La ideología de la inferioridad latinoamericana: Componentes religiosos y raciales (Parte 4)

Escribe: César Vásquez Bazán

La hegemonía de la raza blanca y la ideología de la supremacía estadounidense.

Richard G. Butler (1918-2004) rodeado de guardaespaldas en el Congreso Ario del año 2003. Butler era pastor de la Iglesia de Jesucristo Cristiano y líder del grupo Naciones Arias. Proclamó que la raza aria era la raza superior del mundo. Siendo los anglosajones estadounidenses los primeros entre “las doce tribus arias de Israel”, Butler llegó a la conclusión que Estados Unidos debería ejercer la supremacía mundial.

El desarrollo de la ideología de la supremacía estadounidense recibió un aporte importante cuando a la noción de la existencia de unNuevo Pueblo Elegido se asoció el concepto de raza y la distinción entre una raza superior –la raza blanca– y un conjunto de razas inferiores (las razas no blancas). Perteneciendo los Hijos de Dios a la raza blanca, los colonos ingleses de la América del Norte entendieron que dicha característica era la confirmación de formar parte de un pueblo superior –los Estados Unidos– nación destinada a ejercer la supremacía en el mundo tal cual la bíblica ciudad asentada en la cumbre de un monte. A partir de la citada confluencia ideológica, con el transcurrir de los años se fue estableciendo una creciente asociación entre la profesión de fe cristiana, la pertenencia al Nuevo Pueblo Elegido de Dios y ser de raza blanca. El principal resultado de esta identificación religiosa, racial y política fue la apropiación de la idea de Dios. Dios se secularizó, se convirtió en estadounidense y pasó a ser el activo más importante de la cultura anglosajona americana. Por no ser blancos y no haber sido favorecidos por la “selección” divina, los demás pueblos y razas del mundo –nativos, negros, mestizos, etc.– resultaban inferiores al Nuevo Pueblo Elegido.

La idea de la supremacía de los Hijos de Dios y de la raza blanca se afirmó en los siglos XIX y XX. En un artículo publicado en 1858 en que proponía la anexión de México a los Estados Unidos, la facción del Partido Demócrata denominada América Joven, afirmó: “Siguiendo el mandato de la Providencia, ha llegado el momento en que es imperiosamente nuestro deber asumir el control de México e incorporarlo al tren del progreso del mundo, de la misma manera como fue nuestra obligación establecer la raza caucásica en este suelo y abrirlo a los rayos ilimitados del sol. Pocahontas, el rey Felipe y Red Jacket no cumplieron con los designios de Dios para este continente. Éste tenía que cambiar de manos. Así también debe suceder con México y, tarde o temprano, con todo el mundo hispanoamericano. Sólo nuestra raza puede civilizar y gobernar el Hemisferio Occidental” (United States Magazine and Democratic Review 1968, 39).

En 1885, el clérigo Josiah Strong, secretario de la Sociedad Misionera del Hogar Congregacional, combinó el factor racial con consideraciones de darwinismo social y reafirmó la propuesta de América Joven: “La civilización de los Estados Unidos es la civilización de América... El futuro del continente es nuestro... Esta poderosa raza avanzará sobre México, América Central y América del Sur, los territorios insulares, África y más allá. ¿Puede alguien dudar que el resultado de esta competencia de razas será la supervivencia de la más apta?” (Strong 1968, 73, 75).

La idea de la supremacía de los Hijos de Dios se vio reforzada cuando prominentes estadounidenses percibieron que debido a su ascendencia anglosajona resultaban  herederos del genio político de los pueblos teutónicos. En las postrimerías del siglo XIX, diversos líderes de la nación recordaron la ascendencia germánica de los anglosajones. Por ejemplo, Teodoro Roosevelt (1910, 26) escribió: “El componente germánico predomina en la sangre del inglés promedio, de la misma manera que el componente inglés predomina en la sangre del estadounidense promedio”.

Así se llegó a la conclusión que la herencia teutónica era uno de los factores más importantes del éxito estadounidense (3). Supuestamente por su elevada inteligencia y moralidad, la raza germánica había sido preparada por la Divina Providencia para el establecimiento y desarrollo de las instituciones democráticas. En 1896, el senador Henry Cabot Lodge resumió el punto: “Cuando hablamos de una raza... nos referimos a su carácter moral e intelectual… Lo que caracteriza a  una raza son sus características mentales y, sobre todo, sus características morales, producto del lento crecimiento y acumulación de trabajo y conflictos a lo largo de siglos... La asociación de ambos caracteres genera el espíritu de dicha raza; representa el producto de su evolución histórica, la herencia de sus antepasados, y las motivaciones de su conducta. Los hombres de cada raza poseen un conjunto indestructible de ideas, tradiciones, sentimientos, modos de pensar, una herencia inconsciente proveniente de sus antepasados, contra la que ninguna argumentación surte efecto... El análisis demuestra que… si bien los anglófonos derivan de orígenes diferentes... hay entre ellos... una abrumadora preponderancia de población de la misma raza, que es la raza de las grandes tribus germánicas... Ellas se consolidaron a lo largo de más de mil años de guerras, conquistas, migraciones y luchas internas y en el extranjero. Como resultado de esta evolución han alcanzado una constancia y definición de su carácter nacional desconocidos para cualquier otro pueblo” (Lodge 1968, 91). El líder republicano llegó a la conclusión que sobre la base moral e intelectual de su ascendencia teutónica, los anglosajones americanos tendrían un porvenir brillante: “Nuestra historia, nuestras victorias y nuestro futuro descansan sobre las cualidades morales de la raza anglófona” (Lodge 1968, 91).

La aceptación de la ascendencia racial germánica tuvo consecuencias peculiares en la elaboración de la ideología de la supremacía estadounidense. En primer lugar, reforzó la creencia que los Estados Unidos deberían aceptar lo que el poeta Rudyard Kipling llamó en 1899 “la responsabilidad del hombre blanco”. A principios del siglo XX, el senador Albert Beveridge explicó en qué consistía esta responsabilidad: “No renunciaremos a la parte que nos corresponde en la misión de nuestra raza, administradora de la civilización del mundo por mandato de Dios. Vamos a continuar con nuestro trabajo... con gratitud por habérsenos confiado una tarea digna de nuestra fortaleza, y agradeciendo a Dios Todopoderoso que nos haya señalado como Su pueblo escogido para dirigir la regeneración del mundo... Esta cuestión es muy profunda... Es elemental. Es racial. Dios no ha preparado a los pueblos de habla inglesa y teutónicos durante mil años para que permanezcan en una vana e inútil autocontemplación y autoadmiración. ¡No! Él ha hecho que seamos los organizadores por excelencia del mundo para establecer el orden donde hoy reina el caos. Él nos ha premunido del espíritu de progreso para vencer a las fuerzas de la reacción en toda la tierra. Él nos ha hecho expertos en temas relacionados con el gobierno para de esta manera poder establecer el gobierno entre pueblos salvajes y seniles. Si no fuera por esta fortaleza, el mundo recaería en la barbarie y la oscuridad. Y de toda nuestra raza ha señalado al pueblo estadounidense como Su nación elegida para dirigir finalmente la regeneración del mundo. Ésta es la misión divina de los Estados Unidos. Guarda como reserva para nosotros todo el beneficio, toda la gloria y toda la felicidad posible para el hombre. Somos administradores del progreso mundial, guardianes de su justa paz” (Beveridge 1968, 336, 343).

De igual manera inspiró el actual resurgimiento de la prédica racista en los EE.UU. En la década de 1980, Richard Butler, pastor de la Iglesia de Jesucristo Cristiano (Identidad Cristiana) y líder del grupo conocido como Naciones Arias, explicó la misma hipótesis, esta vez bajo el sugestivo título de la Cristiandad Revelada. Para el reverendo Butler, la base de la “fe y el culto” es “la verdad racial... ario, cristianismo y raza son una sola cosa (Butler 1995a, 150). Butler remarcó que la Biblia era “la historia familiar de la raza blanca” y que no todas las razas descendían de Adán: “Adán es el padre pero solo de la raza blanca” (Butler 1995b, 147). Teniendo en cuenta que la raza aria es la raza superior del mundo y siendo los anglosajones estadounidenses los primeros entre “las doce tribus arias de Israel”, el clérigo llegó a la conclusión que los Estados Unidos deberían ejercer la supremacía mundial.

Notas

(1) Patrick Buchanan afirmó en la Convención Nacional Republicana de 1992: “Nuestra cultura es superior a las demás culturas; superior porque nuestra religión es el cristianismo” (citado por Ross 1995, 173).

(2) Los presidentes estadounidenses reconocen estos hechos cuando finalizan sus discursos con el tradicional Dios bendiga a los Estados Unidos. Ellos entienden que Dios ha estado siempre del lado de EE.UU.; la identificación divina confirma la corrección política de sus acciones.

(3) Según Charles Beard (1986, 2), ésta es la hipótesis principal de la segunda escuela de interpretación de la historia de los Estados Unidos.

Obras citadas

Beard, Charles A. 1986. An Economic Interpretation of the Constitution of the United States. Con una nueva Introducción por Forrest McDonald. New York: The Free Press, A Division of Macmillan, Inc.

Beveridge, Albert J. 1968. “In Support of an American Empire”, pp. 336-345 en The Annals of America. 21 vols. Vol. 12, 1895-1904: Populism, Imperialism, and Reform, editado por Mortimer J. Adler. Chicago: Encyclopædia Britannica, Inc.

Butler, Richard G. 1995a. “Twelve Foundation Stones to Establish a State for Our Aryan Racial Nation”, pp. 149-159 in Extremism in America: A Reader, editado por Lyman Tower Sargent. New York: New York University Press.
−−−−−−−. 1995b. “This is Aryan Nations”, pp. 147-149 en Extremism in America: A Reader, editado por Lyman Tower Sargent. New York: New York University Press.

Lodge, Henry Cabot. 1968. “For Immigration Restrictions”, pp. 88-92 enThe Annals of America. 21 vols. Vol. 12, 1895-1904: Populism, Imperialism, and Reform, editado por Mortimer J. Adler. Chicago: Encyclopædia Britannica, Inc.

Roosevelt, Theodore. 1910. The Winning of the West. Homeward Bound Edition. 4 vols. Vol. I. New York: The Review of Reviews Company.

Ross, Loretta. 1995. “White Supremacy in the 1990s”, pp. 166-181 enEyes Right! Challenging the Right Wing Backlash, editado por Chip Berlet. Boston: South End Press.

Strong, Josiah. 1968. “The Superiority of the Anglo-Saxon Race”, pp. 71-76 en The Annals of America. 21 vols. Vol. 11, 1884-1894: Agrarianism and Urbanization, editado por Mortimer J. Adler. Chicago: Encyclopædia Britannica, Inc.

United States Magazine and Democratic Review. 1968. “The Right of the United States to Rule Mexico”, pp. 35-40 en The Annals of America. 21 vols. Vol. 9, 1858-1865: The Crisis of the Union, editado por Mortimer J. Adler. Chicago: Encyclopædia Britannica, Inc.