José León creía que había enterrado los dedos que trataban de salir fuera de tierra de su muerto que representa su pasado y presente relacionado con casos delictivos, pero el cadáver podrido se resiste y ahora ya no vemos sólo dedos, conforme pasan los días ya parece un muerto gigante y descompuesto expuesto a vista de todos.
Ayer la revista Caretas publicó las declaraciones a la Policía de Lucía Villavicencio, empleada de limpieza utilizada para firmar el contrato de arrendamiento, las cuales revelan que León estaba al tanto de que el alquiler era para el narcotraficante mexicano Rodrigo Torres, sabía de sus actividades, llamaba por teléfono para hablar con él y que la firma del documento fue un acto “simulado”.
Villavicencio sostiene también que León tenía con dicho narcotraficante y que el intermediario fue Santiago Olea Bernales, administrador de los bienes de León en La Libertad y su hombre de confianza. Extrañamente, Olea fue sentenciado por robo agravado a 15 años de prisión en 2006. Entonces su libertad debió darse en 2021. ¿Cómo está libre? ¿Qué lazo tan poderoso hace que León escoja a un prontuariado para administrar sus bienes?
Todo esto contradice las excusas presentadas por León ante el escándalo, pues había dicho que entre abril y julio de este año, acudió cinco veces a la casa que alquiló en Huanchaco, y que debido a aquellas visitas se percató de que en su vivienda vivía en realidad el narcotraficante mexicano.
A estas alturas ni los más cándidos creen en León con todas sus contradicciones. El inmueble está a nombre de su cónyuge y primero dijo que él nada tenía que hacer con eso y que además hay un administrador. ¿Qué necesidad entonces tenía de ir a la vivienda un congresista, con todas las obligaciones que su cargo le impone? Además son más veces la que se reunió con el mexicano que las que admitió inicialmente ¿No se dio cuenta de la pobreza de Villavicencio al momento del alquiler? Si había algo que tratar, ¿por qué no trató con Villavicencio? Sus burdas coartadas hacen agua.
Pero León, uno de los principales escuderos del gobierno humalista, también ya tenía antecedentes de un escándalo muy similar al del congresista Grandez, un hotel-prostíbulo en Huanchaco, incluso con menores en el caso, cuando era ministro de Agricultura del gobierno de Alejandro Toledo. Sus influencias lo libraron con la excusa de que el inmueble estaba a nombre de su hijo y alegó que él “no sabía” y que todo era culpa de los administradores.
Otra de sus perlas también se divulgó en Panorama, que mostró a León departiendo alegremente en su empresa con Miguel Sánchez Paredes, investigado ya no sólo en el Perú, sino en los Estados Unidos por narcotráfico.
Ahora, ¿quién va a creerle, cuando en el caso del alquiler de la casa de Huanchaco se presentan los mismos “síntomas”?: casa a nombre de un familiar cercano, un administrador, él dice no estar al tanto. La misma farsa.
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