Gracias al llamado “voto de la desilusión”, el odiado partido de ultraderecha deja de ser un paria y se catapulta como la segunda fuerza política del país escandinavo. Los ‘Demócratas Suecos’ obtuvieron 72 curules en estas elecciones legislativas por encima de sus aliados conservadores. Expertos analizan este ascenso fulgurante de la extrema derecha y el auge del discurso que liga la migración con la criminalidad.

 

Jimmie Akesson

El lider del partido Democrátas Suecos, Jimmie Åkesson

 

En sólo una década Los Demócratas Suecos, un partido que surgió de un movimiento neonazi en los años 80, pasó de ser tratado como paria a convertirse en una alternativa política determinante. Fue el segundo partido más votado en estas elecciones en las que obtuvo más votos que los tres  partidos de derecha con los que hizo alianza.  

El fulgurante ascenso de la ultraderecha en estas elecciones representa un cambio enorme en la sociedad sueca cuyo motor ha sido el debate en torno a la seguridad. Todos los partidos en esta campaña tuvieron como bandera la lucha contra el crimen de las pandillas. Desde 2018, se han presentado 2513 tiroteos entre los llamados “gangs” atribuidos a la venta de drogas y armas. 

La sobre explotación de la violencia pandillera

“Se trata de tiroteos entre los grupos y, según cifras del gobierno, un 80% de los tiroteos afecta a los miembros de esas bandas” precisa Artur Obminski, investigador sueco de la Paris School of Economics, especialista en migración y partidos políticos.

“Los pandilleros son personas que viven en barrios con un bajo nivel socio económico y en los que, por ser más barata la vivienda y por ofrecer la posibilidad de encontrar personas de la misma comunidad, habita un número importante de población inmigrante”, explica el especialista, al tiempo que  advierte que no “existe una relación directa y evidente entre la criminalidad y el aumento de la inmigración en los últimos diez años o la crisis de 2015 cuando el país recibió 160 mil refugiados en pocos meses”.

Para Obminski la situación socioeconómica y los ingresos de la gente son factores determinantes de los problemas sociales de estas barriadas de la periferia del país escandinavo. Un país que, durante décadas, recibió a refugiados con los brazos abiertos, pero en el que el discurso xenófobo y antiinmigración que catapultó a la extrema derecha hacia el Parlamento en 2010 se ha extendido por gran parte del espectro político. 

Ningún país europeo tiene tantos refugiados per cápita como Suecia

Además de ser altamente explotado por los medios de comunicación, el tema de la criminalidad de las pandillas fue utilizado en esta campaña electoral para las legislativas por todos los partidos políticos de Suecia, el país europeo con mayor número de refugiados per cápita: casi uno de cada cuatro de sus 10,3 millones de habitantes tiene raíces extranjeras.

Incluso el Partido socialdemócrata —en el poder desde 2014— endureció significativamente su retórica aun cuando mantuvo el enfoque de la segregación. Hay que recordar que a la par del bienestar y el cambio climático, la criminalidad de las pandillas fue prioridad del gobierno de la Primera ministra socialdemócrata Magdalena Andersson durante sus agitados diez meses de mandato.  

En el discurso de la ultraderecha de los Demócratas Suecos —del que hicieron eco las tres principales fuerzas de la derecha: los conservadores Moderatas, liberales y Demócratas cristianos—, la violencia criminal de los pandilleros proviene de su origen y cultura diferentes.

Votaron por la retórica original

Tanto emularon y replicaron los partidos de derecha el discurso de la extrema derecha que muchos ciudadanos ahora critican a los inmigrantes, “especialmente” musulmanes, de una manera que en Suecia no habría sido tolerada hace diez años, afirma Anders Hellström, investigador Universidad de Malmö especialista en nacionalismo, racismo y populismo.

Para el experto, la socialdemocracia le ha apostado, de cierta forma, a un empate con la derecha en el tema de la criminalidad. “Todos los partidos, de izquierda y de derecha, quieren penas más fuertes y más policías”. Sin embargo, explica Hellström, existe una diferencia en la manera como se plantea desde una óptica o la otra: “la diferencia es que la socialdemocracia plantea el problema como resultado de la segregación. En cambio, la derecha lo aduce a valores culturales”.

Y aquí puede estar la razón por la que la extrema derecha se ha catapultado a la escena política de manera espectacular en estas elecciones cuando apenas diez años atrás entraba al Parlamento sueco con solo 5,7% de los votos. En las legislativas del domingo los ultraderechsitas Demócratas suecos obtuvieron 20,5 % de votos, mientras sus aliados, los tres partidos de la derecha, perdieron votos.

“Si uno mira diez años atrás, la derecha marcaba una distancia fuerte con la ultraderecha. A diferencia de hoy que tanto el Partido Conservador Moderata, como los liberales y la Democracia Cristiana señalan a los valores culturales como causa de los problemas y relacionan la criminalidad con el alto índice de migración. Los tres líderes de esos partidos de derecha han utilizado la retórica de la extrema derecha. La paradoja es que los tres partidos perdieron votos y los Demócratas Suecos aumentaron exponencialmente. ¿Por qué? Porque lo electores escucharon y escogieron la versión original, que en este caso son los Demócratas Suecos”.  

Hellström agrega que en este tiempo de crisis tan importantes -cambio climático, guerra entre Rusia y Ucrania- la criminalidad resulta para el común de la gente un problema más concreto para el que ven soluciones más cercanas dentro de su concepción del crimen y el castigo.

“Aunque la cuestión del clima es muy importante, mucha gente tiene dificultad para entenderla y, sobre todo, no está segura de lo que se puede hacer para combatir el problema.  Es mas fácil para la gente centrar la atención en el tema de las pandillas. Como se trata de un tema que todos los partidos pusieron en la agenda y la ultraderecha lo argumentó con un discurso 'creíble', entonces la gente votó por ellos”.

 

Con información de Radio Francia Internacional