La conciencia limpia de Alan García
por Herbert Mujica Rojas
Sorprende la abrumadora cantidad de votos, 110, que fleta la comisión congresal a cargo de investigar la gestión del señor Alan García Pérez entre el 2006 y 2011. Ni los fujimoristas declinaron su participación, acaso resentidos por la simple razón que no cumplió el ex presidente con ellos en cuanto a la excarcelación de Fujimori. Las dos abstenciones son irrelevantes. Pero este tema tendrá que verse con sumo cuidado o le estarán haciendo un enorme favor a quien carece de escrúpulos y tiene olfato animal para aprovechar las torpezas ajenas.
Hablemos de otro tema que podría parecer privativo de los afiliados al aprismo y que no lo es tanto. El Perú requiere de una democracia que exprese sus orientaciones, de todo jaez, vía el sistema de partidos. ¡Precisamente uno de los destructores de este esquema es el señor García Pérez que supo tasar los servicios de sus adláteres, consiguió la pitanza monetaria y compró sus lealtades por largos años de complicidad ejecutiva! En buen castellano, el civilismo y su práctica de butifarra y ron fue reivindicada por este caballero a quien no importaron las tradiciones de limpieza, heroísmo, valentía corajuda o esperanza cívica prohijada al calor de cánticos, trayectorias, vivencias, dinámicas de fraternidad que cohesionaron un proyecto político militante, con sus yerros y aciertos, durante décadas.
A pesar de todos los esfuerzos ruines y destructores del alanismo, lo que más se parece a los rudimentos de un partido político con sus locales, reuniones, citas o ciclos para jóvenes, como acaba de demostrarse con gran éxito en asambleas muy concurridas y organizadas por la Red Universitaria Ojo Izquierdo en Pueblo Libre, es el Apra. El resto navega con mucho entusiasmo pero aún no madura la idea colectiva de un trabajo nacional coherente, dinámico, sólido, firme y disciplinado. Nótese que la depredación hecha contra el Apra ha sido intensa, cuasi letal y los resultados electorales dan testimonio trágico de una supervivencia que atraviesa por momentos agónicos.
¿Qué están esperando los apristas para cuestionar ese aberrante status quo que genera que los insulten por calles y plazas y que a todos los de ese movimiento los tilden de vulgares delincuentes? Las gavillas obedecieron a consignas dentro de un proyecto que se sirvió del Partido pero NO fue de aquél. La distinción, múltiples veces expresada públicamente, corrió a cargo del propio Alan García Pérez, Jorge del Castillo y de otros muchos oscuros que no merecen mayor recordación.
Por ejemplo se ha planteado un congreso para los meses que vienen y los organizadores son los mariscales de todas las clamorosas derrotas electorales recientes. Los malos capitanes, los pésimos estrategas, los destructores, los hampones que redujeron al aprismo a cifras electorales cuasi ridículas, deberían ser juzgados por tribunales que proclamaran todas las sanciones posibles, entre ellas, la singularización y condena de quienes delinquieron y que merecen, por todo premio, la cárcel. Pero ocurre que no pocos de esos réprobos que falsificaron padrones, eliminaron a los incómodos o reclamantes, los que hicieron de la política vil negociado culpable, pretenden un congreso que los limpie y los deje donde están para seguir gozando de la sinecura.
Hay múltiples corrientes internas en el Apra. Hasta es posible que los mariscales de la derrota orquesten a sus propias agrupaciones para que les saquen las castañas del fuego cuando arrecie, si llega algún día con esa significación, la crítica y la acrimonia eleve decibeles contra tanta inmundicia. No obstante, no hay mejor fórmula para dejar las cosas como están que procurando que estos grupos sigan así: divididos, incoherentes, como tribus nómades al garete y sin horizonte alguno.
Y todo esto es producto de la tarea fulminadora de la fraternidad y limpieza en el accionar político que impulsó Alan García Pérez. ¿Qué tribunal va a juzgarlo? ¿hay intenciones de radiografiar al centímetro su gestión en el Partido? Estas divisiones sólo perpetúan la increíble mediocridad aupada en la dirección aprista. Por curioso que parezca el Partido que alguna vez fuera importante por sus opiniones institucionales no cuenta ¡para absolutamente nada! en el panorama nacional. A excepción de las recurrentes, frecuentes, numerosas crónicas periodísticas que informan de robos aquí y acullá y a cargo de individuos que fueron parte del gobierno alanista.
A García Pérez su séquito debe muchos favores de toda índole y eso lo recuerda muy bien el ex presidente que sabe cómo cobrar y cómo inocular secretos en los medios para poner de hinojos a los que osen levantar la mirada. ¿No es suficiente haber visto evidenciado en la comisión de trapacerías a un mediocre ex presidente del consejo de ministros?
Los vientos de fronda deben aterrizar en cambios notables y radicales. De otro modo los funerales asoman las orejas y el enterrador, qué duda cabe, tiene nombre y apellido: Alan García Pérez y su conciencia limpia.