Lourdes Gómez

Richard Moore se quedó ciego con 10 años. Perdió la vista por el impacto de la bala de goma que disparó un soldado británico cuando salía del colegio en Irlanda del Norte. Ahora luchan juntos para sanar las heridas de los "Troubles", término que admite la traducción de problemas y que define la última fase de violencia sectaria en esta región del Reino Unido.

 

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Richard Moore no recuerda el momento en que el capitán Charles Innes disparó la carga de balas de goma que le dejó ciego para el resto de su vida. Se despertó sobre una mesa de su colegio de Derry, la segunda ciudad de Irlanda del Norte, oyendo al profesor de música preguntarle por su nombre. "No me reconoció con tanta sangre en los ojos y entró en shock", rememora del trágico incidente de mayo de 1972 que dio un vuelco a su trayectoria.

LEGADO DE LA VIOLENCIA

Medio siglo después compartieron sus experiencias en el Centro Cultural Irlandés de Londres, en un coloquio organizado por la asociación Troubles, Tragedy, Trauma (TTT). Fue un episodio más de su "notable viaje" hacia el reconocimiento y la reconciliación como vías esenciales para afrontar el legado violento, según subrayó el moderador del evento, Peter Taylor, veterano de la BBC en la cobertura de Irlanda del Norte.

Esa tarde de 1972, Innes estaba al mando de la protección militar de una comisaría que Moore atravesaba al ir y volver de la escuela. Se ubicaba en un barrio de fuerte arraigo nacionalista irlandés y los soldados solo disponían de balas de goma para despejar a los manifestantes que se concentraban casi a diario frente a la instalación fortificada, según coincidieron ambos en su relato.

"Había disturbios y decidí dispersar a la gente. Disparé y alguien cayó. La masa se dispersó. Logramos nuestro objetivo", narró el capitán. Pronto le comunicaron que había herido a un niño de 10 años, que se debatía entre la vida y la muerte. "Reaccioné consternado y con angustia. Me quedó un sentimiento de tristeza y remordimiento. Nunca pretendí herir gravemente a nadie", confesó en Londres.

AMISTAD CONTRA PRONÓSTICO

La reconciliación personal se escenificó 34 años después. Moore localizó y escribió al responsable de su ceguera. "No contenía ni un signo de animosidad y quería conocerme. Se me quitó un peso de encima", se maravilla todavía el octogenario Innes. Forjaron una amistad inquebrantable desde el primer encuentro, en 2006, en el salón de un hotel de Edimburgo.

Después llegó la disculpa del militar y una trayectoria compartida de charlas y conferencias. "Le perdoné. Nunca he tenido amargura ni odio. Acepté la ceguera. Os veo con mi mente", explicó Moore con buen humor y tras una carrera de logros profesionales y personales. Entre ellos destaca la fundación Children in Crossfire (Niños en la línea de fuego), que creó hace 25 años.

"Nadie tiene el monopolio de la violencia. Ambos lados sufrieron", resaltó su amigo británico antes de recalcar la necesidad de respetar al opuesto, reconocer los errores y avanzar hacia delante. "Yo no digo que cumplía una orden cuando disparé. Acepto mi responsabilidad. Es mi problema", subrayó.

CONTABILIDAD DEL TERROR

Más de 3.500 personas murieron a consecuencia de la violencia en las tres décadas de los "Troubles", desde 1969 a 1998. Otras 40.000 sufrieron heridas en atentados del Ejército Republicano Irlandés (IRA), a tiros de grupos paramilitares lealistas probritánicos o en disputadas acciones de las Fuerzas Armadas del Reino Unido.

1972 dejó el legado más mortal en la historia reciente del conflicto irlandés. Fueron asesinados un total de 476 individuos, de los que 249 eran civiles; 149 miembros de las fuerzas de seguridad británicas y 70 militantes lealistas y republicanos.

Moore acusó el disparo que le cegó para siempre cuatro meses después del "Domingo Sangriento" de Derry. El Ejército mató ese día festivo a 13 personas que participaban en una manifestación pacífica en defensa de los derechos civiles. Entre las víctimas mortales estaba su tío y hermano de su madre, Gerard McKinney.

 

Con información de Sputnik