Prostitución de niñas y adolescentes en la minería del oro en Madre de Dios
por Oscar Guadalupe Zevallos
Los costos sociales del "crecimiento económico" de García Pérez.
Delta 1, el nuevo paraiso del oro y el desorden social
Desde hace poco más de un año una nueva oleada de personas de todas las edades se moviliza hacia la selva de Madre de Dios, atraídos nuevamente por el oro, el empleo bien remunerado y la demanda de mano de obra no calificada.
El nuevo paradero aurífero es Bajo Pukiri o Delta 1, comunidad minera aurífera ubicada en la provincia de Manu, distrito de Boca Colorado en Madre de Dios, a orillas del río Pukiri, vertiente del Huepetuhe.
En forma diaria llegan grupos de personas por vía terrestre mediante empresas de buses creadas recientemente. Vienen desde muchos puntos del país, siendo el tramo final Cusco o Juliaca a Mazuko, donde se cruza el río Inambari en canoa para luego abordar veloces camionetas 4 x 4 con rumbo a Huepetuhe y finalmente a Delta 1, al cual se llega luego de cinco horas de viaje desde la localidad de Mazuko.
Bajo Pukiri o Delta 1 –como indistintamente se le llama a este centro– cobró notoriedad desde hace menos de dos años, al encontrar más oro que en los antiguos centros mineros cercanos o colindantes con Huepetuhe. Desde entonces el pequeño pueblo que albergaba a seis familias se transformó en una población que cobija ahora a más de cinco mil habitantes provenientes de antiguos campamentos mineros que empezaron a declinar y de todas partes del país.
La Asociación Huarayo recibió denuncias sobre la presencia de menores de edad dedicadas al tráfico y explotación sexual comercial en la localidad, por lo que sus directivos se dirigieron a la zona para constatar la veracidad de las denuncias. La información fue corroborada por las defensorías de Huepetuhe, Colorado y San Juan Grande. Ellas constataron la difícil situación en que viven niñas y adolescentes sometidas a explotación sexual, embarazos tempranos y desorden social generado por gente de mal vivir, procedentes de ciudades lejanas.
El viaje a la zona minera aurífera de Madre de Dios
En la ruta a Madre de Dios, específicamente a Huepetuhe y Bajo Pukiri, la Policía Nacional del Perú ni ninguna otra entidad controla el tránsito de personas. Sólo se pone atención a la mercadería que transportan los buses, camiones o cisternas. Verifican las facturas y guías de remisión. Generalmente la preocupación es solicitar una “gaseosita” para el calor y evitar la revisión del contrabando de alimentos y productos procedentes de Juliaca u otros lugares del interior o países vecinos como Bolivia.
Transitan muchos menores de edad, sin autorización de sus padres, huyendo del hambre en sus comunidades o de la violencia familiar. Generalmente hay adultos que los animan a “dejar la familia para que tengan su platita”. Animan a las adolescentes con posibles trabajos y remuneraciones de trescientos nuevos soles o más, si comparamos con el sueldo de sesenta nuevos soles que ganan como trabajadoras del hogar en ciudades como Cusco, Puno, Abancay, Tacna, Arequipa u otras. La diferencia es de 500% y la oferta es tentadora para una adolescente.
En las ciudades existen lugares de captación de adolescentes deseosos de trabajar. Entre estos sitios puede mencionarse los mercados, avisos económicos en pizarra y radioemisoras. Muchos adultos se han especializado en enganchar a niños y adolescentes para trabajar en Puerto Maldonado. Los atraen con ropa y algún adelanto monetario que los jóvenes gastan rápidamente. No les queda otra cosa que viajar a la selva para pagar el adelanto. Otros elementos que aprovechan la ingenuidad y necesidad de los adolescentes son los transportistas y comerciantes que “endulzan” a los incautos, los que al final terminan siendo víctimas de los inescrupulosos.
El tráfico de niños y adolescentes
Constatamos la existencia de tráfico de adolescentes para explotarlas sexualmente durante reciente travesía en canoa por el río Inambari. Un adulto de aproximadamente 38 años viajaba con cuatro adolescentes de facciones y costumbres ajenas a la zona, evidentemente de alguna ciudad. Con las adolescentes entablamos la siguiente conversación:
“¿De dónde vienen?
Venimos de Arequipa y nos están llevando a Delta. Estamos de vacaciones y trabajaremos por tres meses.
¿Qué van hacer en Delta?
Conocer la zona y regresaremos luego de noventa días. Trabajaremos vendiendo en una tienda grande.
¿Es la primera vez vienen por aquí?
Es la primera vez que venimos. Nos da miedo el río. Nunca habíamos viajado por canoa. Hay otras chicas que han venido antes y nos han dicho que la vida es bien fácil. Se gana bien.
¿Tienen un contrato de trabajo o autorización de sus padres?
No. Una señora que siempre va por el mercado nos ofreció el trabajo y nos van a pagar 350 soles. En Arequipa gano 90 soles como empleada del hogar. Nuestros padres están de acuerdo. Trabajaremos para estudiar.”
Cuando se les preguntó sus nombres y su dirección en Arequipa, dudaron en responder y al darse cuenta que su “acompañante” las miraba, cortaron la plática y no quisieron seguir conversando.
Los “empleadores” (traficantes y proxenetas) nunca refieren lo duro que es trabajar bajo el sol, a temperaturas de 40°C, a orillas de los ríos. Nunca hablan sobre las enfermedades tropicales e insectos que atacan a los recién llegados a la selva, en el caso de los varones. A las adolescentes les ofrecen buenos sueldos, trabajos suaves de cuidantes de bebés, de acompañantes de hijos pequeños, de meseras en restaurantes, de dependientes en alguna tienda. Siempre les ocultan el verdadero trabajo a desarrollar, como la venta de licores en bares, atención a mineros auríferos en busca de sexo, licor y diversión.
Las chicas siempre terminan abusadas y explotadas sexualmente. Las que se resisten o desaniman al constatar el verdadero trabajo, deben devolver los costos del viaje, pasajes, hospedaje, alimentación, ropa, sandalias, algún medicamento, toallas higiénicas, etc. Al no contar con recursos para pagar se ven acorraladas y sin otra alternativa que “trabajar”, enfrentar las hostilidades de los empleadores. Son iniciadas sexualmente por voluntad propia o bajo la influencia de algún somnífero. Las dueñas de las cantinas cobran por el “servicio”. No temen al embarazo ni a las enfermedades venéreas, pues son cosas que se solucionan en cualquier botica de las localidades mineras.
Bajo Pukiri o Delta 1
Cuando se viaja a Delta 1, se hace con ayuda de una camioneta 4 x 4, que no cuenta con SOAT ni otro seguro. El viaje es totalmente de responsabilidad de los pasajeros. Los transportistas fijan los precios de los pasajes y siempre son elevados. Una rápida observación nos recuerda a los pueblos mineros, sucios, desordenados, repletos de bares, sin policías, con gente que vende de todo, con hospedajes inapropiados, llenos de bulla, gallinazos por todas partes y, en medio de la situación, los niños jugando inocentemente.
En este poblado destacan las tiendas que compran oro, con agentes de seguridad atentos a la llegada de extraños. Bares por doquier con jovencitas y mujeres insinuantes en las puertas. Los restaurantes venden menús a sobreprecio (siete soles), al igual que todos los productos cuestan hasta 300% más de lo normal. El papel higiénico que cuesta 50 centavos se adquiere por 1.50 nuevos soles. Una cerveza vale 12 nuevos soles.
Todos saben que circulan monedas falsas pero que nadie rechaza. Los líquidos más vendidos son el petróleo, la cerveza y las gaseosas. En tanto, el oro llega a costar 65 nuevos soles por gramo. El mercado es muy activo: el oro se vende y compra todo el tiempo, como producto final de agotadora jornada.
Apreciamos más de ciento cincuenta bares que atienden las veinticuatro horas del día, clasificados en dos Categorías: “las ojotitas” que ofrecen a menores procedentes de comunidades campesinas altoandinas, de los departamentos vecinos y el de las “chicas” donde atienden adolescentes prostituidas y prostitutas adultas que provienen de ciudades del interior del país como Arequipa, Lima, Puerto Maldonado, Pucallpa, Iquitos, Tacna, Cusco, Puno, San Martín y otras ciudades, que tienen experiencias laborales anteriores. En los múltiples “focos rojos” constatamos la presencia de menores en situación de explotación sexual.
La preocupacion de las autoridades
Las principales preocupaciones de las autoridades son:
– La violencia y desorden que existe en el pueblo. Hay robos, violencia entre borrachos y asesinatos.
– La falta de autoridades policiales y judiciales, lo que favorece el desorden y la eliminación de los derechos de las personas.
– Los focos rojos (prostíbulos, cantinas) en gran cantidad. En estos lugares se gasta con facilidad lo que se gana con mucha dificultad en la minería.
– La presencia de menores de edad provenientes de Arequipa, Pucallpa, Iquitos, Tacna, Cusco y Juliaca, engañadas y sin posibilidades de retorno.
– El abandono de los niños por parte de sus padres, que dejan a sus hijos cuando encuentran otra mujer, generalmente en las cantinas.
– La falta de servicios básicos. No hay agua potable. En las casas se consume agua del río. Falta desagüe. No existe un generador para iluminar el pueblo. Cuando oscurece pasan cosas desagradables y nadie sabe nada al día siguiente.
– La escuela es muy pequeña. Hay muchos alumnos que estudian incómodos y con la bulla de las cantinas y focos rojos. Es un peligro latente.
– Los niños van a la escuela sin alimentarse adecuadamente. Hay alumnos que se duermen en el salón. No ponen atención y pelean. Vienen sin un buen desayuno, sobre todo los que tienen a sus padres trabajando lejos. Viven solos o están pensionados sin el cuidado que requieren.
– El ruido de los focos rojos, bares y talleres mecánicos que se encuentran a pocos metros de la escuela.
– Los alumnos que no hacen las tareas comparten la escuela con el trabajo y se distraen mucho. Algunos venden cigarros hasta la madrugada. Cuando sus madres son madres solteras o abandonadas, ellas mismas les hacen trabajar.
Las defensorias de los niños y adolescentes de la selva peruana
Desde el año 2000, en las comunidades minero auríferas se han constituido Defensorías de Niños y Adolescentes, apoyadas por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y Terre des Hommes de Ginebra para vigilar el respeto de los derechos de los niños. Gracias a TDH se construyó un refugio temporal para niños en situación de riesgo o víctimas de abuso y explotación. El refugio temporal es administrado por la Asociación Huarayo en su sede institucional de Mazuko. Allí permanecen los niños, niñas y adolescentes hasta encontrar a las familias de las víctimas.
Comunicamos a todos los menores que sienten que sus derechos son vulnerados en la zona minera aurífera, para que se acerquen a alguna Defensoría de la Red y soliciten ayuda e intervención en la solución de su problemática, así como para vigilar el buen trato y el cumplimiento de los derechos de los niños, reconocidos en el Código de los Niños y la Convención Internacional por los Derechos de los Niños.
Por otra parte, los padres que han perdido a sus hijas e hijos pueden comunicarse con la Defensoría de Niños de Mazuko, mediante radiocomunicación, así como las familias que fueron abandonadas por el padre a fin de ubicar a éste y hacerle recordar la existencia de hijos abandonados.
Invocamos a los medios de comunicación ayuden a difundir la problemática y realidad de los niños y adolescentes en la selva para evitar que continúen cayendo en manos de explotadores y traficantes que se aprovechan del hambre y la necesidades.
Director de la Asociación Huarayo
Coordinador de la Red de Defensorías de los Niños