Por Félix Jiménez*
Martín Tanaka dice «no sabemos guardar pan para mayo», en su comentario sobre el artículo de Bruno Seminario y Nikolai Alva, «El PIB, tres siglos pasados y media centuria venidera». Este artículo es parte del reciente libro Visiones del Perú en 50 años, editado por Bruno Seminario, Cynthia Sanborn y Nikolai Alva.
Tanaka se sorprende que el producto per cápita del Reino Unido haya pasado de ser 2,4 veces el producto per cápita de Perú en 1700 a 4,1 veces en 2010, no obstante que Perú registrara tasas de crecimiento mayores que las del Reino Unido en gran parte de los años de los últimos tres siglos.
La explicación de Tanaka
Esta divergencia o paradoja, según Tanaka, se entiende «por el fuerte carácter “pendular” de nuestra economía». Períodos de crisis intensos y prolongados —dice— hacen que se pierdan los «periodos de bonanza que nos hubieran permitido “ponernos al día” con otros países». Luego de mencionar también la divergencia con Chile, Tanaka sentencia «tenemos históricamente la capacidad, habilidad, recursos, para aprovechar momentos de bonanza, pero no sabemos “guardar pan para mayo” ni evitar desplomes futuros».
Lo que Tanaka no entiende es que muchas de estas divergencias se explican no tanto porque «no sabemos guardar pan para mayo», sino porque desde la colonia los ciclos económicos de Perú han seguido a los ciclos de los precios de las materias primas y del mercado internacional. Además, como sucede ahora, los períodos de auge han sido acompañados por salidas de capital mayores que las entradas por inversiones extranjeras. Por ejemplo, durante 2006-2012, período en el que el PBI crece a la tasa promedio anual de 6.9%, los capitales extranjeros expatriaron 66 mil 369 millones de dólares de utilidades y solo ingresaron como inversión extranjera directa 52 mil 239 millones de dólares, de los cuales 34 mil 111 millones dólares constituyen reinversiones.
Por tanto, solo tiene un sentido figurado la afirmación de Seminario y Alva, que Perú podría tener en 2062 un producto per cápita similar al de un país desarrollado, si la tendencia de crecimiento actual siguiera sin interrupciones. Cuando el crecimiento económico es dependiente de factores externos, como ocurre actualmente, estamos condenados a «correr como caballo y parar como borrico».
Tasas de crecimiento similares, por ejemplo, entre dos países, no pueden conducir al mismo resultado en términos de producto per cápita y oportunidades de empleo, cuando uno de ellos lo hace industrializándose y el otro lo hace exportando materias primas. En las depresiones, el primero, a diferencia del segundo, pierde muy poco de lo que «ganó» en los períodos de auge.
Estructura productiva y estilo de crecimiento
Las instituciones económicas de nuestro país se han caracterizado por la fácil extracción de rentas y por ser contrarias a la innovación y, por lo tanto, a la diversificación productiva. A este respecto, no es casual que Seminario y Alva mencionen, por ejemplo, «la gran expansión industrial británica durante el siglo XIX». El extractivismo político y económico en nuestro país ha sido prácticamente una constante desde la colonia.
Según información de un trabajo más extenso de Seminario, el PBI de Perú en 1795 tenía la siguiente composición: Agro 45,2%, Industria 10,8%, Servicios 35,5% y Minería 8,5%. Cerca de siglo y medio después —según el artículo de R. A. Ferrero «La Realidad Económica del Perú», publicado en marzo de 1943 en «El Trimestre Económico»—, la composición del PBI no había variado de manera significativa: Agro 34,4%, Industria 11%, Servicios 33,3% y Minería 19,3%. Así, al inicio de la segunda mitad del siglo XX, la estructura productiva de Perú seguía siendo fundamentalmente agrícola y de servicios, con un sector minero que variaba su participación de acuerdo al ciclo del mercado internacional. En esos dos sectores tradicionales se encontraba el 81% de la PEA ocupada y solo el 1,8% del empleo correspondía a la minería.
Los teóricos del desarrollo de los años cuarenta y cincuenta se referían a esta estructura productiva como característica del subdesarrollo. Lo que ocurrió después ya no aparece en las discusiones sobre la definición del subdesarrollo. La literatura económica dominante ha pasado a denominar a países como el nuestro como pertenecientes a «economías de mercados emergentes».
A modo de conclusión: la nueva característica del subdesarrollo.
La estructura productiva de la economía peruana de los años 2001-2011 sigue siendo tradicional y de baja productividad: el 84,7% de la PEA ocupada se encuentra en los sectores Agrícola (30,7%) y de Servicios (54,0%), y en estos dos sectores se encuentra el grueso de las empresas de «1 a 10 trabajadores» de baja productividad y bajos ingresos. Pero lo que ha cambiado notoriamente es la participación de estos dos sectores en la generación del PBI: la del Agro ha bajado a 8,5% y la de los Servicios ha subido a 64,9%, que en total representan el 73,4% del PBI. Por otro lado, la ubicación relativa de la Industria no ha variado mucho: emplea al 10,4% de la PEA ocupada y explica el 15,1% del PBI. Por su parte, la Minería sigue dominando en las exportaciones, pero participando con muy poco en la generación de empleo y del PBI. En consecuencia, para crecer sobre la base de la productividad, hay que desarrollar mercados internos desarrollando la industria y la agricultura. Ferrero decía que industrializarse «es una necesidad vital». Es la mejor ruta que la primario-exportadora —reiteramos— para elevar el nivel de vida de la población.
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* Economista Ph. D., Profesor Principal PUCP
La Primera, Lima 13-04-2013
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