La vulgaridad del Mendigogame
Por Cristóbal Sánchez Blesa*
En el videojuego Mendigogame, los jugadores buscan escalar posiciones sociales, desde la indigencia absoluta hasta convertirse en dueños del Palacio Real de Madrid, del parisino de Versalles o de otros edificios emblemáticos en cada país.
Se trata de la versión española del videojuego Pennergame alemán o del Clodogame francés, con presencia en varios países y con la amenaza de extenderse a otros. La empresa raíz de este producto es la alemana Farbflut. Las vicisitudes de este mendigo virtual pasan por formar bandas y luchar entre ellas para dominar los barrios, peleas de animales, beber cantidades de calimocho (vino con cocacola) y whisky barato o conseguir dinero con malas artes para situar al avatar en un camino de ascenso social tan irreal como vergonzoso.
Este juego online abusa de tópicos y prejuicios, justo aquéllos contra los que luchamos las organizaciones que trabajamos por mejorar las condiciones de vida de las personas sin hogar. Aglutina bajo la denominación de “mendigos” a un conjunto plural de personas con situaciones de lo más diversas, unidos tan sólo por la exclusión y el dolor común. Los sitúa como agresores, cuando son ellos las víctimas habituales de múltiples formas de violencia. Los muestra como borrachitos simpáticos, sonrientes junto a su mascota y encantados con la idea de dormir al relente.
En todos los países donde ha llegado el juego, ha habido protestas enérgicas de aquellos que sabemos de primera mano que vivir en la calle es una de las experiencias más duras de un ser humano. Nadie elige vivir sin derechos tirado en las aceras de ciudades hostiles con la pobreza. Diagnosticar el porqué llega una persona a la calle supone una gran complejidad ya que implica múltiples factores: desarraigo y conflictos familiares y sociales, pobreza de ingreso, inmigración, carencias educativas y culturales, adicciones, enfermedades y discapacidades, historial de permanencia en instituciones totales (internados, centros de menores, cárcel), etc. Con dos o tres de estos factores asociados, cualquier persona tiene serias posibilidades de dormir en la calle.
A pesar de las críticas, el videojuego alardea tanto de su éxito que ha sido nominado como candidato al premio OnlineStar09. A los mensajes individuales de protesta, responden con una carta tipo que señala que Mendigogame es sólo un juego sin pretensiones de reproducir la realidad, añadiendo que “con nuestro juego atraemos la atención hacia el problema de la indigencia. A los pobres ‘sin techo’ de la vida real no les va a afectar en nada que nosotros juguemos a algo basado en sus vidas. Es más, quizás hasta nos sensibilice más con ellos y caiga alguna que otra limosna real más a menudo, ¿no?”, opinan haciendo suya la opinión de un jugador. Habrá que averiguar si esta respuesta se sitúa en clave de ignorancia, contumacia juvenil, ironía o algún tipo de variable de la maldad.
Niels Wildung, creador del original Pennergame, dice abiertamente que “afrontamos las críticas y aclaramos que el juego es una sátira y no pretende representar la realidad”, y la empresa explica que tienen una política de responsabilidad social corporativa, según la cual apoyan a las personas sin hogar a través de donativos a organizaciones sociales que trabajan con este colectivo. Habrá que explicarle que la sátira debe dirigirse contra el poderoso que tiene herramientas para defenderse; cuando se dispara contra el débil se trata más bien de una burla. Y, por supuesto, ningún donativo tapa un agujero ético.
Hace pocos días, una representante de Farbflut se puso en contacto con la organización que presido, Solidarios para el Desarrollo, una de las entidades sociales más activas en España formulando críticas sobre el videojuego. Muchos de nuestros voluntarios han remitido cartas de protesta individuales y, junto con RAIS y Acción en Red, hemos enviado mensajes a los medios españoles y alemanes pidiendo la retirada del juego. Esta persona, en nombre de la empresa en lugar de anunciarnos la retirada o, al menos, cambios sustanciales en el producto, nos propone una donación “de una cifra de 5 números”.
No me parece necesario someter la propuesta a juicio ético o moral, porque tan sólo desde el punto de vista estético es de una vulgaridad insoportable. Vespasiano se equivocaba, el dinero sí huele, y a veces apesta.
*Periodista y Presidente de SOLIDARIOS para el Desarrollo
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