La conocida revista británica The Economist calificó al gobierno del presidente Ollanta Humala de “esquizofrénico” y se refirió a las intrigas, refiriéndose a los escándalos de seguimientos a la oposición y a los propios personajes oficialistas, en medio de una inestabilidad, con un sexto ministro del Interior, Daniel Urresti.
Mencionan que Urresti fue investigado por el asesinato de un periodista en la década de 1980. Como se sabe, es acusado de matar con carga de dinamita al periodista Hugo Bustíos, quien a su vez investigaba un asesinato perpetrado por las fuerzas del orden.
La revista cuestiona que Urresti se comporte como un sujeto hiperactivo, buscando titulares mientras el crimen aumenta.
Subrayan que el crecimiento de la economía apenas llegó a 2.4% el año pasado, menos de lo proyectado por el gobierno, y seguidamente sostienen no creer en el ministro de Economía Alonso Segura, quien prevé un crecimiento de 4.8% para este año, teniendo en cuenta la caída del precio del cobre, uno de los productos más importantes de nuestra exportación.
Sobre Segura, también señalan que ha perdido credibilidad al no haber diagnosticado correctamente un shock estructural permanente, pues para el ministro esto era una caída temporal de la demanda. Indican que inyectó fondos a la economía al reducir impuestos y dar bonos adicionales a los trabajadores con menores ingresos, pero en realidad Segura habría actuado mejor si gastaba ese dinero atrayendo mejores profesores y administradores para la educación, cuya reforma no va por buen camino. También debería haber apuntado a la profesionalización de los empleados estatales, lo cual fue bloqueado por Humala por temor a la crítica a los altos sueldos de estatales con amplia experiencia.
Señalan también la gran informalidad, que afecta a dos tercios de los trabajadores. No obstante, ven desde otro punto de vista lo sucedido con la ley de trabajo juvenil (Pulpín), derogada por temor de Humala. Para The Economist había que liberalizar las rígidas normas laborales. Pero los británicos no tienen en cuenta la realidad peruana, pues en países de primer mundo las leyes laborales son menos proteccionistas, pero hay sueldos altos y abundancia de trabajo, de modo que para un trabajador descontento es fácil dejar un empleo y encontrar otro mejor. En cambio, en el Perú los sueldos son bajos y los puestos de trabajo escasos. La revista tampoco alude a la falta de ejecución de grandes proyectos, que brillan por su ausencia, a no ser el amañado metro, entregado en una operación multimillonaria a un solo postor.
Finalmente, The Economist repite lo ya mencionado en otro número sobre Humala: su conducta camaleónica, pues candidateó alabando a Hugo Chávez en 2006, para luego declararse admirador del modelo brasileño, prometiendo una “gran transformación”, pero todo fue palabras.