Adrián Mac Liman*
Cazas F-16 de la Fuerza Aérea estadounidense vuelan hacia Polonia. Aparentemente, para participar en maniobras conjuntas con la aviación polaca. Dos barcos de guerra de la Sexta Flota navegan hacia el Mar Negro. “Visitarán” las instalaciones de las escuadras de Bulgaria y Rumania y llevarán a cabo ejercicios conjuntos con las fuerzas navales de los dos países que se enorgullecen de formar parte de la Alianza Atlántica. Pero en este caso concreto, los gobernantes de Sofía y Bucarest no disimulan su inquietud; hay quien estima aquí, en la extremidad oriental del Viejo Continente, que la crisis de Ucrania podría desembocar en un enfrentamiento bélico de gran alcance…
Pero no se preocupe, estimado lector: la guerra de Crimea no tendrá lugar. Este conflicto, ideado y orquestado por las superpotencias, sirve de cortina de humo destinada a ocultar los verdaderos designios de quienes pretenden modificar los parámetros estratégicos del planeta.
En realidad, la guerra de Crimea empezó en 1991, poco después del derrumbamiento del imperio soviético. Ucrania fue el primer país de la antigua URSS cortejado por la OTAN, el primero en adherirse al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, en formalizar su presencia en el Partenariado para la Paz. En las dos últimas décadas, las tropas ucranianas participaron en las operaciones y misiones de la Alianza. Pero las cosas se torcieron en 2008, cuando los miembros de la OTAN invitaron a Georgia y a Ucrania —antiguos territorios de la desaparecida Unión Soviética— a ingresar en la Alianza como miembros de pleno derecho. El Kremlin frenó el ímpetu de los estrategas de Mons (cuartel general de la Alianza), señalando que la integración de Ucrania en el bloque militar occidental equivaldría a una acción ofensiva. Los mandos de la OTAN optaron, pues, por congelar el proceso. Pero los disturbios registrados en Kiev el pasado mes de noviembre sirvieron para reactivar los planes de conquista diseñados por los estrategas norteamericanos y europeos.
Conviene señalar que, desde el punto de vista del reordenamiento de las estrategias planetarias, el control de los confines europeos de Rusia reviste una importancia capital para los designios de Washington. Los politólogos estadounidenses barajan la hipótesis de un mundo tripolar, gobernado por Norteamérica, Rusia y China. Si bien el interés de los tres grandes se centrará en la región del Pacífico, cantera de potencias económicas emergentes, la presencia militar en las regiones marginales —Europa oriental, Corea, Japón— constituye un elemento sine qua non para el éxito del operativo. Estados Unidos espera afianzarse en el Este europeo. Pero esta opción implica también un cambio de estructuras socio-económicas de los países de la región. En este caso, la economía de mercado vendrá de la mano de la democracia. O viceversa… Lo cierto es que la Unión Europea no tardó en complacer a las nuevas autoridades de Kiev, anunciando la concesión de una ayuda de emergencia de 11.000 millones de euros. El Fondo Monetario, organismo poco altruista y laxista, facilitará el resto —otros 20.000 millones— imponiendo sus impopulares reformas.
¿Y Crimea? ¿Cuál es el porvenir de esta región autónoma, cedida por Moscú en 1954 a Ucrania? Recordemos que el imperio zarista anexionó la península en 1783. En la actualidad, la minoría rusa (¡que no rusófila!) representa un 58% de la población. Un dato de poca relevancia para los gobernantes occidentales, quienes exigen el respeto de la integridad territorial de Ucrania. Ello presupone la retirada de las tropas estacionadas en Crimea y el desmantelamiento de la gran base naval de Sebastopol, cuartel general de la marina rusa en el Mar Negro, amén de otras desventajas económicas y estratégicas para el Kremlin. En este caso concreto, Rusia decidió jugar la baza del legalismo, anunciando la celebración inminente de un referéndum sobre el porvenir de Crimea. Ficticia o real, la democracia juega a su favor.
Partiendo del supuesto de que la guerra de Crimea no tendrá lugar, el autor de estas líneas se plantea la pregunta: ¿Y el porvenir de Ucrania? Hace apenas un año, el Secretario de Estado John Kerry afirmaba, en una reunión de empresarios celebrada en Washington: “América Latina es nuestro patio trasero […] tenemos que acercarnos a ella de manera vigorosa” ¿Y Ucrania? ¿De quién es este… patio trasero?
*Analista político internacional, Centro de Colaboraciones Solidarias
Twitter: @AdrianMacLiman
Juegan con fuego: puede haber secesión “Para lograr la división de Ucrania lo que está haciendo Occidente es alentar al gobierno provisional de Kiev para que no abandone su propósito de buscar la adhesión a la UE. Si los políticos ucranianos de la capital caen en la trampa, seguirán insistiendo contra viento y marea en la campaña de unir su país a la UE, lo cual con seguridad provocará el rechazo de la región suroriental de Ucrania, que proclamará su independencia o se unirá a Rusia.” |
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