La una 

Poco después de que la jefa de Fuerza Popular defenestrara y destruyera políticamente a su hermano Kenji, en una trampa que ella dirigió, Kenji, en declaraciones registradas en un video, manifestó lo que había detrás de todo: “Eso no es una lucha contra la corrupción, sino esta es una lucha por el poder. Lo que busca Fuerza Popular es perpetuarse en el poder; eso es lo que está ocurriendo.” En otras declaraciones denunció que lo que hacía Keiko era algo nauseabundo y que se estaba implantando una dictadura parlamentaria. 

 

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Los hechos confirman la veracidad de sus palabras: Keiko Fujimori, con el dominio total del Congreso, buscaba todo el poder, lo que se demuestra por el hecho de que un Pablo Kuczynski golpeado, amenazado y a la defensiva le permitiera colocar, por ejemplo, gente de su preferencia en el Tribunal Constitucional y el Banco Central de Reserva. Y como las cosas empezaban por poner orden en la casa (el partido), Keiko no toleró algunas manifestaciones de independencia del hermano y le irritaba, sobre todo, que él, ya en un plano familiar y humano, intentara lograr la libertad de su padre Alberto, a lo que ella se oponía porque deseaba transmitir una imagen de persona implacable, que “no se casa con nadie”. Consecuentemente, procedió a castigar a Kenji y desenmascararlo como un operador tras bambalinas para así expulsarlo del Congreso, sin que le importara nada la situación en que quedaban hermano y padre (este último decepcionado por no poder salir en libertad y más aún por el vejatorio maltrato de su hijo menor). 

Este antecedente de facetas políticas, familiares y humanas retrata la personalidad de Keiko tal como es, ceñida a sus objetivos de dominación. Consecuentemente, resulta muy difícil de creer que ella, en caso de un hipotético triunfo electoral en segunda vuelta, vaya a renunciar a sus tendencias y objetivos de buscar hegemonía. Por eso, en el aún vigente Congreso, ya se ha puesto de acuerdo con Alianza para el Progreso, el partido de César Acuña, para modificar las normas concernientes a la cuestión de confianza y a la declaratoria de incapacidad moral como causal de destitución del presidente de la República. 

Y, en caso de triunfo, aprovecharía al máximo sus cinco años de libertad e inmunidad y es absolutamente seguro que tejerá alianzas políticas, arreglos y enjuagues en el Congreso que le permitan producir nuevas leyes o normas con las que burlaría el brazo de la justicia al término de su mandato. 

 

El otro 

Las ambiciones de perpetuarse en el poder no solo se conocen en Fuerza Popular (por su jefa o personas afines de su partido), sino también en otras agrupaciones políticas. Tenemos fresco el caso de Guillermo Bermejo, congresista electo por Perú Libre, a quien en una grabación se le oye decir: 

Nosotros somos socialistas y nuestro camino a una nueva Constitución es un primer paso, y si tomamos el poder, no lo vamos a dejar. Con todo el respeto que se merecen ustedes y sus pelotudeces democráticas, preferimos quedarnos para establecer un proceso revolucionario en el Perú”. 

 

Evidentemente, estas palabras expresan sentimiento contrario a normas democráticas de respeto a la voluntad popular expresada en las urnas, como la alternancia en el poder, esto es, que un presidente termina su mandato y lo entrega a quien ha ganado las elecciones. 

Volviendo al señor Bermejo, es seguro que no se atrevería a repetir sus palabras públicamente, por lo que el deslinde de Pedro Castillo de pedir que el congresista electo repita ante el público lo que dijo en la grabación lo desautoriza y lo pone en una situación difícil porque no va a poder expresar públicamente lo que habla en privado, a menos que desee someterse a un interminable torrente de críticas de los medios de prensa y a un escrutinio (y posible suspensión) de las diferentes bancadas del Congreso. Además, se le ha reabierto juicio por acusaciones de terrorismo inspirado en parte por ideología antiperuana que aprendió en sus visitas a Chile —debidamente registradas por el servicio de inteligencia—, país que siempre ha azuzado el terrorismo para destruir al Perú. Si el juicio reabierto termina en sentencia condenatoria, lo alejarían del circuito democrático en el que no parece sentirse cómodo.

En estas manifestaciones de desear perpetuarse en el poder, la diferencia es que, en el caso de Fuerza Popular, la misma jefa ya ha puesto en evidencia durante años su sentir antidemocrático, mientras que en Perú Libre es la desautorizada opinión personal de un candidato electo al Congreso (que además no es militante sino invitado), con la que ninguno de sus copartidarios se ha solidarizado.

Pese a todo ello, la gran prensa arremete contra Castillo sin querer recordar el vídeo de Kenji Fujimori ni los antecedentes de triple reelección de la dictadura fujimorista (avalada por abogados como Francisco Tudela y otros), a la cual la ciudadanía tuvo que echar del poder con movilización social.