¿Qué espera gobierno de Humala para despenalizar difamación?
por Herbert Mujica
En los estertores del anterior Congreso, su Comisión Permanente aprobó la despenalización del delito de difamación y lo envió al entonces mandatario Alan García Pérez para su promulgación. El señor de marras observó la ley por la simple razón que sabía –y sabe- que siempre es conveniente tener una herramienta en los tribunales para aplastar a los que puedan señalarle o dar indicios razonables, en cualquier investigación, de las múltiples trapacerías que se le achacan y que habrían sido cometidas durante su gestión. Lo cierto es que el asunto se quedó, como tantas otras esperanzas, en el tintero o en el basurero.
Cuando la campaña electoral el candidato Ollanta Humala ofreció en sus textos despenalizar la difamación. La pregunta es muy simple: ¿por qué hasta ahora no han cumplido con un tema que el Congreso anterior sí hizo? De sobra hay razones para suponer que el hoy presidente Humala requiere, necesita e impulsa un Poder Legislativo ajeno a la hedionda mediocridad que han mostrado los inquilinos de Plaza Bolívar durante los últimos 20 ó 25 años. De manera que cualquier explicación sólo habría que atribuírsela a una torpeza elefantiásica o a una promesa demagógica en que no creemos.
Pero el asunto esta allí. El titular del Congreso, Daniel Abugattás rindió homenaje a la prensa en ocasión de haberse celebrado el 1 de este mes, la efemérides consagrada a estos hombres y mujeres que transmiten informaciones y opinan, no siempre del mejor modo ni con la sabiduría debida, es cierto, y –mucho menos- con la independencia acrisolada de librepensadores, pero del único tema que debía haberse hablado, de la más magnífica medida que debió requerir la centralidad política y democrática en las palabras de aquél: ¡no se escuchó absolutamente nada!
El tema llama a controversia: ni el gobierno y tampoco el Congreso. ¿Tan mal está el asunto o la orfandad de tino político está jugando una mala pasada a los actuales gobernantes? A la administración del presidente Humala le es imprescindible la opinión sin cortapisas ni encargos de los periodistas que sepan denunciar, sustentar sus aserciones y asumir la responsabilidad de lo que transmitan sobre su gestión y las anteriores.
Cuando la primera campaña de Humala en el 2006 tuve el gusto, por larguísimos minutos, casi 100 ó 120, de mostrarle al otrora postulante, Ollanta, los barruntos de lo que estaba terminando de escribir, mi libro: ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! http://www.voltairenet.org/article148321.html modesto manual que me ha regalado el privilegio de afrontar ¡5 juicios penales! a los que debo responder por las más insólitas requisitorias de los supuestos afrentados. De manera que nada hay oculto y todos saben de qué se trata con respecto a este humilde redactor.
Pero hay otros colegas que también afrontan juicios penales y por citar dos casos menciono a Raúl Wiener y César Lévano. Mi solidaridad con todos los que a lo largo y ancho del Perú tienen que padecer estas persecuciones en que siempre se transforman las querellas por supuesta difamación que estudios de abogángsteres prolongan hasta lo indecible con tal de cobrar bien a sus patrocinadas que pagan decenas de miles de dólares con tal que la persecución a los periodistas sea “total”.
El gran fantasma de la despenalización del delito de difamación recorrió el 1 de octubre el país, las redacciones, las mesas de edición, los talleres y cual espada de Damocles persiste insolente amenazando a quienes se atrevan a opinar con valentía y directa, sin ambages o circunloquios, pluma, voz o locución a los grandes traficantes del patrimonio nacional.
Pero en el gobierno y en el Congreso parece que ¡no se oye padre!
Voces bien intencionadas pero algo inocentes me han comentado que eso equivaldría a abrir las compuertas a los irresponsables. La despenalización del delito de difamación es quitar la carcelería para estos procesos pero no significa dar carta abierta a que cualquier idiota –hay muchos ciertamente- que se proclame periodista, diga disparates sin responsabilidad. ¡De ninguna manera! Sí puedo afirmar que eso ayudaría para conocer quién es quién y que cada uno baile con su pañuelo con sobriedad, garbo y equilibrio.