Turquía y los rebeldes kurdos
 gul-abdullah
 Pdte. Gul Abdulah
Terroristas buenos y terroristas malos

Desde hace un mes constituyen noticia hechos de violencia que ocurren en el lado turco de la frontera entre Turquía e Iraq. Son los enfrentamientos entre rebeldes turcos de origen kurdo, del Partido Kurdo de los Trabajadores (PKK) que combaten contra el ejército turco en territorio turco, pero que cuando les conviene cruzan la frontera y pasan a la región kurda de Iraq.

Allí empieza el problema: cuando estos rebeldes turcos se refugian en Iraq. En más de una ocasión los turcos han entrado a Iraq persiguiendo a los combatientes del PKK, otras veces han bombardeado lugares de Iraq donde se escondían los rebeldes. Pero la situación se agravó cuando semanas atrás la gente del PKK mató unos 20 soldados turcos y tomó prisioneros a ocho. Como respuesta, el parlamento turco ha autorizado a la fuerza armada a emprender una amplia operación en territorio Iraq, en vista de que el débil gobierno de este país tiene muy poco control en la zona limítrofe con Turquía y, consecuentemente, no puede reprimir a los del PKK.

Si observamos el mapa veremos que Turquía limita con Irán, Iraq y Siria; y los kurdos están ubicados en esta confluencia; hay kurdos en Turquía, Irán, Iraq y Siria. El origen de este problema se presenta cuando al final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) las potencias coloniales europeas (principalmente Francia e Inglaterra), viendo la desintegración del Imperio Otomano con sede en Turquía, establecen en el Medio Oriente una división política conveniente a sus intereses. Al efectuar esta partición, no previeron ni consideraron necesario asignar un territorio propio a los kurdos, quienes resultaron distribuidos entre los cuatro países mencionados. Consecuentemente, en el territorio de Turquía, Irán, Iraq y Siria hasta hoy subsisten regiones en las que los kurdos son mayoría (esto es más notorio en Iraq, donde los kurdos ocupan aproximadamente un 25% del territorio, con suelo rico en petróleo).

Durante el gobierno de Saddam Husseín, los kurdos fueron duramente reprimidos, sufrieron miles de muertes por acción del ejército iraquí, que incluso empleó contra ellos gases venenosos. Como los ingleses y estadounidenses ya desde la Guerra del Golfo (1991) deseaban derrocar a Husseín, frecuentemente atacaban con su aviación al ejército iraquí, para debilitarlo y también para impedir que reprimieran a los kurdos. Cuando en 2003 se produce la invasión estadounidense de Iraq, ya los kurdos de ese país vivían con cierta autonomía respecto del gobierno central de Saddam Hussein. Los guerrilleros kurdos eran terroristas para Saddam Hussein pero eran luchadores por la libertad para los estadounidenses.

La apreciación de los combatientes kurdos dependía de quién se sintiera afectado o no. Para Turquía y para Saddam Husseín eran terroristas; para los estadounidenses y europeos, no. Sin embargo, los últimos acontecimientos han puesto al gobierno de Bush en una difícil disyuntiva: aunque son amigos de los kurdos y verían con buenos ojos el separatismo kurdo, también deben tener en cuenta los intereses de Turquía, país aliado de los estadounidenses (pero no títere). Viendo que era inminente una embestida turca contra Iraq, país que en la práctica es una inestable colonia estadounidense, EE. UU. ha maniobrado para quedar bien con Dios y con el diablo. Han logrado calmar la ira de los turcos y, a cambio de que no ataquen a Iraq, les han ofrecido proporcionarles información de inteligencia sobre los rebeldes kurdos. A los iraquíes y en particular a los kurdos de Iraq, les han asegurado que los turcos no cruzarán la frontera.

Pero la protección de los EE. UU. a los kurdos de Iraq tiene un precio: que se desarmen los combatientes del PKK y que las autoridades kurdas de Iraq tomen el control de la zona fronteriza con Turquía, para evitar que los combatientes kurdos de Turquía se refugien en Iraq. Lo más que desean hacer los kurdos de Iraq —de allí no pasan— es pedir a los del PKK que se desmovilicen y que conformen un partido político; no les gusta la idea de reprimir a sus congéneres que lleguen a Iraq huyendo de los turcos.

Por otro lado, Siria e Irán, que, como hemos señalado, tienen minorías kurdas, se han solidarizado con Turquía y coinciden en calificar de terroristas a los rebeldes kurdos. Esta coincidencia de intereses causa mucho desagrado a los estadounidenses, que aborrecen a Siria e Iraq, países a los que más bien quisiera ver enemistados con Turquía. En fin, como el problema entre los turcos y los kurdos afecta los intereses de los EE. UU., este país escucha las quejas turcas y pone en la lista negra a sus queridos amigos kurdos, que ahora sí son terroristas.

Lo curioso es que los estadounidenses por segunda vez tienen un problema político de esta naturaleza (apoyar a rebeldes que son llamados terroristas por otros países pero luchadores por la libertad a los ojos de los estadounidenses). El primer caso fue en Afganistán, cuando a partir de 1980 surgieron guerrillas islamistas para combatir al gobierno afgano y a los rusos que lo apoyaban. Los EE. UU. dieron toda su ayuda a esos combatientes, entre los cuales estaba Osama Bin Laden. Sin embargo, cuando esos islamistas derrocaron al gobierno afgano y provocaron la retirada de los rusos de Afganistán, asumieron una forma de gobierno teocrática, autoritaria y nada amistosa con los estadounidenses. Entonces para los EE. UU. los islamistas pasaron a ser despreciables terroristas (pero no lo eran mientras estuvieron matando rusos con la ayuda de ellos, los estadounidenses).