Perú. Triunfo de la administración

Por Gustavo Espinoza M. (*)

Una de las frases más certeras para explicar lo ocurrido en el Perú el pasado fin de semana fue escrita por una destacada artista nacional, la cantautora Marcela Pérez Silva. Ella resumió sus impresiones de un modo lapidario: “derrota de la inteligencia y triunfo de la administración”.

Y sí, claro. Más allá incluso de las variantes políticas que puedan deducirse del cambio ministerial que se registrara a partir del sábado 10 de diciembre en nuestro país, se puede percibir el hecho que se impuso un criterio burocrático y administrativo por encima de los requerimientos de la vida y de la sociedad.

El nuevo Primer Ministro, a su manera, también lo ha reconocido: debemos hace menos política -ha dicho- y trabajar más. En otras palabras, pensar menos, expresar menos las preocupaciones, ahorrarnos el diálogo y reemplazarlo por medidas y acciones que sustenten “la gobernabilidad”.

Como se ha señalado antes, la caída del Gabinete Lerner tuvo como antecedente la crisis de Cajamarca, derivada del Proyecto Minero La Conga a cargo de las empresas Yanacocha y la Newmont.

Toda la sucesión de acontecimientos ocurridos en el mes de diciembre estuvo signada por la misma línea. Incluso los videos mostrados la noche de ayer por la Televisión privada y en la que se resaltan escenas del diálogo sostenido entre las autoridades del gobierno central y los dirigentes regionales de Cajamarca hace nueve días, afirman esta idea: la crisis de produjo por la voracidad de la minera y por el encantamiento que el oro produce en determinados segmentos de la humanidad y que, en el Perú, se puso en evidencia hace ya más de 500 años.

El oro, en los años del incanato era un adorno destinado a engalanar y embellecer las festividades oficiales y religiosas. No tenía precio, entonces, pero sí servía para agradecer y gratificar. Los conquistadores descubrieron su valor metálico y lo enviaron a Europa en grandes cantidades, con lo que amasaron inmensas fortunas.

En nuestro tiempo el oro jugó el mismo papel, aunque en determinadas etapas de nuestra historia reciente complementó su función con otras materias primas: la plata, el cobre, e incluso el Caucho. Hasta el guano de las aves marinas fue usado como fuente de riqueza por la clase dominante, que buscó afincar su Poder convirtiéndolo en el sustento de su fuerza. Un Poder envilecido que -como dijera Carlos Marx- se formó chorreando sangre de los pies a la cabeza.

El Gabinete Lerner representó, en su momento, las tendencias que asomaron al control del Poder Ejecutivo al instalarse el gobierno del Presidente Humala.  Fue variopinto, y en él coexistieron -en equilibrio más o menos precario- fuerzas distintas y aún contrarias. Sus Titulares, cometieron errores, algunos de ellos graves, pero se defendieron con pudor y con vergüenza porque, en lo fundamental, obraron de buena fe, empeñados en servir los intereses del país. Varios de ellos expresaron públicamente sus puntos de vista y fueron acusados por ello de pretender “politizar el debate nacional” por los grandes medios al servicio de la reacción. Pues bien, hoy, diez de ellos pagaron un precio alto por la impostura y debieron abandonar sus puestos ministeriales apenas 120 días después de haberlos ocupado. Aída García Naranjo, Susana Baca, Francisco Eguiguren, Kurt Burneo y Ricardo Giesecke, cumplieron, en lo fundamental, un buen papel.

Hoy, en el nuevo escenario puede abrirse un debate: ¿Se impuso un giro a la derecha? Probablemente sí, pero -como lo dijimos varias veces y lo confirmó él mismo- el gobierno de Humala nunca fue “de izquierda”. ¿Primó el interés de las mineras? Sin duda alguna. Más allá de las palabras, lo que estuvo detrás de bambalinas fue siempre el manejo que las empresas, sus voceros y sus organizaciones representativas, hicieron del tema. Y hay que decir que allí se movieron con mucha más iniciativa y solvencia que “la izquierda”  y sus exponentes.

¿Ganó la Mafia? En buena medida sí. Y por eso no hay que descartar en absoluto que en estas fiestas de fin de año se decrete el indulto a Alberto Fujimori como signo de “reconciliación” y “paz”. Después de todo, el fujimorismo se ha mostrado lo suficientemente agresivo e impune como para colocar a sus detractores a la defensiva.

¿Hay razones para la confianza? Si se trata de la confianza de los empresarios y de los indicadores de riesgo, sí. Pero si se trata de la ciudadanía, obviamente que no. Nadie que luche desde el campo popular y sea consecuente con sus banderas, podrá sentirse confiado. En el marco de la agudización de la lucha de clases, se impondrán los “defensores del orden y de la ley”, que estará en todos los casos al lado de los opresores mientras no seamos capaces de cambiar la realidad.

¿Ha tenido la Izquierda responsabilidad en todo lo ocurrido? Sin duda que sí. No solamente porque no mostró eficiencia, ni consecuencia, en la defensa de posiciones de principio, sino también porque manejó con irresponsabilidad la crisis final, tensando la cuerda más allá de sus propias fuerzas.

Sobre todo en procesos de este tipo, cuando de por medio está una nueva experiencia política, y cuando de lo que se trata es de unir al pueblo, crecer en organización y elevar la conciencia de lucha de las poblaciones; lo importante es conducir a las masas a la obtención de victorias, aunque fueran pequeñas y transitorias.

Es, en efecto, fundamental que los pueblos sientan que sus luchas tienen éxito y arrancan triunfos. No que constituyen la antesala de derrotas. Por eso hay que manejar con dedos muy finos esas acciones para que se afirme la estructura de Poder del movimiento popular. Y eso, esa vez, no ha ocurrido.

La suspensión del Proyecto Conga, en su momento, fue una victoria del movimiento popular. Pero no fue explotada como tal. Y la huelga iniciada en Cajamarca en días reciente, fue un avance, pero tenía como límite la idea de que el enemigo no era el gobierno, sino la empresa imperialista.

Centrar el repudio de algunos segmentos y situarlo en el propio Presidente Humala, no hacia sino contribuir al caldero de la reacción y colocar al mandatario a disposición del enemigo. Y ese error se cometió.

¿Todo está perdido ahora? No. No solamente porque nunca – mientras haya vida-  todo está perdido, sino porque subsisten las bases materiales de la confrontación y está intacta la fuerza del pueblo para defenderse.

Hay en el nuevo Gabinete “técnico y apolítico”  personas respetables. Pero incluso, independientemente de ellas, por la fuerza de los hechos, habrán de decantarse mejor los acontecimientos. Por lo pronto, el escenario es hoy más claro y está mejor perfilado. Es más fácil que cada quien ocupe su lugar.

La derecha -y la mafia- no cejarán en su empeño. No les bastará, por cierto, lo que han conseguido. Ni siquiera les bastará con que Yanacocha se quede con La Conga. Querrán siempre más, mucho más. Y no darán tregua a Humala hasta no verlo doblegado, sometido, humillado y vencido. En ese instante, querrá echarlo porque lo desprecian y porque lo odian, como odian a Velasco y como en otras latitudes, odian a Hugo Chávez.

Lo veremos en las sucesivas columnas del diario Correo -cuyo director pierde los papeles e insulta procazmente cuando lo desenmascaran-, en los rictus de la Valenzuela; en los informes de Rospigliosi; en los editoriales de los pasquines de la Mafia; en las palabras de los sicofantes de la burguesía, que la “tele” se empeña en ponernos al frente siempre.

Por ahora hay que extraer lecciones de la experiencia. Y saber que la lucha no ha terminado. Que el proceso peruano, no ha muerto. Y que la batalla que tenemos por delante, está a la espera de nuestra presencia y de nuestra acción. (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera/ http://nuestrabandera.lamula.pe