemplos inspiradores, provenientes de los diversos continentes, de comunidades que luchan por los territorios y ejercen experiencias inspiradoras de manejo comunitario de bosques y otros biomas integrantes de la inmensa y rica biodiversidad en los diferentes continentes del Sur global. Creemos que más articulación e intercambio entre estas comunidades y otras que están enfrentando luchas parecidas, pueden proporcionar un avance en las luchas populares y sus intentos de detener el avance del agronegocio y sus corporaciones, para el bien de la soberanía alimentaria y de las economías y sociedades locales y regionales. También es necesario destacar la importancia de la Campaña global en curso para Desmantelar el Poder Corporativo y combatir la impunidad corporativa.
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