Alan Fairlie Reinoso
10 de Agosto de 2006
El Perú se ha convertido en activo promotor de dos de las iniciativas que el país del sur buscaba concretar en los últimos años: el retorno a la CAN, y un TLC con el Perú (llamado “acuerdo de complementación económica perfeccionado” para que no pase por el Congreso).
El retorno de Chile a la CAN
Se afirma que servirá para fortalecer el bloque regional, la capacidad negociadora con la Unión Europea, y la proyección al Asia Pacífico. Lo que en realidad ocurrirá es una consolidación de un eje libremercadista, pro TLC con EEUU, que más temprano que tarde generará una colisión con el actual gobierno de Bolivia. También, -sin querer o queriendo- se aísla a Venezuela y se le cierra el paso para volver como país asociado (por lo menos en el corto plazo). Esto, contará con el aplauso de los EEUU. Parecía razonable primero superar la crisis andina para luego pensar en la incorporación de cualquier otro miembro.
Chile ya tiene un TLC y un acuerdo de última generación con la Unión Europea, por lo que no necesita a la CAN, y esta tampoco podrá incluirla activamente en las negociaciones. Chile defiende su interés nacional y la proyección que busca desde la CAN, no le hará la tarea al resto de andinos (como parecen sugerir algunas autoridades nacionales).
Perú era el único país andino miembro de APEC, y hay una moratoria hasta el 2008, cuando la Cumbre de ese foro se realizará en nuestro país. Naturalmente podríamos haber jugado un rol de bisagra con el Asia y la proyección hacia esa región, desde la profundización de la alianza estratégica con el Brasil. Somos competidores con Chile en el Pacífico Sur, por lo cual los niveles de cooperación o complementariedad no tienen un espacio muy grande. Parece más conveniente a los intereses del Perú fortalecer el foro APEC, y no crear otros nuevos de países del Pacífico con Centro América, donde se diluye nuestra presencia e influencia. Este es otro guiño para los EEUU ya que se busca agrupar los países pro-ALCA de la última Cumbre fracasada en Argentina.
El TLC con Chile
Aquí los únicos que han argumentado su conveniencia son las autoridades chilenas. Ni el gobierno anterior ni el actual le han presentado al país cuales serían las ventajas de un TLC. Ya tenemos casi el 90% del comercio liberalizado con el ACE 38, superávit en los últimos 3 años gracias al molibdeno que por sí sólo explica alrededor del 60% de nuestras exportaciones, que luego Chile re-exporta a China con mayor valor agregado. En ese sentido, se corre el riesgo que la supuesta complementariedad entre nuestras dos economías se base en la consolidación de un patrón norte-sur de comercio (Perú exportando productos primarios, Chile manufacturados).
La asimetría acumulada del comercio, es mucho mayor en las inversiones y en el comercio de servicios. Estos dos capítulos son justamente los que le interesa a Chile, junto con un mecanismo de solución de diferencias que como señaló el Canciller Foxley “evite nuevos casos Luchetti”. Se busca consolidar esa asimetría, reducir el margen de maniobra del Estado para las políticas de apoyo a la industria nacional o de reserva a la presencia del capital chileno, con el mecanismo de solución de diferencias del nuevo acuerdo. Ya tenemos mecanismos de protección de inversiones internacionales (como el CIADI), y bilaterales, por lo que no sería necesario uno nuevo. Mientras Chile tiene inversiones del orden de los US$ 4,000 millones, las nuestras son ínfimas, y se mantienen restricciones a la inversión peruana, como han señalado los presidente de la Cámara de Comercio y de la S.N.I.
También es sensible el tema de facilitación aduanera (considerando lo pactado en los tratados internacionales vigentes), otros temas de acceso a mercados, y el capítulo de compras del Estado que se anuncia. Ya le hemos concedido a EEUU los incentivos que se daban a la Pymes y a la industria nacional (con lo cual se pierden en la práctica), y ahora pasaría algo similar con Chile.
No hay un capítulo de propiedad intelectual, pero no necesitamos abundar sobre los graves conflictos que se han presentado no sólo en el tema del pisco, sino también en el caso de las paltas, aceitunas, orégano, chirimoya, la papa. Este tema no se discute, queda impune, y se avanza en el camino que Chile está proponiendo.
Los otros componentes
Mientras se acepta firmar un TLC con Chile, se mantiene por “cuerdas separadas” y se congela la discusión de los límites marítimos. Sigue también creciente el armamentismo chileno, impulsado por los últimos gobiernos (socialistas y no socialistas). En la literatura se tienen autores que argumentan que una mayor interrelación económica reduce las posibilidades de conflicto, pero hay varios otros que señalan que cuando existen asimetrías muy pronunciadas, se produce el efecto contrario. Es deseable trabajar para el primer escenario, pero esto supone abordar de manera civilizada los temas pendientes (que Chile no reconoce), incluyendo además el tema energético, las reservas de agua, entre otros.
El Perú necesita desarrollar una estrategia integral. La profundización del vínculo económico sin corrección de asimetrías que supone el TLC, dejando de lado los otros elementos de la compleja relación bilateral, no parece ser lo que más la conviene al interés nacional. Se introduce un instrumento que puede generar conflictos comerciales que rápidamente escalaran al nivel Estado-Estado (como ya ocurrió con Luchetti y AeroContinente), creando así condiciones para el segundo escenario.