Baltazar PorrasRubén Alexis Hernández

Gran indignación en parte del pueblo venezolano ha generado el silencio, o el pronunciamiento ambiguo y/o desconcertante de la casi totalidad de los miembros de la Iglesia Católica (integrantes de la Conferencia Episcopal, curas de parroquia y monjas) ante la ola especulativa y el terrorismo que nos acecha. Por un lado los capitalistas rateros (redundancia) siguen haciendo lo que les viene en gana en Venezuela, hambreando al pueblo con total impunidad, y la Iglesia Católica, salvo honrosas excepciones, no ha emitido ni un sólo pronunciamiento condenando o denunciando a los ladrones disfrazados de empresarios. Y no hay una sólo crítica pública por una sencilla razón: Unas cuantas autoridades y otros miembros eclesiásticos son importantes propietarios de medios de producción y de capital, y algunos se han enriquecido de forma directa con la palabra de Jesús, cuyo mensaje era paradójicamente opuesto a la acumulación de riquezas. Lacras que se han aprovechado y burlado de la feligresía, en especial de la más ingenua y pobre, que siempre ha creído en Cristo como verbo y no como sustantivo, al contrario de la postura y proceder codicioso y egoísta de la Iglesia.