Pablo Jofré Leal
A 15 años de los atentados del 11-S, donde murieron 3 mil personas en las Torres Gemelas y el Pentágono, ha comenzado a develarse la real implicancia de Arabia Saudita en estos hechos.
Hasta ahora la versión de las administraciones estadounidenses, desde el año 2001 a la fecha, tanto con George W. Bush como las de Barack Obama ha sido el de descartar la participación de la monarquía wahabita en el financiamiento y apoyo al grupo de terroristas que ejecutaron los atentados del 11 de septiembre. Esto, a pesar de todas las líneas investigativas y pruebas que mostraban que la Casa al Saud está involucrada. ¿Por qué negarse a investigar a fondo, denunciar y sancionar a aquel país que aparece como cómplice en la muerte de miles de sus ciudadanos? La “pista interior” en el seno de los gobiernos estadounidenses, que permitiría hilar la madeja, que reúne al establishment político y empresarial norteamericano con el complejo militar-industrial y una clase política, capaz de todo con tal de no ver afectados sus intereses nacionales e internacionales, ha comenzado a salir a la superficie y su negación ya resulta imposible.