Por Tankar Rau-Rau Amaru
La labor de las Fuerzas Armadas y la Policía se ha desnaturalizado. El sistema imperante ha convertido el brazo armado de la Nación en brazo armado (sicario) de la oligarquía local y de las multinacionales, los principales enemigos de la Patria, para aplastar a todo aquel que levante la voz de protesta.
En lo institucional, es una suma de chatarra y carencias. En lo individual, el honor ya no es su divisa porque el soldado y el policía para poder ascender tienen que demostrar, primero, que son buenos matarifes de peruanos ("Chavín de Huántar"). Generales que se orinan de miedo ante sus similares chilenos pero que son valientes hasta el heroísmo ordenando el asesinato de peruanos desarmados (Frontón, Ayacucho, Andahuaylas, Bagua, Chala, Madre de Dios, etcétera). Almirantes de tina que se ufanan de navegar en un mar por el que no hicieron nada y que pronto ya no será nuestro. Policías que cuidan con celo de perro guardián las empresas de chilenos que invadieron el país (grifos, boticas y farmacias, ferreterías, Machu Picchu, tierras de Ica, supermercados, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, etcétera) pero que persiguen a palazos a los peruanos que intentan hacer empresa. Oficialidad sin capacidad de análisis y respuesta que permitió la imposición de un modelo económico que nos llevó al último lugar en todo. En veinte años de neoliberalismo nada ha mejorado. Los pobres han aumentado, los desempleados también, tres millones de peruanos fuera del país mendigando trabajo, dependencia en alimentación y tecnología, fraude en elecciones, corrupción generalizada, último lugar en educación, etc.
Esta caricatura de Fuerzas Armadas y Policía tiene que cambiar. Precisamos de instituciones dignas, con soldados y policías con honor y orgullosos de ser hijos de esta tierra. Pero primero tenemos que democratizar a estas dos instituciones (para que los Quispes, los Huamán o los Mamanis también sean generales y almirantes). No es saludable ni democrático que la Policía y las FF. AA. sean controladas por una casta de generales pusilánimes que aplauden, firmes y emocionados, la venta del país y la muerte lenta de la Patria.
Mientras tanto, circo para el país. El menú diario de los peruanos, preparado por la televisión, tiene sabor a vómito: sopa de Magaly, segundo de Rómulo León y de postre las desviaciones sexuales de Jaime Bayly. Comida para gallinazos y nada para despertar la inteligencia. Comida para bajar un escalón más como sociedad. Lo grave es que el paladar de los peruanos se ha acostumbrado a este comistrajo y extraña cuando la cabeza de Magaly no asoma del plato y protesta cuando la sangre no es ingrediente del refresco.
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