Email cursado al Sr. Aldo Mariátegui en respuesta a su artículo "Psicología derrotista" publicado en Perú21, en su columna de opinión el día 8 de octubre.

Sr. Aldo Mariátegui:

He leído con estupor su columna del día de hoy, si bien es cierto nadie está obligado a reverenciar a los héroes de la patria, lo que no está permitido, y en eso me respalda la inmensa mayoría de peruanos, es que Ud. minimice y más aún ridiculice la gesta heroica del almirante Grau, héroe nacional en el Perú como en Bolivia.

Dice Ud. dice que hubiera sido preferible rendirnos mucho antes cuando en su entender todo estaba consumado y la rendición debió ser después de la caída de Arica. Qué simple visión de los hechos y tremenda contradicción con lo que postula, cuando esa misma acción per se hubiera sido el clímax del espíritu derrotista de una nación. Según su ridículo argumento, extrapolado al siglo XX, cuando Sendero Luminoso puso en jaque a la democracia en el Perú y llevó el terrorismo asesino del campo a la ciudad, nos hubiéramos ahorrado vidas claudicando ante las hordas del terror o hubiéramos negociado con ellos, algo que resultaría inaceptable e inaudito para todos los peruanos.

Su artículo me hace recordar las torpes y ridículas acciones del dictador Piérola (¡qué casualidad que su opinión sea igual a la de este nefasto personaje!), quien en medio de la guerra del Pacifico, por rencillas políticas y personalismos, categorizó al almirante Grau como héroe de segunda clase siendo Piérola precisamente quien precipita al país en la absoluta derrota, entre otras acciones funestas, al negarle los refuerzos que Bolognesi pedía a gritos para defender Arica (y que Leiva los tenía en Arequipa) “incidente bélico muy menor” [sic] como Ud. lo ridiculiza, y la pésima conducción política militar de Piérola en los campos de San Juan y Miraflores en la defensa de Lima.

Menciona que lo de Grau en Angamos fue una derrota y no debe celebrarse. En esa lógica la derrota de los tercios españoles en Roccoi en el Flandes, la derrota de los rusos en puerto Arturo, la derrota francesa en Verdun y de los aliados en el Somme durante la I guerra mundial, la recuperación de Alsacia y Lorena en la II Guerra Mundial, la derrota soviética en la caída de Stalingrado, incluso las derrotas chilenas en la guerra del Pacifico en Iquique, Tarapacá, Concepción, Sangrar y Marcavalle, todas ellas derrotas militares, no deben conmemorarse; por tanto, según su argumento, las celebraciones solo están destinadas para las gestas vencedoras, como si las conmemoraciones militares fueran hechos deportivos.

Se equivoca, señor, porque como consecuencia de los conflictos armados, al haber tanto vencedores como vencidos, ambas partes buscan conmemorar y reconocer el valor y la entrega de sus hombres en defensa de sus países y de esta manera enaltecer estas virtudes de estos hombres, tanto en la victoria como en la derrota, que honraron con su sangre la patria que los vio nacer.

Afirma que Grau y el Huáscar “no debió salir del callao sin limpiar sus fondos, lo que le restaba pique a ese pequeño y obsoleto barquito que era el Huáscar. perdió como la cuarta parte de su velocidad, y por eso no pudo huir como su acompañante La Unión” [sic], argumento falaz por cuanto le decisión de salir a enfrentar al enemigo fue una decisión política del conductor de la guerra y no del almirante Grau quien con su heroica dotación cumplían más allá del deber, habiendo el almirante Grau solicitado desde muchos años antes a los distintos gobiernos de turno los recursos materiales, los cuales fueron negados, para enfrentar una probable agresión extranjera que finalmente se consumó con un saldo trágico para el Perú. Siguiendo su lógica, conociendo la inmensa superioridad del entonces adversario en el mar, la flota peruana debió quedarse amarrada en el Callao siendo un mero espectador regalando el mar al adversario.

Muy por el contrario, el pueblo peruano agradecido ha reconocido al almirante Grau como el peruano del milenio, no solo por su heroicidad en Angamos y en la campaña naval, sino por ser un  ejemplo de virtudes democráticas y morales, como estratega naval, como guerrero del mar, como precursor del derecho internacional humanitario para con los vencidos  y por su profundo amor por el Perú aun en los momentos más desgraciados para la patria, al mando de ese “obsoleto barquito” como Ud. ridiculiza en su artículo, lo cual resulta una ofensa a todos los peruanos y en especial a aquellos que sin distinción alguna e intereses personales, dieron su vida para que incluso Ud. viva en paz.


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